GOBIERNO DE COALICIÓN (CON
PODEMOS) O BARBARIE
Los partidos, esas organizaciones tan
jodidas…
Los
partidos políticos son unas organizaciones peculiares. Como toda organización
compuesta de seres humanos, tiene objetivos, busca maximizarlos, se ordenan con
jerarquías y protocolos, están poblado de envidias, odios, familias
enfrentadas, estrategias competitivas, culturas internas y, como no podía ser
de otro modo, oligarquías mínimas que controlan la organización. La ley de
hierro de Michels es, prácticamente, la única ley de la ciencia política.
Sin embargo, en los partidos, algo que comparten con los movimientos sociales y las asociaciones sin ánimo de lucro, todos los integrantes suelen hablar en nombre del bien común, cosa más rara que se haga desde el BBVA, Iberdrola o Inditex, aunque sus publicistas insistan en presentarles como benefactores de la humanidad. Su razón de ser es la cuenta de resultados. El halo de generosidad de los partidos es, precisamente, lo que más choca cuando se traiciona. El partido tiene que hablar de la nación, la clase, dios, el orden, la paz, el bienestar o cualquier cosa que sea más grande que ellos mismos.
Los
miembros de los partidos no suelen odiar a nadie tanto como a otros miembros
del partido, porque son los que innecesariamente puede romper la estrategia de
otro grupo que quiera hacerse con el poder o marcar el rumbo de la
organización. Alguien que quiera ser candidato y postularse a algún puesto
institucional o dentro del partido, con quien choca, obligatoriamente, es con
otros afiliados como ellos o ellas. Digo, por tanto, innecesariamente desde la
perspectiva de quien se presenta, porque mientras la competición con otras
ideologías es parte del juego obligatorio para que haya democracia, que otros
miembros de tu partido, en tu misma casa, vengan a romperte las pelotas -o las
narices- se convierte en algo intolerable, especialmente para los que odian
perder aunque sea a las canicas. La izquierda siempre ha estado llena de gente
generosa -los más-, pero también de oportunistas mezclados con aprendices de
revolucionarios profesionales, expertos en enredar en las internas. Y como es
en nombre de un “bien superior”, los líderes de los partidos cartelizados,
dicen Katz y Mair, terminan por creerse sus propias justificaciones y querer a
su lado exclusivamente a soldados obedientes.
El “sesgo
de confirmación” del que hablan los psicólogos se multiplica en los partidos, y
si en un sitio se solventa la “disonancia cognitiva” reforzando lo dicho y
hecho, es en este tipo de organizaciones. La primera guerra mundial estuvo
llena de esos generales que llevaron a la matanza a los novatos. Échese una
ojeada a cualquier partido en España -o en cualquier lado- y se verán las
matanzas ejecutadas por todos y cada uno de sus líderes.
De manera
que tenemos la paradoja de que los partidos se ven en la obligación de llenarse
la boca constantemente de “democracia”, al tiempo que hacen todo lo posible
para evitar que la democracia interna tuerza los planes de quienes dirigen un
partido, sea una persona en solitario, un grupito, una Ejecutiva o toda una
asamblea.
Como se
ve en las series donde los ricos se traicionan por controlar la empresa y ser
elegidos CEO (Chief Executive Officer), nadie se escandaliza de las felonías,
marranadas, alianzas imposibles, filtraciones, contratación de detectives,
publicación de fotos comprometidas, denuncias de consumo de drogas, sexuales,
de corrupción o lo que haga falta para hacerse con el poder. Incluso entre
padres, hijos y hermanos. De la categoría amigo, qué decir.
Pero es
que en los partidos no es muy diferente, y es también lo que genera el
alejamiento de la gente normal de la vida partidaria. Porque en una empresa, lo
que manda es el beneficio, y todo se entiende si se garantiza el beneficio.
Pero en un partido hay que mantener la legitimidad y respetar la opinión de ese
combustible, los militantes y votantes, que necesitan entender por qué dedican
parte de su tiempo a mejorar, supuestamente, la vida de la sociedad. Porque no
hay cargos para todos los militantes y, por tanto, necesitan algo de mística
para seguir participando. Cuando en las organizaciones sin ánimo de lucro se
pierde la mística, como ocurrió con los legionarios de Cristo al saberse que su
fundador, el padre Maciel, era un pederasta depravado, el combustible, que son
los afiliados, los inscritos, los miembros, los militantes, los seguidores, los
votantes, se evapora.
