AZNAR, ESE GRAN
ASESOR POLÍTICO
POR SATO DÍAZ
Jefe de Política en Público
La semana se encamina a su fin con una gran paradoja. España es, en sí, un país paradójico. Su estructura
económica, su clima, su paisaje, su sentido del humor, sus culturas, su
historia y, sobre todo, su política son elementos, en muchas ocasiones,
contradictorios. Contrastes barrocos. Los tiempos acelerados que vivimos
agudizan estas tensiones entre lo que ocurre y lo que parece ocurrir. España y
sus paradojas.
Esta semana, un buen ejemplo de ello. Pedro Sánchez ha conseguido sumar al Junts de Carles Puigdemont a la mayoría que está llamada a apoyar a un nuevo Gobierno de coalición tanto en su investidura como en el desarrollo de la legislatura. Con este acuerdo signado en Bruselas entre el secretario de organización socialista, Santos Cerdán, y el secretario general de Junts, Jordi Turull, dan los números que deberían garantizar estabilidad política para los próximos años. Al PSOE le sobran, incluso, diputados. Ahora mismo cuenta con 179 votos a favor (PSOE, Sumar, ERC, Junts, EH Bildu, PNV, BNG y CC) y 171 en contra (PP, Vox y UPN).
Aquí está la gran paradoja de la semana. La política sigue su normalidad
institucional mientras se expande la sensación de que nos encontramos en un
momento de gran desestabilización política y social. Habrá
debate de investidura la próxima semana, los días 15 y 16 de noviembre, en los
términos recogidos en la Constitución. Previsiblemente, Sánchez será elegido
presidente por el Congreso en primera votación, el jueves, con mayoría
absoluta. Se conformará Ejecutivo, se diseñará su estructura y ministerios y
serán anunciadas las personas que se pondrán al frente de las distintas
carteras en los próximos días. Se empezará a hablar de unos nuevos
presupuestos, aunque quizás los plazos van demasiado ajustados para lograr unas
cuentas nuevas para el próximo año…
El conflicto catalán queda, tras los acuerdos del PSOE tanto con Junts como
antes con ERC, a expensas de encontrar una solución dentro de una hoja de ruta
delimitada en la institucionalidad y encuadrada en el diálogo. El año que viene
habrá elecciones vascas, gallegas y europeas y la ciudadanía podrá volver a
expresarse en las urnas y plasmar sus posicionamientos políticos. Los datos
económicos y de empleo son positivos en comparación con las tendencias de otros
países de la UE… Y, sin embargo, ante esta estabilidad real, se expande, como
decimos, la alucinación de que todo se va a pique. Pero España ni se hunde ni se rompe.
Ya es un clásico que, ante cualquier avance hacia una resolución política
del conflicto territorial entre el Estado y Catalunya, las derechas
españolistas rujan y aumenten los decibelios del debate público sin que ello
conlleve, automáticamente, una consecuencia palpable en la política real. Desde
junio de 2018, cuando Mariano Rajoy se despidió de la Moncloa, el Gobierno del
Estado se apoya en una mayoría progresista y
plurinacional en el Congreso pese a las grandes broncas protagonizadas
por la derecha, bien sean por el relator, ora la mesa de diálogo, ora los
indultos a los dirigentes independentistas o, en estos momentos, la amnistía.
Mucho ruido, pocas nueces, que diría William Shakespeare.
El PP tiene un problema y se llama Vox, lo hemos analizado en distintas
ocasiones. Con el partido ultra como principal aliado, el de Alberto Núñez Feijóo tiene imposible entenderse
con las derechas nacionalistas vascas y catalanas. Y sin ellas es muy compleja
una aritmética para gobernar España, como se ha visto en los últimos cinco
años. El nacionalismo español es incompatible y excluyente con otros
nacionalismos periféricos que también se dan en el Estado
español.
Este
nacionalismo tiene muchos sectores diferentes en su seno, como se está
evidenciando estos días en el zoo en el que se están convirtiendo algunas de
las manifestaciones que se suceden en las sedes del PSOE. Algunos de estos
fragmentos son más pintorescos que otros. En las algaradas nocturnas de las
derechas se encuentran Cayetana Álvarez de Toledo con Santiago Abascal, Hermann
Tertsch con los Ultrasur, la Falange con Esperanza Aguirre, Hogar Social con el
Frente Atleti…
José
María Aznar es el hombre que mejor puede
representar a todos estos sectores y a los realmente influyentes en la vida
política y social del país. Más allá de excentricidades, PP y Vox cuentan con
amplios apoyos en el denominado deep state. Una
judicatura conservadora, buena parte de los mandos militares y policiales, unos
medios de comunicación de derechas con sede en la mayoría de los casos en
Madrid regados con dinero público… Aznar, en coordinación con la presidenta
autonómica madrileña, Isabel Díaz Ayuso,
son buenos portavoces de este crisol de personas e intereses a los que les une
ese nacionalismo español.
Feijóo
acepta impasible que el expresidente le marque el camino. Aznar dijo hace unos
días, para hacer frente a la amnistía: «El que pueda hacer, que haga, el que
pueda aportar, que aporte, el que se pueda mover, que se mueva». Y Sánchez logra
179 diputados. Aznar, ese gran asesor político. Aunque no está claro si asesora
para llevar al PP al Gobierno o para señalarle cómo debe de ser la oposición
que el partido de Génova realice a Sánchez.
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