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lunes, 1 de enero de 2024

SI LE GUSTÓ 2023, LE GUSTARÁ 2024

 

SI LE GUSTÓ 2023, LE GUSTARÁ 2024

La sombra de una extrema derecha neoliberal se proyecta sobre el mundo, donde no es contradictoria, y carece, en todo el planeta, de oposición y resistencia

GUILLEM MARTÍNEZ

Santiago Abascal y Javier Milei posan juntos en Buenos Aires tras el juramento del argentino como presidente de la nación. / RRSS

1- El tiempo, al ser recordado, adquiere la forma de una catarata de hielo. Al verla, uno cae en que el tiempo esculpe los segundos, las semanas, los años de manera que sus cataratas congeladas dibujan las épocas, que son inapelables y responden a su propia lógica y decisión. No se pueden proclamar las épocas. No se puede proclamar, así, el Renacimiento. Y, lo que es aún peor, no se pueden suprimir las épocas. No se puede suprimir, así, la Edad Oscura. Hola. Lo que sigue a continuación es una descripción de la catarata de 2023, a partir de sus noticias, sus hijas para siempre ya fosilizadas en el hielo. Esas noticias son la época en la que estamos, y de la que sobresalen de la espuma congelada nuestros brazos y cabezas. Uno no puede proclamar 2023. Pero, snif, tampoco suprimirlo.

 

2- No nos acordamos, pero la primera noticia de 2023 fue el motín del trumpismo frente al Capitolio de 2021, pero en Brasilia, en enero de 2023 y bajo la inspiración de Bolsonaro. En aquel momento 2023 era un bebé, y el trumpismo, por tanto, sus primeras palabras. El año empezaba hablando de Guerra Cultural –a partir de ahora, GC–, dos palabras tan importantes en la biografía de 2023 que precisan una definición que acote el concepto, que impida que se vuelva trivial y repetitivo. No todo es GC. Salvo la GC.

 

Para fundar una Guerra Cultural es fundamental visualizar el colectivo agresor como agredido

 

3- La GC es, como su nombre indica, una guerra. Mental, si bien, poca broma, de exterminio –intelectual, vital– del contrincante. Transcurre sobre un tema candente –yo qué sé: la eutanasia, el aborto, las vacunas, la indepe, la ruptura de España, la amnistía, la alcaldía de Pamplona, el Pisuerga al pasar por Valladolid–, que no importa una higa, pues lo importante es que, tras ese tema candente, transcurre un conflicto ideológico mayor, desmesurado, absoluto, una pugna por valores, improbable, exagerada, a vida o muerte, que divide la sociedad en bloques, en civilización y barbarie, en buenos y miserables –el adjetivo favorito de la GC–, incluso en humanos e infrahumanos. Y, muy importante, en perseguidos y perseguidores, pues para fundar una Guerra Cultural es fundamental visualizar el colectivo agresor como agredido –la clase media, el hombre blanco, grupos con estabilidad económica y social garantizada, la reacción contraria a la libertad, a los nuevos derechos y a los nuevos fenómenos–. La GC no tiene nada que ver con el intercambio o la pugna de opiniones, en tanto la GC nada tiene que ver con el concepto razón. Ni siquiera se relaciona con la realidad –ejemplo: “Pedro Sánchez es comunista”–. La GC suple la política, ese muermo, por GC, esa cosa apasionante que, como los sueños, los delirios o las mentiras, no transcurre en la realidad. La GC, su tremenda capacidad de polarización, es lo que posibilita que la derecha clásica se alinee con la nueva extrema derecha mágica. Como indica Steven Forti, la GC es la estrategia para que las nuevas extremas derechas polaricen, dominen los discursos y ganen influencia electoral. La GC es un gran ingrediente de algo que no es el fascismo de los años 30 y 40 del siglo XX, pero sí la mayor amenaza a la democracia, a la vida en común, a la tolerancia desde los años 30 y 40 del siglo XX. La mala noticia es que a) la GC está ganando. La buena es que, cuando esté a punto de hacerlo, b) también invadirá la URSS, pues la GC tampoco se sustenta en ninguna inteligencia. No precisa formación y buenos análisis, sino presencia y declaraciones continuas, escandalosas, absurdas y crispantes, que desplazan lo que en verdad ocurre, que suplen la información y los hechos. La GC no es el espectacular discurso de Goebbels en el Sportpalast. No es esa superproducción. Pero es barata, fácil, sencilla, constante, cotidiana. “Sánchez es comunista”, “Espanya ens roba”, “el golpismo catalán”, “ya no hay libertad”, “no se puede dar un pico a una tía”, “son ETA”.