Como
problema añadido, los partidos, además, están sometidos al corto plazo de las
elecciones -las que sean-, lo que les hace estar por lo común en “posición de
guerra”, urgidos, dejando siempre lo importante por culpa de lo urgente. Los
partidos son un tipo de organización que difícilmente pueden pensar en el largo
plazo.
¿Es lógico lo que está pasando en la
izquierda española?
La
situación a la izquierda del PSOE recuerda trágicamente a aquella conocida
portada de Gila en Hermano Lobo donde uno le pide a un paisano que deje de
acuchillar a una persona y el otro le contesta que deje de llamarle asesino.
Visto que
los partidos, cada uno por sus razones, no parecen funcionar como canales de
comunicación con sus militantes, el debate se traslada a los medios y las
redes, que son espacios proclives a seguir enervando al personal y azuzando la
ira. A menudo con perfiles anónimos.
Hay
quienes quieren dilucidar cuándo se rompió el amor, pero el amor, me temo,
nunca existió. Porque, como decía, en los partidos lo personal pesa más de lo
que sería sensato. En una empresa puedes hacer pactos con el diablo, y en un
partido puedes pactar con Satanás siempre y cuando sea de otro partido, pero en
las internas no se hacen prisioneros.
Cuando
los líderes fuertes de un partido dejan su cargo, no dejan en herencia sus
equilibrios. En el caso de Podemos, no solamente no se cedieron los
equilibrios, sino que se dejó un desequilibrio que hoy baja rondando por la
montaña arrastrando árboles, arbustos, chozas y cuanto encuentre en el camino.
Incluidos compañeras y compañeros. La falta de cultura interna democrática,
propia de partidos jóvenes que no han tenido tiempo de aprender los protocolos
de la convivencia partidaria -que existen en partidos más veteranos- alimenta
la bestia. Y el toma y daca continúa.
¿Que
Podemos sopesa ir en solitario a las europeas? -algo sensato e insensato al
tiempo, porque los morados necesitan decirle de una vez a Sumar cuántos votos
tienen pero, al tiempo, ir separados puede ser la debacle final-, pues Sumar
amenaza con dejar a Podemos fuera del Gobierno. ¿Que Sumar veta a Irene
Montero? Pues Ione Belarra le organiza un encuentro político de reivindicación
diciendo que lentejas y que le devuelva, con todas las de la ley, el rosario de
su madre. ¿Que Sumar no entrega ninguna portavocía en el Parlamento a Podemos?
Pues Podemos reclama su soberanía al margen del grupo parlamentario de Sumar y
amenaza con hacer valer sus cinco diputados. Todos con sus razones, todos cada vez
más fragmentados. El Frente Amplio de Uruguay, que lleva medio siglo rodándose,
empieza un año antes las conversaciones para presentarse a las elecciones. Un
año para debatir. País de pandereta esta España de la gresca y la tortilla con
cebolla o sin cebolla.
La consulta de Podemos sobre la
investidura
Los que
reprochan a Podemos que haga una consulta a sus bases acerca de la investidura
no terminan de entender el escenario. Alguno habrá hecho el reproche porque no
ha entendido nada y otros habrá sido porque siguen insistiendo en que Podemos
desaparezca. Sería bueno que se lo pensaran, porque el ataque constante a la
formación morada solo sirve para debilitar a todo el bloque de izquierdas. ¿Por
qué no es un problema la consulta en otros partidos y sí lo es en Podemos?
Además, cuando el verdadero problema es que no haya consulta. ¿Qué democracia
es esa? Si Podemos renunciara en algún momento a escuchar a sus bases, mejor
sería que se disolviera.
