LLENAR FERRAZ Y PERDER ESPAÑA
ALÁN
BARROSO
Las manifestaciones de estos últimos días han devuelto a la sociedad española un reflejo estrafalario y terrorífico de la derecha más exaltada. Hemos visto cómo comenzaron gritando “puto rojo el que no bote”, siguieron con el “Marlaska maricón” y se coronaron con “la Constitución destruye la nación” aderezado con la espeluznante sintonía fascista del Cara al sol. Pero a pesar de todos los gritos, estridencias y aspavientos lo que realmente estaban clamando con todas sus fuerzas es un “somos incapaces de aceptar un resultado electoral que no nos gusta”.
Es evidente que la
amnistía ya les da absolutamente lo mismo, lo único que les mueve a salir a la
calle y gritar todas esas ridículas consignas hiperventiladas es el profundo
odio que tienen por la izquierda. Por los “putos rojos”. No soportan quedarse
cuatro años más en la oposición. No soportan que gobiernen de nuevo aquellos a
los que tanto odian. Y por eso se inventan cuentos sobre el fin de España, la
destrucción de la nación y las fantasías de siempre.
Estas
manifestaciones, lejos de ayudarles a construir una imagen de alternativa
fiable a un gobierno de izquierdas, han dejado completamente tocada a la
derecha
Llevan desde el
2018 pronosticando todos los males sin demasiado acierto. Y en ese caldo de
odio y resentimiento en el que llevan cociéndose desde que perdieron el
gobierno, fueron sembrando sus manifestaciones de Colón, sus “que te vote
Txapote” y sus constantes menciones a ETA durante la campaña. Cabe destacar que
nada de esto les funcionó electoralmente, igual que tampoco les van a funcionar
ahora estas disparatadas concentraciones amparadas por el dejar hacer del PP y
el llamamiento explícito de Vox. La estrategia de gritar más fuerte que nadie, de
poner carteles ridículos como el de Desokupa y de repetir muchas veces que
somos unos “putos rojos” igual les sirve como desahogo para sus instintos más
primarios, pero desde luego no les va a servir para ganar España.
Estas
manifestaciones, lejos de ayudarles a construir una imagen de alternativa
fiable a un gobierno de izquierdas, han dejado completamente tocada a la
derecha. Mientras de fondo sonaban cientos de voces coreando “Pedro Sánchez
hijo de puta”, “Sánchez y Borbón la misma mierda son” y “España cristiana y no
musulmana”, la derecha española se iba hundiendo cada vez más en un pozo de
decadencia, irrelevancia y sobre todo de absurdidad. Aquellos que tanto se
amparaban en la defensa a ultranza de la Constitución Española, la monarquía y
la legalidad vigente ahora se ponían del lado de aquellos que reniegan de la
legalidad, arremeten contra la Constitución e insultan hasta el propio rey de
España.
Aquí el gran
perdedor es un Partido Popular que se ha metido de lleno en la boca del lobo
amparando unas movilizaciones en la calle que sabían cómo empezaban, pero no
cómo iban a terminar. Y como en el insultar y en el gritar la ultraderecha
siempre va a llevar la delantera, el PP ha sido arrastrado a unas coordenadas
que no esperaban y de las que ahora tienen muy difícil escapar. Desde que
decidieron emplear la estrategia de la calle dos días antes de la investidura
fallida del propio Feijóo hasta las manifestaciones descontroladas de estos
últimos días, el PP ha sido rehén de una mala decisión propia y de una
estrategia que está revitalizando a un Vox moribundo tras las últimas
elecciones. Pero, sobre todo, está arrinconando en la marginalidad a un líder
que soñó con ser capaz de convencer a votantes socialistas moderados de que él
era una buena alternativa a Sánchez y que, hoy por hoy, se ha alejado a años
luz de esa posibilidad aconsejado por las siempre poco prudentes voces de Aznar
y Ayuso.
Las manifestaciones
de la derecha han sido, básicamente, el mejor regalo posible para un gobierno
progresista que todavía no acaba de lograr la investidura pero que tiene un
gran aliciente para convencer a sus recelosos socios. Tan solo tienen que mirar
lo que tienen enfrente. La derecha ha llenado Ferraz, pero ha perdido España.
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