ESTA LACRA ABOMINABLE
PATROCINIO NAVARRO
VALERO
Los asesinatos a mujeres de toda edad y condición, violaciones en grupo, desapariciones, tratas, matrimonios de niñas, explotación y esclavitud sexual, ablación del clítoris, prohibición de vestir con libertad, asistir a escuelas y universidades, o caminar solas por las calles, hablar con hombres que no sean de su familia, explotación laboral, prohibición de tener relaciones sentimentales con hombres que no sean de su religión o entorno – y de seguro que esta lista no termina aquí- muestra una de las caras más aberrantes de nuestro mundo en todos los puntos cardinales, en todas las culturas, religiones y clases sociales.
Por ser tan
abrumadoramente cotidiana esta lacra mundial
se ha llegado a ese punto en que ya no se puede ni se debe soportar más
tanta agresión. No bastan ya los minutos de silencio que acompañan a las
mujeres asesinadas por sus parejas. No son suficientes las medidas oficiales
para proteger, ni las denuncias. Todo eso está bien, pero no es suficiente,
porque lo que urge como nunca es un cambio de conciencia ética colectiva, una
ola social feminista en las calles, acción sindical en los trabajos y el
trabajo educativo a gran escala junto a la persecución sin miramientos a toda
esa asquerosa industria pornográfica que llena
internet impunemente.
Igual se trate del
supuestamente civilizado y cristiano occidente, que del supuestamente religioso
mundo musulmán o hindú o de los países africanos o latinos con sus diversas
religiones y tradiciones, a las mujeres se les sigue matando, prohibiendo y
colocando al nivel de un animal útil del que el macho se siente propietario, y
al que hay que mantener bien amarrado para evitar que olvide su condición de
persona de segunda clase o esclava bajo severas penas, incluido el asesinato. Las matan porque son
suyas y no pueden tolerar perder esa valiosa propiedad con la que se puede
hacer lo que se quiera como con toda propiedad personal. Y es que para los
machistas el certificado matrimonial certifica eso: la propiedad sobre una hembra.
Cualquiera diría
que los hombres hemos sido paridos por bestias, no por madres humanas, y ni aún
así se podría entender la frecuencia con
que a las mujeres en todas partes
se les dé peor trato que a las mascotas de casa. ¿Cómo es posible descender a este nivel depravado de conciencia?
¿Será, se pregunta
uno dentro de la perplejidad ante estas conductas inhumanas, que la falta de
cultura o la pobreza son capaces de crear
tales engendros machistas? Pues
no va por ahí. Con independencia de clase social o nivel cultural, de razas o
religiones, en unos u otros países se halla instalada y con arraigo alguna o
muchas de estas formas abyectas y criminales de barbarie machista. Y uno se
avergüenza de este género humano y de su propio machismo con el que ha tenido
que luchar para sacudirse el aprendizaje y
del que aún tiene rastros inconscientes, porque casi todos procedemos de
familias donde también la mujer ha terminado por aceptar el machismo y se ha
convertido en educadora fatal para sus descendientes. Porque, amigos, este es un problema heredado
al que no es fácil combatir: vivimos inmersos en sociedades machistas, con
instituciones machistas, en culturas políticas y religiosas machistas. En
Iglesias, ejércitos, órganos judiciales, ministerios o empresas, las mujeres son menos o no están,
pero si están suelen tener menor relieve o ninguno y hasta han de cuidarse de los jefes “por si
acaso”. Por si acaso acosan.
¿Cómo hemos podido
llegar hasta aquí? ¿Cómo entender esto sin que las neuronas chisporroteen? Indudablemente hay un proceso como en todo, y
en el devenir de la historia económica y política, la búsqueda de poder y
`propiedad han desencadenado guerras
interminables, y eso tiene mucho que ver con la mujer como madre.
La mujer ama a sus
hijos varones y no desea que los maten en una guerra o los exploten. Estamos
entones ante un elemento perturbador, un obstáculo emocional que no favorece a
la propiedad privada y al poder que la controla. Propiedad privada exige guerra
y explotación laboral, así que la mujer no es, no puede ser aliada natural del Sistema. Y ya sabemos cómo
piensa el Sistema patriarcal: Conmigo o contra mí.
Controlar a la
mujer es, digámoslo con toda crudeza, socialmente necesario para el capitalismo
y la existencia de la propiedad privada
y buscan razones para justificar la depravación. Una está en la Biblia: el mito de Eva, esa
malvada que seduce al varón puro de corazón para apartarla de Dios y del Edén.
Una criatura infernal que padres de la Iglesia como Pablo, Agustín o Tomás de
Aquino ( santos, como es natural) rebajaron a la categoría de humana sin alma y
a tentadora maligna. Esto caló tanto en el imaginario colectivo católico que
las mujeres nunca tuvieron otra opción dentro de la Iglesia que la de limpiar
altares o la de ser amantes secretas de los clérigos. Todo el poder al macho.
Por eso el Sistema siempre anda arrastrando los pies ante los movimientos feministas.
Con estos dobles supuestos, el de la propiedad y el de su terrible peligrosidad moral, la mujer quedó a
los pies de los caballos de la historia humana.
Aún así, los machistas reconocen,
aunque sea para ellos un secreto inconfesable- que abundan las mujeres inteligentes, creativas, habilidosas, especialmente sensibles, limpias y ordenadas, abnegadas y capaces en todo. Al
machismo estas cualidades le sobresaltan en extremo por miedo a verse derribado
de su falso pedestal por una competidora de otro sexo que reivindica su
condición de igual, y los defensores del patriarcado han ido poniendo todo tipo
de trabas a la existencia de una mujer que escribe, pinta, esculpe; a la mujer científica o capaz de realizar
actividades que pocos varones son capaces, por lo que a menudo han tenido que
esconder sus obras o firmarlas con nombres de varón, y hasta vestir como uno de
ellos para poder realizar su vocación. Y aunque se nos objete y para terminar
este artículo, que existen mujeres en
todas las instituciones y trabajos, invito al lector a observar cual es
su papel y si este ayuda a combatir el sistema que ha creado el machismo o le
sirve para confirmarlo. De poco nos sirve una mujer soldado, ministra de la
guerra, banquera o dueña de un prostíbulo. Podrá servirnos únicamente una mujer libre y revolucionaria,
las ha habido y las habrá, pero ya
sabemos lo que pasó a tantas y con lo
que tienen que vérselas.
Imagen de portada:
Cecilia Zamudio
No hay comentarios:
Publicar un comentario