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domingo, 7 de abril de 2024

NETANYAHU, PREMIO NOBEL DE LA PAZ

 

NETANYAHU, PREMIO NOBEL DE LA PAZ

Nada más recibir la llamada de un indignado Biden tras el asesinato de los voluntarios de WCK, el primer ministro israelí se han comprometido a matar algo menos pero, sobre todo, con más criterio

ANTÓN LOSADA

Estado en el que quedó uno de los coches de la ONG World Central Kitchen tras ser atacados con misiles por el ejército israelí. / RTVE

Tras meses de guerra y bombardeos de sur a norte sobre Gaza, más de treinta y dos mil muertos y más de ochenta mil heridos palestinos, la tercera parte de ellos niños, y el asesinato de siete voluntarios de su ONG World Central Kitchen ajusticiados con tres misiles inteligentes, el cocinero José Andrés ya se teme que lo que está ejecutando el Gobierno de Netanhayu en Gaza “empiece a no parecer una guerra contra el terrorismo”. La misma sorpresa parece extenderse, no tan rápida y contundentemente como se han extendido el fuego y la sangre por Gaza, a lo largo y ancho de la comunidad internacional y las cancillerías de medio mundo, escandalizadas ante las noticias que llegan de Palestina; aunque no tanto ante las imágenes que apenas podemos ver porque la censura israelí lo impide mientras destruye –con la ayuda de los mismos gobiernos que hoy se llevan las manos a la cabeza– la credibilidad de cualquier información que pueda llegar desde el lado palestino.

 

Los genocidios siempre ha sido mejor llevarlos con discreción, sin las alharacas del espectáculo y sin innecesarias conexiones en directo, sin imágenes que puedan ofender el buen gusto o la sensibilidad de los espectadores. Si vas a masacrar a tus vecinos, hazlo sin perturbar o molestar a tus amigos siempre ha constituido una línea roja infranqueable para Benjamín Netanyahu. Tan sólo por esa muestra exquisita de urbanidad, ya deberían haberle dado el Nobel de la paz hace tiempo.

 

No constituye, ni de lejos, la única razón. Nada más recibir la llamada de un indignado presidente Joe Biden tras el asesinato a distancia, a sangre fría y con premeditación de los voluntarios de WCK, su ejército y su Gobierno se han comprometido a matar algo menos pero, sobre todo, a matar mejor, con más criterio.

 

Un compromiso que ha sido recibido con alivio y satisfacción, tanto por una administración norteamericana muy presionada por la precampaña de sus elecciones presidenciales de noviembre 2024, como por una Europa ya muy estresada con la celebración de los comicios europeos en junio, con el auge de la extrema derecha en el horizonte, y la disputa de la Eurocopa en julio, con la posibilidad emergente de que Alemania vuelva a ganarla otra vez. No ha habido ni que insistirle. Media hora al teléfono y todo arreglado. Corredores humanitarios y leche en polvo para todos. ¿Quién puede negar el Nobel de la Paz a un líder con semejante nivel de empatía? Únicamente los cómplices de los terroristas, los sicarios del régimen iraní y Pedro Sánchez.

 

No menos encomiable y meritoria para la candidatura al Nobel del primer ministro israelí resulta su empeño inquebrantable en que las ciudadanas y ciudadanos de Israel eviten verse sometidos, además de a la tensión de la guerra, a la presión de tener que votar en unas elecciones para designar democráticamente quién debe regir los destinos de su país. De hecho, parece que crecen las protestas en Israel reclamando elecciones, pero no podemos saberlo porque la censura impuesta por Netanyahu para defender la libertad y la democracia apenas permite contarlo.

 

Antes del ataque terrorista de octubre, Netanyahu se enfrentaba a la inexorable necesidad de convocar elecciones, al tener a medio país protestando en la calle por sus intentos de blindar su control sobre los jueces que le investigan por varios casos de corrupción y a sus socios enredados en peleas por ver quién se mostraba más de extrema derecha. Si empezamos con distracciones así, por muy democráticas que sean, los terroristas son los únicos que ganan; esa ha sido y es, sin duda, otra de las máximas que han guiado la trayectoria de Netanyahu. Son cosas que pasan en la guerra. Solo los cómplices de los terroristas, los sicarios del régimen iraní y Pedro Sánchez pueden ignorar esta verdad. Mientras haya guerra en Gaza no habrá elecciones en Israel y Netanyahu seguirá eludiendo ser juzgado por corrupción ¿Acaso vamos a culparle también de algo tan humano como querer eludir la cárcel? ¿Es que ya no queda humanidad en el mundo libre?

 

Anoten estas palabras y guarden este artículo. Hoy pueden sonar como una broma, incluso cruel, y una burda parodia del cinismo con el que la llamada comunidad internacional asiste al genocidio a cámara lenta del pueblo palestino sin perder ocasión de hacer todo clase de aspavientos hipócritas. Aunque hoy les cueste creerlo, puede que en unos meses empecemos a escuchar cómo otros las repiten, pero en serio, como si fueran la verdad.

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