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domingo, 6 de agosto de 2023

SUAM 1

 

SUAM 1

DUNIA SANCHEZ

La guerra había terminado ¿Y ahora qué¿Me llamo Suam, así como suena, Suam…Estoy aquí, en mi ciudad o los restos muertos de ella. El hedor y la enfermedad nos acucian, hasta no más que ser un lamento cotidiano. Anhelábamos tantos estos momentos. Sí, estos instantes que en que la traición de bombardeos se callara hasta su fin para respirar. Sí, respirar. Yo Suam respiro el silencio y el quejido del horror de una guerra. Mis sienes descompuestas no dejan de dar navajazos de cuerpos esparcidos en esta aterrada ciudad. Sí, aterrada, porque el terror, el miedo, el dolor, la pena, el trauma será por vida. Si, soy Suam. Así me llamaba mi madre, así me llamaba mi padre, así me llamaba mi abuela, así me llamaba mi abuelo, así me llamaban mis amigos. Ahora la guerra ha terminado, estoy solo, deambulando por estas ruinas que en el ayer fue una ciudad, mi ciudad donde yo vivía, jugaba y estudiaba. Me acuerdo aun del inicio de la gran guerra. Mi madre en la cocina. Mi abuela tejiendo. MI padre y abuelo habían ido ha comprar. Yo,

 Suam, estudiando. Escuché a mi madre porque mi abuela ya no oía bien, a la mesa. Rápido, rápido. Todo para mi era extraño. La voz de mi madre se movía en un llanto y un quejido. Rápido, rápido. En ese instante un ruido ensordecedor se incrusto en mis oídos. Un ruido que yo Suam aun lo siento. Todo tembló. Y mi madre, deprisa, deprisa a la mesa. De repente golpearon fuerte la puerta. Era mi padre y mi abuelo que no encontraban la llave. Mi madre abrió y no se lo que se dijeron solo entendí, deprisa, deprisa…a la mesa. Sus ojos emanaba un adiós, una desgracia , una pena que la consumiría hasta el resto de sus días. Una tumba se anunciaba. La guerra había estallado. Yo, Suam, siento el estruendo de aquel primer día. Yo, Suam  siento los ojos de mi madre mirándome…mirándome inagotablemente mientras la casa temblaba. Mi padre y mi madre se abrazaron, su último abrazo. Me dio por asomarme a la ventana, los cristales añicos. Mi madre me aparto como se aparta de los demonios de la vida y nos sentamos en la mesa. Deprisa, deprisa. Comimos cuando hubo un callar, un silencio devastador. Escondimos nuestras miradas, la abuela cogió mi mano y mi madre lloraba con sus ojos atentos a cada una de mis emociones. Yo Suam, puedo decir, que lo único que les preocupaba era yo.

 

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