DE BANDERAS Y PATRIOTISMO
Me preguntaba el otro día uno de mis
estudiantes, mientras explicaba a Marx, si se podía ser de izquierdas y ser
patriota. Le dije que no.
RUTH
PORTELA
Bandera española balcón ropa colgada
Mi relación con la
bandera de España nunca ha sido buena. Para mí este símbolo está cargado de
unas connotaciones peligrosas, que me llevan a rechazarla. Sin embargo, en los
últimos tiempos hay muchas personas, sobre todo gente joven, que lleva pulseras
o otros objetos con la bandera. Y muchas personas dicen que es un intento de
darle un nuevo valor a la misma, que ya no está asociada al franquismo ni a
grupos de extrema derecha, sino a sentirse orgulloso de tu propia nación.
Esto me sigue
pareciendo peligroso, quizás más que si sólo la llevaran los fachas, porque es
un blanqueamiento del nacionalismo, una forma de limpiar su imagen, pero en el
fondo sigue siendo lo mismo.
Empecemos con la idea de que sentirme orgullosa de algo que yo no he hecho, que no ha dependido de mi para nada, como es el haber nacido en un país determinado, me resulta chocante. Me parece absurdo. Me podre sentir orgullosa de mis logros, dejando de lado que en muchos de ellos ha jugado un papel importante mis privilegios. Pero, ¿tengo que sentirme orgullosa de que en España haya habido poetas, como Lorca, escritores, como Rosalía de Castro o Valle Inclán, o pintores, como Picasso? En otros países han tenido a Frida Kahlo o a Virginia Wolf o a Mark Twain. Y no soy yo quien ha escrito esas obras ni pintado esos cuadros. Entonces, según la lógica del patriotismo, ¿me tengo que sentir orgullosa por haber tenido la casualidad de nacer el mismo sitio que estas personas?
Creo que si se
introduce el elemento nacional en medio aparece el racismo y la discriminación
Por otro lado, no
considero que España sea mejor que cualquier otro país. Tienes sus luces y sus
sombras, sus logros y sus miserias. Puedo reconocer que Lorca nació en España y
que fue un gran escritor, pero también que murió asesinado por su forma de ser
y de pensar. Y que conocemos a Lorca y lo estudiamos en el instituto, pero no a
María Luisa Bombal o a Agustina González, ambas amigas del poeta y escritoras.
Y si destacamos que los que blandían la banderita en la época de Lorca, fueron
los mismos que asesinaron y persiguieron a Lorca, a Agustina González, a
Unamuno y a muchas otras personas por su forma de pensar y de vivir.
¿Tengo que sentirme
orgullosa del colonialismo? ¿De cómo los países occidentales, como España,
siguen aprovechándose de los países del Sur global para mantener un nivel de
vida que es injusto e insostenible? ¿De cómo España mantiene relaciones con
Israel, responsable de uno de los mayores genocidios de la historia? Son muchas
las sombras de este país, que me producen rechazo y asco.
Con esto no quiero
decir que no me guste mi país, simplemente no veo motivo para sentirme
orgullosa. Me podrá decir alguna persona con la banderita en la muñeca que sólo
veo lo negativo. Pero no es cierto, he conocido personas maravillosas, que
salen a la calle para defender la sanidad pública, para gritar en contra del
exterminio del pueblo palestino, para crear bancos de alimentos durante la
pandemia. Pero no creo que dependa de que sean españolas o no. Es más, creo que
si se introduce el elemento nacional en medio aparece el racismo y la
discriminación. Un buen ejemplo es cuando Hogar Social, el grupo neonazi,
repartía comida en la plaza de mi barrio sólo a españoles, una plaza llena de
gente racializada que quedaba fuera de sus estándares. Obviamente el resto de
las personas que transitaban ese espacio no contaban para este grupo.
