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martes, 26 de septiembre de 2023

CÓMO MOLA LA PRECARIEDAD


CÓMO MOLA LA PRECARIEDAD

ANITA BOTWIN

A marchas forzadas hemos llegado a un punto que puede ser peligroso y de no retorno, y que puede llevarnos a situaciones como las vividas en Grecia, en las que se ha establecido la jornada laboral de 13 horas

«Esta Nochebuena, siente un pobre a su mesa». Plácido, de Luis García Berlanga

 

Estos días se hacía viral un vídeo de un joven que contaba su vida en dos trabajos distintos, trabajos precarios, de los peores pagados, de las empresas más explotadoras de nuestro país. El joven contaba su día a día y como gracias a su esfuerzo y trabajo ayudaba a su familia a pagar lo que necesitaban. En general los comentarios al vídeo fueron muy positivos, se ensalzó su imagen de joven trabajador responsable y cuidador de los suyos. «Por fin un joven trabajador, no como esos influencers vagos que no dan palo al agua», podía leerse. Si bien es digno de elogio que alguien tan joven ayude a su gente, me resulta problemático alabar la explotación laboral en lugar de preguntarnos por qué este chico necesita dos trabajos para vivir dedicando 13 horas a ello y por qué debe mantener a su familia, como hacían nuestros abuelos, hijos de la posguerra. Muchos alabaron el video y hablaron de cultura del esfuerzo y de prosperar, pero se les olvidó hablar de explotación laboral o la desigualdad social, aunque claro, un lapsus lo tiene cualquiera. Mientras algunos ensalzaron el espíritu de superación del joven, yo me escandalicé y me apenó profundamente que alguien tan joven tuviera dos trabajos para llegar a fin de mes, que no tuviera tiempo libre para poder disfrutar de su vida y de su juventud. Me pregunté qué le había llevado ahí y me entristeció que no hubiera tenido las mismas oportunidades que las de un chico de clase alta. Todo parecía un cuento de Dickens en pleno siglo XXI y me preocupó qué nos ha llevado a idealizar condiciones materiales completamente injustas de trabajos mal pagados y una falta de futuro digno.

 

Lo que está ocurriendo es que se tiende a idealizar la precariedad laboral y la pobreza y se ensalzan los logros individuales, quitando el foco de lo colectivo y desviando la atención de factores estructurales que propician la desigualdad social. Por ejemplo, no podemos olvidar que se condena a la clase trabajadora a no poder mejorar su situación laboral, especialmente gracias a la privatización de la Formación Profesional que deja prácticamente sin plazas para estudiar. Solo quien tiene dinero puede aspirar a mejorar su calidad de vida, solo quien puede permitirse unas prácticas en empresa durante dos o tres años podrá lograr eso que los neoliberales llaman prosperar. La realidad material es un hecho, las clases bajas no tiene apenas oportunidades para mejorar sus condiciones de vida y están condenadas a malvivir en trabajos de esclavitud.

 

 

Mientras nos vendan que trabajar en dos o tres trabajos mola y dignifica, no estaremos reclamando derechos sociales, justicia social e igualdad

 

La romantización de la precariedad laboral viene patrocinada por los grandes medios de comunicación, defensores del capitalismo a ultranza, que los últimos años han vertido titulares llenos de anglicismos que legitiman la pobreza que el sistema genera, desde el coworking al cohousing pasando por el coliving.

 

Enmascarar la pobreza no hace más que estigmatizar y edulcorar una situación de desigualdad engañando y mostrando una realidad falsa de que ser pobre o precario después de todo suena bien, suena cool. Ellos venden una imagen de que ser pobre mola y así consiguen que parte de la sociedad siga adormecida y no luche por cambiar sus condiciones laborales o materiales. Mientras vendan que no irse de vacaciones o stacatyon como titulan en sus artículos sea algo cuqui, no habrá quien se levante o reivindique cambios.

 

Estamos asistiendo a la era de normalizar prácticas o tendencias que no hace tanto tiempo nos parecían insólitas. A marchas forzadas hemos llegado a un punto que puede ser peligroso y de no retorno, y que puede llevarnos a situaciones como las vividas en Grecia, en las que se ha establecido la jornada laboral de 13 horas. Todo ello te lo venden los grandes poderes como espíritu del sacrificio o de superación, la dignificación del trabajo aunque el trabajo te cueste la misma vida. Centrarse en casos concretos de superación y esfuerzo nos lleva a simplificar la realidad y a evadir el debate que hay detrás de las condiciones de precariedad laboral de una gran parte de la sociedad. La cultura del esfuerzo suele originarse en entornos privilegiados interesados en mantener una población adormecida y resignada.

 

Mientras hablamos de casos individuales de auto explotación no estaremos hablando de organización colectiva para luchar por una mejora de los derechos laborales. Mientras hablemos de lo que mola ser pobre y precaria, no saldremos a las calles para denunciar las jornadas laborales de 12 horas por mucho que al presidente de los hosteleros le parezca muy normal tener condiciones de esclavitud. Mientras nos vendan que trabajar en dos o tres trabajos mola y dignifica, no estaremos reclamando derechos sociales, justicia social e igualdad.

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