ME DA JINDAMA EL VERANO
JOSÉ VEGA DE LOS REYES
Cada vez que se acerca el invierno o el verano, en las redes sociales suele abrirse el cíclico debate sobre tu predilección alrededor de los climas más contrapuestos entre sí; por lo que eres team invierno o team verano. Y debo decir que, hasta hace poco, yo era del segundo. Pero, de un tiempo a esta parte, he llegado a la conclusión de que el verano es para ricos que, en cuanto pueden, huyen de estas grises ciudades para buscar temperaturas más benévolas y pasar así la temporada más calurosa fuera de las urbes. Climatología y condiciones de vida aparte, lo cierto es que cada vez me produce más aversión el verano, y no sólo porque falta menos para que nos bombardeen con el posado de la pareja rica de famosetes de tres al cuarto en una isla paradisíaca de la que estamos a años –y euros– luz de alcanzarla. También porque los bosques volverán a arder por mor de los pirómanos e interesados, o porque volveremos a contemplar cómo veranea la monarquía; utilizar sus yates y gastar cantidades insultantes de dinero mientras una parte de la ciudadanía les saluda efusivamente. No, no es sólo eso, ni tampoco es por el auge descontrolado de esta derecha que se alimenta de dinero de exterroristas iraníes para apoyar el fascismo mientras las izquierdas compran sus discursos, negando incluso la posibilidad de ver representada la diversidad étnico-racial de este país. Realmente ha llegado un momento en el que me da miedo, canguelo, susto y jindama el verano sólo con repasar lo que nos ha sucedido al Pueblo Gitano a través de la historia.
Y es que pareciera
que durante el verano vuelven a florecer, como las medusas en el mar, los
episodios más vergonzantes alrededor del racismo –antigitanismo o romafobia–.
Tirando de hemeroteca, pudiera ser que entre los hechos más antiguos de esta
lista europea estuvieran las expulsiones de romaníes durante el siglo XV. Es
decir, prácticamente recién llegados de Oriente, serían expulsados de la ciudad
francesa de Pontoise el 8 de septiembre de 1427 –y de París en 1439–. Claro que
las expulsiones seguirían produciéndose seiscientos años después, con el
entonces ministro del Interior Manuel Valls, que echó a más de 10.000 personas
de Francia durante su mandato. De entre ellas, mandó de vuelta a la familia de
Leonarda Dibrani, una niña romaní kosovar que fue detenida por la gendarmería
mientras iba en el autobús escolar con sus compañeros. Ella no entendía por qué
la detenían y en sólo unos días la mandaban de vuelta, como quien devuelve un paquete.
Las expulsiones
seguirían produciéndose seiscientos años después, con el entonces ministro del
Interior Manuel Valls
Todo ello ocurre
porque nos han acostumbrado a las ausencias legislativas de carácter
proteccionista con respecto a lo gitano o, en su defecto, a crear leyes para
exterminarlo, como se ha hecho a lo largo de la historia. Y es en verano cuando
parecen florecer una gran cantidad de pragmáticas, por lo que destacaremos
algunas en orden cronológico. Tenemos la del 22 de junio de 1497, donde se
dictamina que se les perdonaría las penas a los gitanos siempre y cuando se
convirtieran en colonos de las nuevas tierras que España acaba de “descubrir”.
Cómo olvidar la del 21 julio de 1673, que dispuso el envío de los niños gitanos
mayores de 12 años a galeras y armadas, y a orfanatos y hospicios a los
menores. Decía así: “Que por quanto todos los muchachos, hijos de esta gente,
como se criaban al ejemplo y enseñanza de sus padres, se habituaban a los
robos, hurtos, y maldades con que se criaban, y convenía arrancar del todo esta
mala semilla…”. Y también la Pragmática de 1717 del rey Felipe V, que buscaba
fijar forzosamente a los gitanos en 41 ciudades, a razón de una familia gitana
por cada cien habitantes. Esa misma fue considerada por el capitán general de
Cataluña inaplicable, ya que a su entender “en Cataluña se ha logrado extirpar
esta mala raza de gente”. Es decir, que no podían los gitanos asentarse allí
porque dos años antes ya lo habían prohibido.
Por supuesto, y
mereciendo un tema aparte, nos encontramos con la conocida Gran Redada –baró
istardipen–, un plan urdido por los mil veces malditos: el obispo de Oviedo,
Vázquez Tablada –que fue quien lo ideó–; el marqués de la Ensenada, que lo
ejecutó; y el rey Fernando VI, que lo autorizó. Se firmó un 29 de julio y un
día después, el 30 de julio de 1749 se llevó a cabo. Las órdenes instaban a
detener a todos los gitanos y gitanas –hubo 10.000 capturados–, que fueron
segregados por sexos para frenar su reproducción, así como también maltratados,
golpeados y, en definitiva, esclavizados hasta la muerte. Recordemos que los
tres ejecutores de este primer genocidio de la Edad Moderna siguen contando con
honores a su memoria. Por ejemplo, la sede del Consejo General del Poder
Judicial reside en la calle dedicada al marqués, pues ni aunque nos pusiéramos
a soñar se la iban a dedicar a las víctimas que cayeron en sus manos.
