La obscena competición entre El
Hierro y Lampedusa
LUCILA RODRÍGUEZ-ALARCÓN
ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, en la
sesión de control al Gobierno este miércoles en el Congreso. EFE/Kiko Huesca
Hace 10 años que se hundían dos embarcaciones frente a la isla de Lampedusa y morían o desaparecían unas 300 personas. A los periodistas les gustan las fechas emblemáticas para contar las historias. Las recientes llegadas a la isla del mediterráneo, de nuevo algo significativas después de años de cierta calma, propiciaron la creación de este aniversario sin sentido. Si nos ponemos serias, deberíamos remontarnos a 2011, cuando se hundió la primera embarcación en Lampedusa llevándose a 300 personas con ella: ese sería rigurosamente el primer gran naufragio de migrantes en esa isla. Pero ya puestas, también podríamos remontarnos a 2009 y recordar los tres grandes naufragios frente a las costas de Libia, donde perdieron la vida casi un millar de personas. Podríamos ir más allá y remontarnos a la llamada ‘crisis de los cayucos’, cuando la ruta por Canarias se convirtió en la única posible de todo África, porque las demás estaban bloqueadas por la guerra de Irak. Las embarcaciones iban desbordadas y sin duda miles de personas perdieron la vida sin que exista siquiera constancia de ello.
El
mayor naufragio del que se tiene constancia tuvo lugar en 2015, cuando más de
800 personas perdieron la vida en un único hundimiento. Muy poca gente recuerda
ese horror, de lo normalizada que tenemos la muerte en masa de personas
intentando cruzar el Mediterráneo. Y 800 son muchísimas personas. Son, por
ejemplo, muchas más de las que han muerto jamás en un accidente aéreo. Ese
mismo año murió el pequeño Aylan. Eso no se olvida. Pero nadie recuerda que con
él murieron su hermanito mayor, que tenía cinco años, y su madre.
Se
pensarán que me sé todas estas fechas y cifras porque me dedico a esto. Y no es
del todo así. Del hundimiento de 2015 me acuerdo porque mi compañera Sonia Ross
me recordó hace un par de años que ese fue el desencadenante para la creación
de la organización Stop Mare Mortum, uno de los proyectos
comunitarios sobre migraciones más bonitos que existen. El resto de las cifras
vienen de una tabla que pueden ver al final de este artículo y que
desarrollamos la semana pasada para escribir el reportaje inevitable sobre los diez años de Lampedusa para este diario. El número elevadísimo de
hundimientos con más de un centenar de muertos que han tenido lugar en los
últimos años es espeluznante. Pensar en términos de vidas truncadas, de
hermanos, madres, tías, amigos muertos, o lo que es peor, desaparecidos, es tan
abrumador que casi quita la respiración.
E
inmersas en esa desazón, de repente Lampedusa se esfuma porque aparece una
nueva crisis, más cercana a nuestras costas, más interpretable, más utilizable
como arma arrojadiza: la isla de El Hierro, de unos 11.000 habitantes, recibe
más de 2.000 llegadas en una semana. Entre las embarcaciones está el cayuco con mayor número
de personas que se recuerda, con 270 supervivientes a bordo. Cada vez hay menos embarcaciones con más personas
dentro en la denominada ruta occidental. Así se incrementan los riesgos de
tener grandes catástrofes con hundimientos que se llevan por delante varios
centenares de personas.
Nuestro
ministro del Interior declaraba este lunes en Bruselas que no iba a permitir
que El Hierro se convierta en la nueva Lampedusa. No sabemos con certeza si su
plan será mejorar las labores de rescate en la zona de cruce para evitar
accidentes letales con grandes pérdidas de vidas humanas. ¿Se imaginan qué
fantasía? Pero parece que más bien lo que podría tener en mente es incrementar
la financiación a los gobiernos de dudosa calidad democrática que hacen
frontera marina con nuestras costas y pedirles que usen todos los medios a su alcance
para evitar que las personas salgan. "Un trabajo importante en la
prevención" para "evitar las salidas", dice. Es impresionante
que le pidamos que eviten las salidas a los gobiernos –francamente
cuestionables– de estos países, indudablemente empobrecidos, y que son los
responsables de que sus ciudadanos tengan que irse. Es demoledor que nuestro
gobierno cuanto menos intuya que los medios utilizados por esos países incluyen
los asesinatos de personas, las vejaciones, los destrozos físicos, los abandonos
en sitios letales como desiertos y mares y, no solo le de igual, si no que
encima lo financie. Lo financie con nuestro dinero. Como se financian los
medios de control que se aplican en Lampedusa y que acaban derivando en grandes
naufragios en los que mueren centenares de personas.
Es
inaceptable que nuestros gobiernos hagan competir a Lampedusa y El Hierro de
esta forma, que de lo que se trate es de a ver quien consigue evitar con más
fuerza la llegada de inmigrantes a toda costa. Estamos contando la Historia con
un sesgo tan espantoso que no sé cómo vamos a ser capaces de mirarla a la cara
en un futuro. En fin.
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