 

4- Para valorar la importancia del concepto GC: si 2023 empezó, lo dicho, con Trump en Brasilia, acabó en diciembre con Trump en Buenos Aires, donde parece reformularse el trumpismo, en una nueva versión más dadá y más eléctrica, y a través de Atlas Network, un think thank USA que hace transcurrir lo reaccionario a través de conceptos, revolucionarios, chachis, del anarquismo individualista USA. Sobre esta emisión de lo reaccionario, que puede ser tendencia mundial en noviembre de 2024 si, como todo apunta, Trump barre en las elecciones, se debe señalar que sobrepasa, definitivamente, el marco liberal. Es otra cosa. Consiste en la devolución al mercado de todo. Incluso de parte del siglo XVIII –Montesquieu, la mismísima Revolución Francesa, con la que íbamos tirando–, y del grueso de la región luminosa del siglo XX. El Estado vuelve a no tener ninguna responsabilidad social, como antes de Teddy Roosevelt –del otro Roosevelt ya ni hablamos–. Su única responsabilidad es, otra vez, frente a la empresa y frente al escaso grupo social beneficiado por el neoliberalismo desparramado. La gran función del Estado vuelve a ser el mantenimiento del orden, ese desorden que, en breve, será extremo en Argentina. Mantener el orden en el abuso y el absurdo precisará un Estado desmesurado y constante. El periodista argentino Sebastián Lacuza señala, por lo demás, que el proyecto de Milei es próximo, en su tesitura y programa económico, al desastre económico, hoy contrastable, programado por la Junta golpista. Emitirlo en aquella ocasión precisó del exterminio de sindicalistas. Hoy tal vez no sea necesario. Lo que habla del vigor, de la autonomía y capacidad de la GC, esa nueva propaganda. Es difícil saber cómo concluirá esta etapa argentina, salvo que será de modo abrupto. Con un Milei, como siempre, invadiendo la URSS.

 

5- Milei es posible porque no es imposible. La época le da la razón y le hace encajar. La sombra de una extrema derecha neoliberal se proyecta sobre el mundo, donde no es contradictoria, y carece, en todo el planeta, de oposición y resistencia. Exempla. Este año, un año de récord en las temperaturas –respecto a la era preindustrial, 2023 ha confirmado la subida, inasumible ya, de 2 grados; no, no es el amor, sino el calentamiento–, la a) COP28 no ha ofrecido cambio de paradigma alguno. La UE b) ha reformado el mercado eléctrico, que sigue garantizando beneficios irracionales para las eléctricas, antes que un servicio a un precio cabal. Instituciones con lógica previa al New Deal –que ya, definitivamente, nunca existió–, que consideran que su responsabilidad es con las empresas y no con la sociedad, c) abandonan la sociedad a su suerte. Esa mentalidad es tan fuerte que d) Alemania, el motor europeo, carece de otra lógica económica y social que aquella que le conduce a no emitir gasto en una crisis energética, y a la desindustrialización. La Comisión Europea, una institución cargada de futuro –no es democrática, sino que es, remotamente, electa–, ha dado indicios –ha criticado el gasto en los presupuestos de Alemania o de España– de e) querer volver a la austeridad en 2024, previa a la pandemia. La que posibilitó, al negar la existencia de observatorios pandémicos, la pandemia. Una nueva reforma del sistema europeo de migración y asilo ha f) endurecido las restricciones a la libertad de tránsito de las personas. Europa ha g) endurecido sus fronteras, algo inútil, e imposible sin el uso de una violencia atroz y la debacle ética que ello supone.

