LOS AGRICULTORES SE ESTÁN MANIFESTANDO
CONTRA EL CAPITALISMO
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Aunque la derecha y
la extrema derecha van a intentar retorcer su significado político, las
manifestaciones del sector primario que están recorriendo Europa no cuestionan
la lucha contra el cambio climático y tampoco plantean una batalla entre países
en clave nacional
En estos días, estamos asistiendo a importantes movilizaciones de agricultores y ganaderos por toda Europa. La chispa saltó en Francia, con un espectacular cierre de los accesos a París, pero rápidamente se ha extendido por la mayoría de los países de la Unión, incluida España. Aunque la derecha y la extrema derecha están intentando capitalizar políticamente las movilizaciones mediante la introducción de marcos mentales reaccionarios como el negacionismo climático o el conflicto nacionalista entre países —»los franceses nos tiran los tomates»—, lo cierto es que la composición socioeconómica del sector, las causas reales de sus principales problemas y la mayoría de sus demandas tienen un componente mayoritariamente anticapitalista (lo queramos llamar así o no).
En cuanto a la
composición socioeconómica del sector primario, la inmensa mayoría de los
agricultores y ganaderos no son propietarios capitalistas, sino trabajadores
del campo. Aunque, cada vez más, una pequeña cantidad de latifundistas y de
fondos buitre están acaparando grandes explotaciones agrícolas y macrogranjas
de producción híperintensiva de carne, la cantidad de explotaciones pequeñas y
medianas en manos de empresas familiares y de agricultores profesionales es
numéricamente mucho mayor. Dicho de otra forma, aunque Juan Abelló, la casa de
Alba y la familia March sumen juntas más de 100.000 hectáreas, los propietarios
de esa vasta extensión de tierra son apenas un puñado de personas que no pueden
ni cortar una carretera secundaria. Mientras tanto, 2000 pequeños propietarios
de explotaciones de 50 hectáreas —cada uno con su tractor— pueden fácilmente
colapsar Madrid (el tamaño medio de una explotación en España está en 44
hectáreas). Los grandes agentes económicos que operan en el sector primario
tienen muchísimo poder, pero los pequeños y medianos productores son —todavía—
muchísimos más. Este es uno de los motivos principales que explican por qué sus
principales problemas y demandas tienen mucho más que ver con los problemas y
demandas de la clase trabajadora que con los intereses de los buitres del
agronegocio. La aplicación del principio democrático en el campo
automáticamente desemboca en planteamientos políticos que benefician a los de
abajo y reducen los privilegios y ventajas de los de arriba; por una mera
cuestión de números.
¿Y cuáles es la
estructura básica de los problemas a los que se enfrentan los pequeños y
medianos productores del sector primario? En pocas palabras, su predicamento
principal es el de ser capaces de garantizar la rentabilidad de sus
explotaciones; algo tan sencillo como tener ingresos superiores a sus gastos.
Aunque, en el segundo apartado —el de los gastos—, hay algunas cosas que los
gobiernos pueden hacer (como subvencionar el coste de la energía o proporcionar
ayudas económicas suficientes para sufragar la modernización y la adaptación de
las explotaciones a los nuevos estándares), es en el apartado de los ingresos
donde los pequeños y medianos productores son sobre todo víctimas de la lógica
capitalista; y lo son principalmente mediante el dumping de precios. Por un
lado, las grandes cadenas de distribución alimentaria operan cada vez más en un
régimen de oligopolio que les permite ejercer un abuso de posición dominante
negociando los precios de compra en origen a la baja, sabiendo que los
agricultores y ganaderos si no les venden sus productos a ellos a lo mejor no
los pueden vender. Por otro lado, los pequeños y medianos productores tienen
que competir con las grandes producciones locales (que son capaces de producir
a un coste menor gracias a la utilización de prácticas mucho más agresivas, a
la economía de escala y también a la degradación de las condiciones laborales
de sus trabajadores), pero también con los productos importados desde países
extranjeros que también son capaces de producir con un coste menor debido a la
existencia de menores controles y de mano de obra más barata.
