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lunes, 4 de septiembre de 2023

ESTA LACRA ABOMINABLE

 

ESTA LACRA ABOMINABLE

PATROCINIO NAVARRO VALERO

Los asesinatos a mujeres de toda edad y condición,  violaciones en grupo, desapariciones, tratas, matrimonios de niñas, explotación y esclavitud sexual, ablación del clítoris,  prohibición de vestir con libertad, asistir a escuelas y universidades,  o caminar solas por las calles,  hablar con hombres que no sean de su familia, explotación laboral,  prohibición de  tener relaciones sentimentales con hombres que no sean de su religión o entorno – y de seguro que esta lista no termina aquí- muestra una de las caras más aberrantes de nuestro mundo en todos los puntos cardinales, en todas las culturas, religiones y clases sociales.

 

Por ser tan abrumadoramente cotidiana esta lacra mundial  se ha llegado a ese punto en que ya no se puede ni se debe soportar más tanta agresión. No bastan ya los minutos de silencio que acompañan a las mujeres asesinadas por sus parejas. No son suficientes las medidas oficiales para proteger, ni las denuncias. Todo eso está bien, pero no es suficiente, porque lo que urge como nunca es un cambio de conciencia ética colectiva, una ola social feminista en las calles, acción sindical en los trabajos y el trabajo educativo a gran escala junto a la persecución sin miramientos a toda esa asquerosa industria pornográfica que llena  internet impunemente.

 

Igual se trate del supuestamente civilizado y cristiano occidente, que del supuestamente religioso mundo musulmán o hindú o de los países africanos o latinos con sus diversas religiones y tradiciones, a las mujeres se les sigue matando, prohibiendo y colocando al nivel de un animal útil del que el macho se siente propietario, y al que hay que mantener bien amarrado para evitar que olvide su condición de persona de segunda clase o esclava bajo severas penas,  incluido el asesinato. Las matan porque son suyas y no pueden tolerar perder esa valiosa propiedad con la que se puede hacer lo que se quiera como con toda propiedad personal. Y es que para los machistas el certificado matrimonial certifica eso: la propiedad sobre  una hembra.

 

Cualquiera diría que los hombres hemos sido paridos por bestias, no por madres humanas, y ni aún así se podría entender la frecuencia con  que a las mujeres en todas  partes se les dé peor trato que a las mascotas de casa. ¿Cómo  es posible descender  a este nivel depravado de conciencia?

 

¿Será, se pregunta uno  dentro de la perplejidad ante  estas conductas inhumanas, que la falta de cultura o la pobreza son capaces de crear  tales engendros machistas?  Pues no va por ahí. Con independencia de clase social o nivel cultural, de razas o religiones, en unos u otros países se halla instalada y con arraigo alguna o muchas de estas formas abyectas y criminales de barbarie machista. Y uno se avergüenza de este género humano y de su propio machismo con el que ha tenido que luchar para sacudirse el aprendizaje y  del que aún tiene rastros inconscientes, porque casi todos procedemos de familias donde también la mujer ha terminado por aceptar el machismo y se ha convertido en educadora fatal para sus descendientes.  Porque, amigos, este es un problema heredado al que no es fácil combatir: vivimos inmersos en sociedades machistas, con instituciones machistas, en culturas políticas y religiosas machistas. En Iglesias, ejércitos, órganos judiciales, ministerios o  empresas, las mujeres son menos o no están, pero si están suelen tener menor relieve o ninguno  y hasta han de cuidarse de los jefes “por si acaso”. Por si acaso acosan.

 

¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí? ¿Cómo entender esto sin que las neuronas chisporroteen?  Indudablemente hay un proceso como en todo, y en el devenir de la historia económica y política, la búsqueda de poder y `propiedad  han desencadenado guerras interminables, y eso tiene mucho que ver con la mujer como madre.

 

La mujer ama a sus hijos varones y no desea que los maten en una guerra o los exploten. Estamos entones ante un elemento perturbador, un obstáculo emocional que no favorece a la propiedad privada y al poder que la controla. Propiedad privada exige guerra y explotación laboral, así que la mujer no es, no puede ser  aliada natural del Sistema. Y ya sabemos cómo piensa el Sistema patriarcal: Conmigo o contra mí.

 

Controlar a la mujer es, digámoslo con toda crudeza, socialmente necesario para el capitalismo y la existencia de la propiedad privada  y buscan razones para justificar la depravación.  Una está en la Biblia: el mito de Eva, esa malvada que seduce al varón puro de corazón para apartarla de Dios y del Edén. Una criatura infernal que padres de la Iglesia como Pablo, Agustín o Tomás de Aquino ( santos, como es natural) rebajaron a la categoría de humana sin alma y a tentadora maligna. Esto caló tanto en el imaginario colectivo católico que las mujeres nunca tuvieron otra opción dentro de la Iglesia que la de limpiar altares o la de ser amantes secretas de los clérigos. Todo el poder al macho. Por eso el Sistema siempre anda arrastrando los pies ante los movimientos  feministas.  Con estos dobles supuestos, el de la propiedad y el de su  terrible peligrosidad moral, la mujer quedó a los pies de los caballos de la historia humana.  Aún así, los machistas  reconocen, aunque sea para ellos un secreto inconfesable- que abundan las mujeres  inteligentes, creativas, habilidosas,  especialmente sensibles, limpias  y ordenadas, abnegadas y capaces en todo. Al machismo estas cualidades le sobresaltan en extremo por miedo a verse derribado de su falso pedestal por una competidora de otro sexo que reivindica su condición de igual, y los defensores del patriarcado han ido poniendo todo tipo de trabas a la existencia de una mujer que escribe, pinta, esculpe;  a la mujer científica o capaz de realizar actividades que pocos varones son capaces, por lo que a menudo han tenido que esconder sus obras o firmarlas con nombres de varón, y hasta vestir como uno de ellos para poder realizar su vocación. Y aunque se nos objete y para terminar este artículo, que existen mujeres en  todas las instituciones y trabajos, invito al lector a observar cual es su papel y si este ayuda a combatir el sistema que ha creado el machismo o le sirve para confirmarlo. De poco nos sirve una mujer soldado, ministra de la guerra, banquera o dueña de un prostíbulo. Podrá servirnos  únicamente una mujer libre y revolucionaria, las ha habido y las habrá,  pero ya sabemos lo que pasó a tantas y con lo  que tienen que vérselas.

 

 

 

Imagen de portada: Cecilia Zamudio

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