 

Este enfrentamiento entre integrismo y nuevas extremas derechas, capitalizadas por Netanyahu, es la modernidad

 

6- Continúa la guerra en Ucrania, que sigue careciendo, casi dos años después de su inicio, de una lectura. Carece, incluso, de información, de las imágenes y datos y censos de otros conflictos, y de una explicación fehaciente de tanto gaseoducto boicoteado con costosas técnicas ninja, solo asumibles por Estados. En octubre se inició la guerra entre Hamas e Israel. Y lo hizo con un brutal pogrom. Los inicios son importantes y este dibujó una desmesura absoluta, decidida, que el otro bando abrazó rápidamente y superó, y que prosigue, constante, a través de matanzas inauditas, que se adentran en el crimen de guerra, al punto que, por primera vez –lo que es importante–, Estados occidentales matizan el derecho de Israel a la defensa, desproporcionado, sin mesura alguna. Es una guerra antigua. Una guerra sobre otra guerra, sobre otra y otra. Lo que supone una violencia profunda y acumulada. Pero aporta novedad. Es una guerra iniciada por un grupo integrista. Y aceptada y animada por políticos que, en 1995, celebraron el asesinato de Isaac Rabin y que, desde entonces, crecieron en poder e influencia a niveles parejos a los de la nueva extrema derecha. Esto es, a la GC. Este enfrentamiento entre integrismo y nuevas extremas derechas, capitalizadas por Netanyahu, es la modernidad, la actualidad del conflicto. Y lo que lo hace cegador e incalculable. La buena noticia es que, entre toda esta polarización feroz, necesaria para cruzar tantas barreras, hay sociedad israelí laica y sociedad palestina alejada del integrismo, grupos predispuestos a una solución de los dos Estados. La otra novedad de esta guerra es su deslocalización –como sucede en el conflicto de Ucrania; como sucederá, al parecer, en todos los conflictos venideros– a los puntos candentes de tráfico comercial internacional. No sabemos aún lo que todo este cúmulo de guerras dibuja. Pero sucedió lo mismo, ay, uy, antes de 1914, esa guerra que, una vez leída y dibujada, se vio que finalizó en 1945. Sí, es difícil leer y dibujar guerras, esos charcos de sangre.

 

7- En 2024 Europa, a través de las elecciones europeas de junio, puede asistir a la jubilación –ojo, tal vez definitiva– de la socialdemocracia, y al nacimiento de una convergencia entre la derecha y las extremas-derechas. Ambas cosas supondrían el fin –oficial, mono; el real ya se produjo antes, a gotas desde los 70-80, y a chorro desde la crisis del 2008– de los pactos del 45. Para acceder a todo ello era fatalmente necesaria la victoria de la bicha en Italia, Polonia y España. En 2022 triunfó Meloni. Por KO. La gran noticia es que eso no ha sido posible en 2023 en Polonia y España. En España, se presagiaba una victoria derechista I+D. Lo que sucedió en las elecciones municipales y autonómicas de mayo. Una debacle para las izquierdas, y un triunfo para PP-Vox, partidos que, tan solo con cuatro trazos de GC, arrasaron. Todo apuntaba a una consecuente victoria histórica en las generales. Que no se produjo. Por dos razones. El a) avance de esas elecciones, que se solaparon con la b) formación de ayuntamientos y gobiernos autónomos PPVox –las personas, programas, estéticas y recortes resultantes dieron miedo; mucho–. El PP ganó, en todo caso, esas generales. Pero el cultivo del único juguete del que dispone –la GC–, le impidió los pactos para obtener una mayoría parlamentaria que posibilitara la presidencia de Feijóo. Vox, ese invento de FAES para garantizar investiduras, no cumplió con su función, sino que impidió, precisamente, la investidura. Para garantizar la investidura de Sánchez, fue necesario, a su vez, algo culturalmente inaudito. Algo que nunca había pasado. Exponerse, sin defensa alguna, salvo el azar y la baracca, a la GC, por la decisión de emitir una amnistía que posibilitara los votos de Junts. Junts, un partido de GC, votó por Sánchez. Es decir, ha dejado de emitir GC por un tiempo. Se supone que por poco tiempo, en tanto que ese pacto no existe, es pura GC. A saber: a) no está claro que la amnistía llegue a existir. Y b) no está claro que el uso del catalán siga vigente en el Congreso tras esta etapa. Y c) no está nada claro que el catalán llegue a ser oficial en Europa. Junts, vamos, ha vuelto a la política, en la que permanecerá, de perfil, hasta que así lo considere. Para todo lo demás, GC.