En cuanto al factor
del cambio climático, la lucha de los pequeños y medianos productores del campo
está perfectamente alineada —a pesar de los discursos reaccionarios que dicen
lo contrario— con los objetivos ecologistas
Por ello, la
necesidad de regular el mercado de los alimentos, de implementar de manera
efectiva un precio mínimo de venta en el primer paso de la cadena, de fomentar
circuitos de compra de proximidad desde lo público con precios adecuados o de
rechazar los tratados de libre comercio con los que Europa intenta expandir los
mercados a los que puede exportar productos de alto valor añadido pero
utilizando muchas veces al sector primario como moneda de cambio —permitiendo
la entrada de productos extranjeros sujetos a muchos menos controles— son todas
ellas demandas que cuestionan de raíz la organización capitalista del sistema
de producción y distribución alimentaria.
En cuanto al factor
del cambio climático, la lucha de los pequeños y medianos productores del campo
está perfectamente alineada —a pesar de los discursos reaccionarios que dicen
lo contrario— con los objetivos ecologistas. En primer lugar, el negacionismo
climático es materialmente muy difícil de sostener en el sector primario, ya
que son los productores los que están en la primera línea de defensa ante los
graves efectos del calentamiento global que ya están aquí. Después de más de
tres años de sequía intensa y muchos más de fenómenos meteorológicos extremos
que han aumentado de forma exponencial la utilización de seguros agrarios, no
hace falta decirle a ningún agricultor que el cambio climático es un problema
de primer orden, porque lo está viviendo de primera mano. Pero es que, además,
las acciones que hay que llevar a cabo para proteger a la agricultura y
ganadería profesionales también están sincronizadas con la lucha contra el
calentamiento global. Si la apuesta por los productos locales y por una
reducción de las importaciones y las exportaciones obviamente redundaría en una
reducción de la huella de carbono asociada con el transporte, algo similar
ocurre con la escasez de agua. Como ya hemos explicado aquí, el problema de la
sequía no es el consumo en los hogares, ni tampoco el de las pequeñas y
medianas explotaciones. El problema de la sequía es el avance de los
macrorregadíos híperintensivos y las macrogranjas en manos de grandes fortunas
y fondos buitre y sus prácticas de acaparamiento de los derechos de riego y
despilfarro del agua para obtener ingentes beneficios económicos en el corto
plazo. Si se limita el suministro de agua a los grandes capitales extractivos que
llevan décadas avanzando posiciones en nuestro sector primario, entonces no
solamente estaremos garantizando el riego en las pequeñas y medianas
explotaciones sino que, además, estaremos también caminando hacia una mayor
sostenibilidad medioambiental. En esta misma línea, la persistente demanda de
buena parte de los manifestantes que estamos escuchando estos días en la
dirección de una reducción en la burocracia combinada con una queja respecto de
los nuevos criterios medioambientales que se establecen por parte de la
administración comunitaria no tiene tanto que ver con una negación de la
necesidad de adaptar las producciones a unos requisitos necesariamente cada vez
más exigentes, sino a la desigualdad de oportunidades que este imperativo
establece sobre los pequeños frente a los más grandes. Cuando la Unión Europea
obliga a la modificación de los parámetros de producción y, además, lo hace
acompañándolo de un papeleo aplastante, obviamente, está situando en condición
de ventaja a los grandes capitales del agronegocio —que tienen una mucho mayor
capacidad financiera y administrativa— frente a los pequeños y medianos
productores. Por eso, cuando los manifestantes piden reducir la burocracia o
solicitan moratorias en los plazos para las diferentes adaptaciones exigidas,
también estamos hablando de una demanda que se dirige a la línea de flotación
de la organización capitalista del conjunto del sistema.
Las manifestaciones
masivas del sector primario que están recorriendo Europa no cuestionan la lucha
contra el cambio climático y tampoco plantean una batalla entre países en clave
nacional. Aunque la derecha y la extrema derecha política y mediática van a
intentar retorcer el significado político de las movilizaciones y aunque
seguramente habrá representantes de los grandes capitales en las mismas que
pedirán más ayudas para la casa de Alba y que les dejen contaminar más, la
estructura material de la problemática de la gran mayoría de los productores y
de las demandas derivadas de ella es tan evidente que no hay vuelta de hoja.
Los agricultores se están manifestando contra el capitalismo (incluso aunque
alguno de ellos no lo sepa).
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