LOS CALADEROS EN LOS QUE
PESCA EL FASCISMO
JUAN
TORTOSA
Jóvenes gritando
durante una protesta ante la Delegación del Gobierno en Barcelona, a 10 de
noviembre de 2023, en Barcelona/ Europa Press
Pescan en aguas revueltas. La desesperación, la ausencia de expectativas o el cabreo con la infame vida que les ha tocado en suerte son el caldo de cultivo ideal para que calen los mensajes ultras. Los desheredados votando ultraderecha conforman una de las paradojas más lacerantes del tiempo que nos está tocando vivir. Si a esto sumamos una generación de jóvenes con tantas ganas de emociones fuertes y aventura como escasez de cultura, nos encontramos entonces con el cóctel perfecto. Una bomba de relojería al servicio de la involución tanto en Europa como en América que anda produciendo estragos desde hace ya un par de décadas. Ahí tenemos fenómenos como los de Bolsonaro, Milei, Orban, Meloni... o Donald Trump, cuyo regreso parece cada vez más inevitable.
Las elecciones
europeas no auguran nada bueno y aquí en nuestro país ahí andamos,
preguntándonos qué demonios hemos podido hacer tan mal como para que exista
tanto joven y tanto pobre abducido por los cantos de sirena de una ultraderecha
heredera de los peores usos y costumbres del franquismo más siniestro.
Entre la variada
tipología de pacientes a los que atienden algunos sicólogos amigos míos se
encuentra, según me cuentan, un perfil que no para de crecer: el de los jóvenes
que votan a Vox porque les incomoda el feminismo o andan convencidos de que los
inmigrantes les quitan el trabajo. Quizás toda la vida ha sido igual, solo que
antes no iban al sicólogo. Forman parte de la carne de cañón imprescindible
para que los proyectos totalitarios acaben triunfando si antes no se percatan
de la estafa de la que son víctimas. Ponen el cuerpo, su futuro y hasta su vida
al servicio de intereses que no son los suyos y cuando se percatan ya es
demasiado tarde. Que decidan ir al sicólogo puede que sea un buen síntoma, pero
desde luego no suficiente.
La historia de la
humanidad se ha construido siempre sobre la sangre de ingenuos que creen a pies
juntillas las mentiras de quienes hacen con ellos lo que quieren. Políticos,
intelectuales y dinero han necesitado siempre de una cuarta pata para conseguir
sus objetivos: la de los desheredados dispuestos a demostrar su adhesión
inquebrantable con aquellos que sepan tocarle la fibra, la de quienes gritan
encantados desfasados himnos que se aprenden de memoria, la de quienes usan pulseritas,
se envuelven en banderas o usan perfiles en redes clamando por una "España
indivisible"... Carne de cañón, como decíamos, para la ultraderecha,
porque la izquierda de nuestro país no parece encontrar la manera de
explicarles que los están engañando, que andan apoyando a quienes los dejarán
tirados a las primeras de cambio mientras los jueces siguen perdonando
corruptos y empurando izquierdistas.
Las izquierdas,
cuya razón de ser es aumentar los derechos sociales y mejorar a vida de la
gente, se están dejando comer la tostada y no reaccionan. Los socialistas
porque nunca estuvieron en eso, y ahora que andan luchando por resucitar el
bipartidismo todavía menos. Y a la izquierda del PSOE porque, sobre todo en los
últimos tiempos, la mayor parte de las energía se les va por las alcantarillas
mientras no dejan de apedrearse entre ellos.
La ciudadanía se ha
quedado sin periódicos, sin radios, sin teles que les cuenten las putadas que
les gastan los poderosos. Les mienten con el mayor de los descaros, les repiten
consignas torticeras que acaban interiorizando sin que nadie les brinde la
oportunidad de contrastar lo que se les dice. Saben que la realidad que viven
está muy lejos de lo que les cuentan, pero los mensajes de quienes tienen la
sartén por el mango son demasiado reiterativos y acaban calando.
De ahí el
desconcierto y la desorientación de muchos de quienes acuden a las consultas de
los sicólogos, sobre todo entre los jóvenes. A algunos políticos se les llena
la boca hablando de salud mental, pero a la hora de la verdad el personal anda
solo y descolocado intentando administrar como puede sus ansiedades y sus
depresiones.
Aumenta el
porcentaje de suicidios entre los menores de treinta años, aumenta la cifra de
quienes solo ven incertidumbre en su futuro y de quienes, empeñados en buscar
emociones fuertes, acaban seducidos por el mensaje y el comportamiento violento
de los fascistas. Las consultas de sicólogos están llenas de gentes que buscan
respuestas que no encuentran en su día a día mientras los políticos se dedican
a debatir sobre el sexo de los ángeles y los medios de comunicación a manipular
como si no hubiera un mañana. Eso es lo que hay.
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