 

8- La amnistía –sumamente improbable, por otra parte– no ha perdido, por ahora, ante la GC de PP-Vox. Es más, hay indicios de fatiga de guerra en PP-Vox. A saber: a) Ayuso ha limitado su participación en la GC. Asesores suyos saben que una GC debe ser sexi, exitosa y divertida. En caso contrario, es un desgaste ridículo. La ausencia de Ayuso en el frente desgasta, por tanto, a Feijóo. Y b) PSOE aprovecha ese desgaste para ampliar la ofensiva cultural, cambiando percepciones, normalizando actos que, sin GC continuada, serían sencillos y triviales, como el apoyo a Bildu en el Ayuntamiento de Pamplona. Que PSOE esté no perdiendo la batalla ante una GC continua se percibe en su habilidad, así como en la escasa habilidad del PP, que por primera vez en años asume que el CGPJ debe ser renovado y que, encima, pide para ello la ayuda de la Comisión. Es decir, la figura de un mediador, de un agente extranjero, que limará por ello el concepto de soberanía nacional, tan preciado para las extremas derechas. Aparte de esa guerra a la GC, ampliando el campo de batalla que debe ser saturado de proyectiles derechistas, el PSOE/Sánchez tiene otra baza para frenar a la extrema derecha. Mucho más opinable: los fondos europeos.

 

El PSOE/Sánchez tiene otra baza para frenar a la extrema derecha. Mucho más opinable: los fondos europeos

 

9- Lo pudo haber hecho el PP, pero es el PSOE el partido que va a gestionar los fondos Next Generation. Se trata de 37.040 M€, de los cuales 24.000 serán gestionados por CC.AA este 2024. Se trata, en términos absolutos, de la mayor cantidad de dinero que llega a España desde los galeones. En 2025, además, empezarán a llegar los préstamos a bajo interés –unos 44.660 M€–, que seguirían en 2026 –con 44.300 M€–. Es una única y última oportunidad. La pregunta es, dos puntos, el PSOE, el primer partido neoliberal de España, el que introdujo esa cosmovisión, ¿posee cultura y herramientas para gestionar la mayor inversión de la historia de manera que repercuta en la riqueza social y en el reparto de oportunidades y riqueza, y de forma que ello frene a la extrema derecha? No lo sabemos. Hay indicios, no obstante. Como el hecho de que Ferrovial, empresa neerlandesa desde este 2023, sea una de las empresas –¿las grandes empresas necesitan esas ayudas?– que más tajada se lleva. Socorro.

 

10- El año que fundó en enero Bolsonaro, finaliza con la excisión, y el consiguiente transfuguismo de diputados, de Podemos. Todo apunta a que puede ser un partido canijo e inviable. Salvo por un dato: se trata de un partido de GC, o punto 3. Sería el segundo partido de GC en la izquierda local, tras ERC, un partido sin nada en las manos, y abocado, por ello, al nacionalismo gore –tras el informe PISA, desastroso para Catalunya, la consellería del ramo echó la culpa a la inmigración; con lo que se dejó de hablar del informe PISA; la GC es infalible en sociedades destrozadas por el neoliberalismo–. Un partido de GC no precisa estructura, ni muchos cargos, muchos menos cuando el partido solo son sus pocos cuadros. Para existir tan solo necesita declaraciones. Incluso absurdas. Solo precisa su capacidad de indignar y de molestar. De existir a través de sus gritos. El periodismo de declaraciones, esa joya patria, esa cascada de hielo, facilita todo ello.

 

11- A pesar del hielo, por debajo de él, pasan cosas. Imposibles, como todo lo que está a punto de ser posible. El agua fresca, por ejemplo, se ha llevado en su corriente a un presi de la Real Federación de Fútbol.

 

12- Si les gustó 2023, les gustará etc.

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