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sábado, 30 de diciembre de 2023

LAS CHICAS MALAS DEL PP


LAS CHICAS MALAS DEL PP

ANÍBAL MALVAR

Una vez descartados mis intentos de entender en profundidad lo que supuso la Movida para la mujer, hoy me desvela el papel que cumplen en nuestra sociedad las chicas malas del PP y Vox como vindicadoras de lo femenino social, falangista y cultural

En los años de la Movida, Joaquín Sabina cantaba que él quería ser una chica Almodóvar “como la Maura y como Victoria Abril”, que mira cómo han terminado.

 

Las chicas Almodóvar cambiaron la percepción sobre la mujer española que tenía el latin-lover. Los varones españoles aun se reían de las gracias de Andrés Pajares y Fernando Esteso con las suecas bikineras de las playas, sin saber que Esteso/Pajares eran ellos.

 

Como hoy los fachas ríen y celebran a Torrente sin percatarse de que Torrente está escrito para mofarse precisamente de su patanería intelectual. Yo creo que Santiago Segura, aun cuando va a lo de Pablo Motos a contar chistes repugnantes, es un pérfido y noble entrista.

 

Ahora se debate mucho sobre si la Movida y el almodovarismo supusieron verdadero avance en la libertad de la mujer española o solo fue el celofán de colorines que hoy se van quitando Alaska, Maura, Abril. Yo no soy muy listo y nunca lo sabré, por mucho que lea.

 

También se discute si la Movida fue, en el fondo, un movimiento de izquierdas o de derechas, un aliento libre del progresismo o un eructo controlado desde el posfascismo. Pero nunca antes el cine español había dejado entrar en casa a nuestra vecina simpática, de provincias y cachonda (María Barranco) a contarnos las tribulaciones subsecuentes a follarse un terrorista moníssimo de la Yihad. Un pequeño paso para la historia del cine, pero un grandécart para la sexualidad de la mujer española.

 

Una vez descartados mis intentos de entender en profundidad lo que supuso la Movida para la mujer, hoy me desvela el papel que cumplen en nuestra sociedad las chicas malas del PP y Vox como vindicadoras de lo femenino social, falangista y cultural. Serán machistas, pero saben feminizar, pues desde hace muchos años no hacen más que amenazar a sus machos.

 

La primera en ser citada ha de ser Isabel Díaz Ayuso. En caso contrario, la Comunidad de Madrid retiraría todas las subvenciones a Diario Red, dádivas que en este espacio breve no puedo cuantificar, pues se cuentan por millardos.

 

De la IDA falangifeminista no se valora una declaración que rompió moldes. Fue la primera mujer de altísimo cargo en nuestra derecha pre y democrática (que vienen a ser lo mismo) que explicitó que gozaba y ejercía una sexualidad libre: “Si una no se quiere encontrar con su ex pareja en Madrid, no lo va a hacer”, señaló ofreciendo un modelo de ciudad a lo Sexo en Nueva York, y quizá olvidando la gran cantidad de mujeres madrileñas que sí se encuentran con sus ex y acaban muertas. Pero esos no son asuntos que preocupen a las chicas almodóvar siglo XXI y con pinganillo, cual nuestra autónoma y autonómica presidenta.

 

A la derecha hembra y macho le encantan las boutades de Isabel. Es como una Mafalda fascista, igual de contestona pero sin atisbo de inteligencia ni empatía, no vaya a ser que ofenda a los nuestros. Una vez le preguntaron que quién era su poeta español favorito, y dijo que Julio Iglesias. A la presidenta de la comunidad de Madrid no se le ocurrió responder Quevedo, nacido en la Villa y Corte. Ni Cervantes, alcalaíno. Ni Ramón Gómez de la Serna, golondrina eterna en los árboles que el PP madrileño está talando en Madrid (leed Cartas a las golondrinas).

 

Mientras Aznar, Rajoy y Feijóo se esfuerzan en hacer parecer que han leído a Machado, y se equivocan en todas las citas, Isabel presume de ignorancia eligiendo a Julio Iglesias como fénix de los ingenios de nuestra poesía. No es casual. No hay nada que más ponga a un fascista que una mujer que desprecia la cultura tanto como él. Es la historia de España, de nuestra monarquía, de nuestra religión.

 

La carrera hacia el triunfo de las chicas malas de derechas empezó sin duda con Esperanza Aguirre, que estuvo a un policía atropellado de descabezar a Mariano Rajoy antes de que lo hicieran Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

 

A su sombra, emergió también la afilada figura de Cayetana Álvarez de Toledo, pero Cayetana había leído y hasta escrito varios libros, y eso la convertía en poco fiable.

 

Cristina Cifuentes no estaba mal como icono de la derecha feminista: lengua muy larga, falda muy corta, motera, algo choni, algo burguesa, obediente aunque dura, fotogenia sensual… Pero le pudo la tentación poligonera y se robó unas cremas en Eroski y unos másteres en la universidad. Fatal descuido. Sobre todo si Soraya Sáinz de Santamaría (la más buena e inteligente de las chicas malas del PP) no te podía ni ver.

 

Diréis que esta aleve columna destila machismo, y estoy totalmente de acuerdo. No me siento capaz de describir el papel de la mujer en la derecha fuera de los parámetros PP/Vox. Es un mundo ajeno e indescifrable.

 

“Prefiero fregar escaleras antes que ser alcaldesa con los votos de EH Bildu”, dijo la ex regidora de Iruña esta semana, Cristina Ibarrola (UPN), después de ser desbancada con una moción de censura. Fregar escaleras. Si hubiera dicho poner ladrillos no se hubiera montado el mismo revuelo.

 

Ibarrola, como navarra y supongo que carlista, es muy tradicional, un poco del Opus e incapaz de comprender la dimensión que le han dado Isabel Díaz Ayuso, Aguirre, Cayetana y Cifuentes al feminismo de derechas. Esa cosa tan inaprensible como el feminismo de la Movida, que no me cansaré de desestudiar por respeto a las mujeres que no se parecen a ellas

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