Es
importante que las bases moradas eviten votar sobre la investidura desde el muy
sentido y comprensible cabreo. Demasiados errores de Sumar tienen a los
inscritos razonablemente indignadas (ninguneos, vetos, dejarles sin
portavocías, no reunirse, falta de visibilidad…). ¿Alguien en su sano juicio
puede explicar por qué a día de hoy no se seabe aún si Podemos va a estar o no
en el Gobierno? Quien esté decidiendo este desencuentro se está equivocando de
cabo a rabo. ¿De verdad que no hay diálogo entre Podemos y Sumar? ¿Y quieren
Podemos y Sumar que les vote el pueblo?
Explica
la ciencia política que un problema de la democracia electrónica es que prima
más la decisión que la deliberación. Vamos, que no conviene tomar grandes
decisiones en un atasco. Es mejor contar hasta diez y luego depositar el voto.
Porque,
como se está queriendo explicar, si los cinco diputados morados votan No porque
así lo deciden los inscritos, Pedro Sánchez no será Presidente en primera
vuelta y no habrá, en primera vuelta, gobierno de coalición. Imagino la fiesta
esa noche de los titanes del pensamiento que se están manifestando cada noche
delante de la sede del PSOE en Ferraz.
En la
segunda vuelta, tendríamos con el No a los 171 de PP+VOX+UPN y, se abre la
incertidumbre, ¿también los cinco de Podemos? En las redes se está inflamando
esa apuesta por el No. Demasiada ira acumulada. Aunque las redes son solo eso,
las redes. Entonces, si llegaran a sumarse, serían 175 de la derecha más
Podemos, frente a los 174 que apoyarían al gobierno presidido por Sánchez y
todos los demás partidos que le apoyan. Podemos, en ese caso, habría firmado su
acta de defunción.
Otra
posibilidad es que se abstuvieran. Sánchez sería Presidente con 174 votos
frente a 171. Con lo cual Podemos, definitivamente, no estaría en el Gobierno,
acelerándose igualmente su crisis. Yo no jugaría con fuego ni al ajedrez
aleatorio, que sirve más para promocionar una consultora que para ganar unas
elecciones. Si Podemos hace naufragar el Gobierno de coalición, no se lo van a
perdonar sus votantes. Y que simplemente se esté considerando, ya golpea a la
credibilidad de los morados.
Pediría a
los que apuestan por el No que escucharan fuera de sus espacios cotidianos y de
la cacofonía de las redes y sus opinadores anónimos. Porque si Podemos no está
en el Gobierno, es como si no existiera, aunque Canal Red multiplicara su
influencia por diez. ¿Recordamos lo que pasó en Madrid cuando Podemos decidió
no presentarse tras la traición de Errejón y la torpeza de Manuela Carmena? Si
Podemos no rema para que el Gobierno tenga éxito y gobierne para las mayorías,
no va a recuperar nunca el voto que tuvo y perdió.
Y si
Podemos, en la desesperación, une su suerte a las fuerzas de izquierda
independentista, igualmente desaparecerá, abducida. Al votante de Podemos les
caen simpáticos Bildu y ERC, pero Bildu y ERC, como partidos, quieren los votos
de Podemos. En esa oposición estuvo siempre Izquierda Anticapitalista. Y no
está en el disco de grandes éxitos de la izquierda.
Podemos tiene que estar en el gobierno de coalición. Nació para eso, no
para denunciar, cosa que hace con capacidad excelsa. Aunque tenga toda la
razón, si no hace política, no será vista como una herramienta útil. La
responsabilidad no es sólo de Yolanda Díaz, sino también de Pedro Sánchez. ¿Es
que no es evidente el maltrato a Podemos? Podemos tiene que demostrar a España
que es útil, igual que lo está siendo con la postura valiente de Ione Belarra
con Palestina. Un Podemos útil tiene más posibilidades de seguir preparándose
para ganarse el puesto de nave nodriza del Frente Amplio que todavía no existe.
Hay heridas, y duelen (¿les cuento las mías? Que apenas ahora se está sabiendo
que el lawfare empezó contra mí con Cristobal Montoro). Pero Podemos está
haciendo política. Nació como partido político para eso. Y Podemos es más
importante para nuestro país que los dolores personales. Por eso invito a los
inscritos a que entren en https://participa.podemos.info/es,
piensen despacio, conversen con la gente que quieren, amplíen un poco el radar,
reflexiones sobre el país que queremos y el que no queremos, y voten. Seguro
que escogen el Sí.
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