La diversidad sólo
según sus cánones, para seguir imponiendo sus ideas al resto y mantener las
desigualdades sociales que les permiten seguir con el nivel de vida que está
destruyendo todo a su paso
Y es que el
nacionalismo aparece siempre vinculado a la discriminación, a ver en el Otro a
un enemigo, alguien contra el que luchar y aplastar. No hay forma de separar
esos dos elementos. La identidad nacional surge en contraposición a la idea del
Otro. Es un constructo, que supone que todo aquel que no provenga del mismo
lugar que yo, es considerado por debajo, aunque sea de países occidentales.
¡Cuántas veces he oído insulto hacia los franceses o ingleses, sólo por el mero
hecho de serlo! Aunque obviamente el desprecio y la discriminación siempre son
mayores si las personas provienen de países del Sur global o son racializadas.
El privilegio de la blanquitud es crucial en el sistema en el que vivimos.
Por otro lado, que
la identidad nacional es una construcción social queda muy patente en España
debido a su diversidad cultural. Diversidad que atacan aquellas personas que
enarbolan la bandera, queriendo eliminar esas diferencias y crear una unidad
ilusoria. Me dirán que no es así, que se puede convivir todas juntas y que la
diversidad enriquece. Pero si es así, ¿por qué se está en contra de la amnistía
por el 1-O? ¿Y cómo es que los mismos que se empeñan en ver una España
unificada estén en contra de las personas migrantes? Las que se atan la bandera
a la muñeca o la llevan de llavero son las mismas que ven a un menor marroquí
como si fuera un delincuente, pero no les importa que haya menores trabajando
en las minas de Coltán o mujeres racializadas recogiendo la fresa en Andalucía.
La diversidad sólo según sus cánones, para seguir imponiendo sus ideas al resto
y mantener las desigualdades sociales que les permiten seguir con el nivel de
vida que está destruyendo todo a su paso. Pero no para aceptar realmente al Otro.
El patriotismo
parte de la idea contraria, de la separación, no de la igualdad; de la
competitividad y la exclusión, no de la sororidad y la inclusión
Me preguntaba el
otro día uno de mis estudiantes, mientras explicaba a Marx, si se podía ser de
izquierdas y ser patriota. Le dije que no. Todo el movimiento obrero, desde el
marxismo hasta el anarquismo, toda la defensa de los Derechos Humanos se apoya
en la solidaridad entre las personas, en ver en el Otro a un igual y en
considerar que su lucha es la mía. Los Derecho Humanos, tan olvidados hoy en
día, parte del hecho de que son inalienable, es decir, que no se les puede
negar a nadie ni por la raza, el país de procedencia, el pensamiento político,
la orientación sexual, la identidad, etc. El patriotismo parte de la idea
contraria, de la separación, no de la igualdad; de la competitividad y la
exclusión, no de la sororidad y la inclusión. El patriotismo necesita que el
Otro no sea mi igual, si no ¿para qué crear una idea de patria? Se asienta en
la diferencia y genera odio y rechazo hacia el Otro.
Habría que analizar
de dónde proviene esta idea de la patria. Se origina en el Romanticismo como
una respuesta ante la Ilustración, que destacaba la universalidad de la razón y
los derechos de las personas. Para autores como Burke o Bonald, la igualdad y la
fraternidad que defendían las revoluciones ilustradas no tenía una base real.
Estos pensadores apelaban a la defensa de las desigualdades naturales, al
sentimiento de lo propio, de las emociones y lo irracional y a las nuevas
nociones de raza y herencia. De ahí que legitimara la superioridad de unas
culturas sobre otras.
Esta idea de la
nación cala muy bien en las personas porque se apoya en la interdependencia del
ser humano, en su condición social y la pertenencia al grupo. El ser humano
como ser social necesita del contacto de los otros, sentirse aceptado. Es lo
que muestra el concepto de Ubuntu proveniente de la filosofía africana, que
llega a afirmar que una persona es persona a través de los demás.
