LA DERECHA NO TIENE OBLIGACIÓN
DE SER CAVERNÍCOLA
JUAN
TORTOSA
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo
(c), durante una reunión del comité de dirección del partido. EFE/Tarek
Alguna vez, digo yo, ha de ser posible que exista una derecha decente en España. Porque seas de derechas no tienes la obligación de corromperte ni trincar comisiones o sobresueldos ¿o sí? Porque seas de derechas no tienes que mentir por sistema, no tienes que desacreditar a quien no piensa como tú, no tienes que defender a ultranza el machismo que no conseguimos sacudirnos ni tampoco aliarte con los trogloditas que lo alimentan, los mismos que niegan la violencia de género y los derechos de la mujer.
Porque seas de
derechas no tienes obligación de ser racista, ni mucho menos negarle el pan y
la sal a quienes huyen de la miseria en su país de origen y contribuyen con su
trabajo aquí a la prosperidad de quienes los criminalizan. En ningún sitio está
escrito que ser de derechas obligue a quitar de las calles o de las bibliotecas
los nombres de quienes pensaron diferente pero dotaron a este país de prestigio
con su arte, con su trabajo, con sus ideas... Porque seas de derechas no tienes
que empeñarte en mantener los privilegios de la Iglesia, ni tampoco la
monarquía.
Derecha no tiene
por qué ser sinónimo de crispación. Las personas de derechas que nos
representan en las instituciones no tienen por qué dedicarse a insultar al
adversario en lugar de argumentar, confrontar de manera civilizada e intentar
ganar los debates y las elecciones sin meterle el miedo en el cuerpo a la
ciudadanía. El independentismo es legítimo, la defensa de los usos, costumbres
e idiomas de cada territorio es legítima y constitucional. Lo saben de sobra,
¿por qué lo ignoran entonces?
Ser de derechas no
obliga a olvidar nuestra historia, ni a repetir los mismos errores que no hace
demasiado tiempo llevaron este país a la ruina. Las personas de derechas,
aunque ellas se empeñen tantas veces en lo contrario, pueden ser también
civilizadas, bien habladas, pueden llegar a acuerdos. Que sí, señor Feijoó; que
sí, señora Ayuso.
Un partido de
derechas que apostara por sacudirse el fascismo de sus pactos políticos, que
reconociera la riqueza que supone tener un país tan diverso en lugar de
machacar los anhelos de buena parte de la ciudadanía sería una formación
política que, además de contribuir a que nos proporcionáramos entre todos una
convivencia con menos estrés, con menos histerias, con menos exabruptos, sin
duda podría acabar convenciendo a más gente para que lo votara.
Cuando el actual PP
sale a la caza de votos en las elecciones o, una vez celebradas estas, a la
búsqueda de escaños que sumen para gobernar, a día de hoy solo cuenta con el
soporte de los ultras para conseguirlo. Estoy seguro que en el seno de la propia
formación, y entre las muchas mentes pensantes que conectan y simpatizan con
ella, saben buscar una manera de hacer las cosas más productiva para sus
intereses.
Permítanme que
insista: la derecha en nuestro país no tiene obligación de ser cavernícola.
Seguro que, si quisieran, podrían conseguir parecerse a los civilizados
partidos de derechas de otros países europeos, seguro que sabrían cómo huir de
tentaciones trumpistas, cómo no alinearse con quienes hablan de "volver al
combate" tratando así como enemigos a quienes no piensan lo mismo que
ellos. A ver cuándo asumimos que en política lo que existen son
adversarios; si hay quien piensa que
somos enemigos... mal vamos.
Si el Feijoó que
hace menos de dos años aterrizó en Madrid como mesías de la derecha hubiera
entendido esto, no andaría ahora en la patética y ridícula situación en que se
encuentra. No habría sembrado los vientos que le llevan estos días a recoger
tempestades. Los partidos políticos que no quieren hablar con el PP lo hacen
porque han sido vituperados, insultados y hasta criminalizados por Feijoó y
quienes aún parecen alineados con él pero andan ya con los cuchillos afilados
en el cajón esperando el momento oportuno para sacarlos. No, señor, no hay por
qué adoptar el lenguaje de los frentistas y los intolerantes para pilotar un
partido de derechas.
Se puede ser de
derechas y no por ello dejar de reconocer el mérito que en estos últimos cuatro
años tuvo el Gobierno de coalición para sortear los contratiempos más duros con
los que un ejecutivo ha tenido que enfrentare aquí en muchas décadas. Se puede
ser de derechas y valorar las mejoras sociales que hicieron más llevaderos
estos tiempos difíciles a buena parte de la ciudadanía. Se puede ser de
derechas y luchar contra las injusticias, se puede ser de derechas y no por
ello abandonar a su suerte a quien no tiene la fortuna de poder pagarse sus
necesidades básicas.
Una derecha decente
no tiene por qué dar el miedo que da este PP. Feijoó ha perdido su oportunidad
pactando en ayuntamientos y comunidades autónomas con el mismo partido que dijo
que, si gobernaban, incendiarían Catalunya y eliminarían la España de las
autonomías. Mirar hacia el fascismo no era ni puede ser nunca la opción. Ese ha
sido el peor error que ha de llevar a cuestas el "candidato" durante
este mes de septiembre que tiene pinta de convertirse para él en un calvario
interminable. ¡Qué lejos está aún el día 26!
J.T.
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