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miércoles, 17 de enero de 2024

EL CÓDIGO DA VILCHES


EL CÓDIGO DA VILCHES

JAVIER HERNANDEZ

Once del once del once.

     Desde las primeras páginas de esta fragua que es de versos, sangre, intriga y suspense, el pasado me volvió a atraer como un imán hacia trece años atrás.

     Hotel Nivaria en la plaza del Adelantado y la presentación que hice a Mariano Gambin de la, por entonces, segunda novela de la saga de Luis Ariosto: El círculo platónico. La fecha fue el 11 del 11 del 11 (11 de noviembre de 2011).

     Aquella novela fue un impacto súbito y me recordó a la novela anterior de Dan Brown, Ángeles y Demonios que pasó en principio sin pena ni gloria hasta que irrumpió con la publicación del best seller, El Código da Vinci, y la rescató del olvido.

     Fue la primera vez que comprendí que el territorio insular era caldo de cultivo creíble para escribir un género narrativo como el thriller. Esa senda la están cruzando actualmente escritoras como Arantxa Rufo o Bibiana Reyes. A ese camino se ha sumado Manuel Vilches con En la fragua del viento, su ópera prima.

     Algo similar me ha ocurrido con esta novela que bebe y es depositaria de muchos de los elementos que hicieron triunfar a El código da Vinci. El enigma que nos encontramos en la trama que articula el autor nos arroja un thriller con mayúsculas. La obra con que nos sorprende Vilches es transversal, tiene el goteo de la sangre sobre el sueño de una victima abatida mientras apenas distingue los últimos latidos de su corazón y el postrero aliento de sus pulmones. El autor tiene entre sus manos una orquesta, lo cuál refleja su poliédrico iter vital que se plasma negro sobre blanco en las páginas de En la fragua del viento: es compositor, cantante, poeta, escritor y dramaturgo. De todas estas variantes, y en su dosis exacta, encontrarás en su lectura.

     ¿Quién es este autor? La respuesta seguramente la tienes entre tus manos mientras lees esta reseña.

     Es esta fragua de versos clave en el desenlace del relato El Médano es un personaje inmaterial que guarda escondido en el olvido del pasado su historia  Cuatrocientos años de mentiras, de poder, y crímenes. La transmutación durante cuatro siglos de los poderes fácticos de la isla. Joaquín, el protagonista de la narración, necesita encontrar un viejo poemario desaparecido que puede contener las claves para desenmascararlos. De nuevo la fragua de versos.

     El tiempo. Sus espacios e intervalos, que corren sin remisión es otro intérprete intangible de esta ficción. Es un protagonista que nos arroja luz en el hondo túnel del pasado. Tiempo en el que se desgrana su vida, como en un reloj de arena. Y los lectores y lectoras irán teniendo pistas para desentrañar la ficción en continuos flasback al pasado del héroe de la narración que interrumpen la acción en curso para presentar los hechos ocurridos en un tiempo anterior que son las pistas de lo que ha sucedido, lo que sucede y lo que sucederá.

     Porque en la overtura desde un cibercafé, y con el máximo apremio, Joaquín escribe todo lo que ha descubierto. De hecho, espera tener el tiempo suficiente para hacerlo, ¿Tiempo? De nuevo los versos, esta vez en la voz de Alan Parsons: tiempo huyendo como un río; tiempo haciéndome señas. ¿Quién sabe si alguna vez nos volveremos a encontrar? Pero el tiempo sigue fluyendo como un río hacia el mar.

     ¿Alguien lo creerá? Porque está convencido de que morirá esa noche. En ese escrito en el ordenador del ciber narra cómo y cuándo empezó todo. Siendo muy joven, y debido a una insensata apuesta, entró en La Casona; una mansión ubicada en el pueblo pesquero de El Médano. El terror que vivió en su interior y, el haber estado tan cerca de las Almas Negras. No tardarán en encontrarle. ¿Debe seguir huyendo o hacerles frente?

     Y regresamos al pasado y al futuro. Porque el principio es siempre el fin.

     En fin.

 

 

 

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