La identidad se
construye en base a la diferencia. El nacionalismo da el paso de convertir esa
diferencia en algo movido por el odio
Pero la idea de
pertenencia, el ser interdependientes o la noción de Ubuntu no implican ver al
Otro como un enemigo, mientras que la construcción nacional sí. El nacionalismo
destaca, por un lado, el sentimiento de pertenencia y, por otro, la diferencia
con lo foráneo. Cuando alguien se siente parte de un grupo es en contraste con
el Otro. La identidad se construye en base a la diferencia. El nacionalismo da
el paso de convertir esa diferencia en algo movido por el odio, en convertir al
Otro, al diferente, en un enemigo ya sea por ser racializada, por su
orientación sexual o identidad de género o por su diversidad. Es un enemigo
toda persona que no se ajusta al canon marcado por el sistema.
Además, el
nacionalismo tiene elementos propios de las religiones totémicas, ya que
constituye a la nación como una especie de divinidad, de realidad sagrada, que
engloba al individuo y lo protege, como era el tótem en ciertas sociedades. En
estas sociedades el individuo accede a lo sagrado, que es una energía o entidad
que le cuida, a la que pertenece y que es representada por el tótem. En las
sociedades actuales occidentales la bandera y la noción de nación juegan un
papel similar, amparan a las personas frente al individualismo deshumanizante
propio de este sistema. Así el individuo siente que pertenece a un grupo, que
dota de sentido su vida, le da una identidad
Pero esta sensación
de sentirse parte del grupo se genera creando un odio hacia el Otro y cargando
de culpa a toda persona que no pertenece a esta nueva religión. De ahí que los
culpables de los problemas económicos sean los extranjeros, que vienen a
quitarnos el trabajo, y no el sistema neoliberal, que tiene que destruir todo a
su paso. No es que los países occidentales no hayamos ido a los países del Sur
global a esquilmar sus recursos ni a explotar a las personas que viven ahí. Los
ladrones son aquellas personas, que, cuando ya no pueden más, tratan de
alcanzar un lugar donde vivir. No los Occidentales, que llevamos siglos
colonizándoles.
La bandera esconde
todas estas miserias apelando a un sentimiento natural del ser humano, como es
el de sentirse parte del grupo
Y los culpables de
que España vaya mal sean los catalanes, como se quejaba una señora en el
Cercanías de Madrid, que, ante un retraso de la línea por una avería, le echo
la culpa al independentismo. Será que los catalanes vienen a Madrid a
desmantelar el sistema de transporte público, y ya de paso la sanidad, la educación
y los servicios sociales. Ayuso y las políticas de privatización y recortes de
lo público por parte de la derecha no tienen que ver.
La bandera esconde
todas estas miserias apelando a un sentimiento natural del ser humano, como es
el de sentirse parte del grupo. Por eso, me genera asco y miedo ver como se
blanquea hoy en día este nacionalismo.
¡Qué fácil es
dominar a las personas a través del miedo hacia el Otro, a través del odio y de
la exclusión! ¡Qué sencillo generar un mundo basado en la discriminación y en
la opresión y encima justificarla! Y aún hay gente que me pregunta que por qué
no quiero ver banderas de España, pero me recriminan que no me importen las
banderas del movimiento LGTBIQ+ o salir a las manifestaciones contra el
genocidio del pueblo palestino con su bandera. La diferencia para mí es clara.
Una bandera se apoya en la exclusión y en el odio, las otras se alzan contra la
injusticia, contra ese mismo odio. No es lo mismo la defensa del territorio
contra el colonialismo o contra el sistema cisheteropatriarcal que la idea de
que mi nación es la mejor del mundo y que tengo derecho a imponerme a los
demás.
Yo no voy a abogar
por el nacionalismo ni el patriotismo, ideas que esconden el odio y la
opresión, sino por un mundo donde entremos todas y todes, un mundo donde quepan
muchos mundos, como dicen los zapatistas. Y me voy a solidarizar con todas las
luchas que se alcen contra este monstruo, que es el sistema en el que vivimos,
esta cosa escandalosa, como lo llama Amia Pérez Orozco, que considera que unas
vidas vale más que otras.
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