Pérdida de figuras relevantes
Tristes pérdidas
las de referentes romaníes durante los veranos, como pudieran ser las partidas
del más grande, Camarón de la Isla y el mismo día, pero 42 años antes, de Tomás
Pavón; de la reina de la soleá, Fernanda de Utrera; del enorme Antonio Mairena,
Juan Peña el Lebrijano, así como también el único romaní presidente de un país
(Brasil), Juscelino Kubitschek y hasta el revolucionario anarcosindicalista y
pintor Helios Gómez. La lista es interminable –como la de gachés que
defendieron las vidas romaníes–, pero, entre ellos, quisiera recordar que el 1
de julio de 1891 falleció Mihail Kogălniceanu, que fue el responsable de
redactar la legislación para abolir la esclavitud romaní en Rumanía, después de
casi 500 años. Kogălniceanu junto a Petre Mavrogheni vieron aprobar el fin de
la esclavitud gitana un 22 de diciembre de 1855 tras un arduo trabajo que
merece su reconocimiento, pues poner fin a medio milenio de vulneraciones no es
peccata minuta.
El 4 de agosto de
1933 se aprobó la Ley de Vagos y Maleantes en España
¿Y qué decir de la
II Guerra Mundial? Efectivamente, comenzó en verano. Más concretamente el 1 de
septiembre de 1939 de manera oficial, aunque, en lo relativo a las
vulneraciones de derechos de los gitanos, esta Europa llevaba décadas
recorriendo ese camino. De hecho, el 4 de agosto de 1933 –otra vez en verano–
se aprobó la Ley de Vagos y Maleantes en España, que formó parte de la reforma
penal de la II República en lo referente al tratamiento de vagabundos, nómadas,
proxenetas y cualquier otro individuo que pudiera ser considerado por las
autoridades como antisocial, entre los que, por supuesto, estaban considerados
los gitanos. Cómo sería para que Franco no la derogara, sino todo lo contrario;
la intensificó –e incluyó también a los homosexuales–.
La II Guerra Mundial
Volviendo a la II
Guerra Mundial, efectivamente, el número de víctimas romaníes es incontable, y
puede alcanzar el millón sobradamente. Pero de toda esa época, seguiremos
recordando con dolor la noche de los gitanos, en la madrugada del 1 al 2 de
agosto de 1944. Durante la Zigeunernacht, como recoge Ian Hancock en su libro
Roma: Genocide of Roma in the Holocaust, fueron gaseados 4.000 gitanos e
incinerados en Auschwitz, el mismo lugar donde ahora va la gente a hacerse
fotos para subirlas a Instagram.
Vox se mostró
contrario a la inclusión del antigitanismo como agravante del delito de odio
dentro del Código Penal
Y finalmente nos
vamos a la España democrática que dice que todos somos iguales –razón por la
cual Vox se mostró contrario a la inclusión del antigitanismo como agravante
del delito de odio dentro del Código Penal, como sí lo estaba ya el
antisemitismo–.
En primer lugar,
nos vamos hasta el 12 de julio de 1986, donde se produjo el pogromo de Martos.
En esa jornada se prendió fuego a una treintena de casas en las que moraban
familias gitanas bajo el pretexto de una pelea en la que el agredido presentó
lesiones leves. El 5 de julio de 2014 en Estepa ocurrió lo mismo, pero esta vez
el robo fue el pretexto para meter fuego a las casas romaníes. En ese mismo mes,
pero en 2017 en Fortuna (Murcia), ocho familias gitanas son asaltadas y
golpeadas por la muchedumbre congregada que alegaba “robos en sus coches”. A
partir del suceso de Murcia, ya con la irrupción de las redes, no sólo hay
violencia en los pueblos, sino también en Internet. Un tsunami antigitanista se
convierte en brazo ejecutor y en juez si hace falta. Se vanagloriaban de los
golpes infligidos a las familias, al igual que en julio y en agosto del año
pasado. No olvidemos que en esas fechas se produjeron los pogromos de Peal de
Becerro e Íllora en Andalucía –comunidad líder en realizar estas prácticas–. Y
de nuevo las redes –y varios medios– ardieron contra los gitanos pidiendo, por
ejemplo, una nueva Gran Redada o que Hitler terminara lo que empezó. Viendo
todos estos datos, ¿entienden por qué era necesario un pacto de Estado contra
el antigitanismo? En la comisión previa a la construcción de ese Pacto una
diputada se atrevió a decir que “el antigitanismo no existe (…) forma parte de
las mentes calenturientas de izquierda”.
El modus operandi
Me salto muchísimos
episodios más, pero el modus operandi, que es lo importante, es idéntico: se
producen hechos que pueden ser o no constitutivos de delito, mientras que el
pueblo, en vez de esperar al dictamen del juez o sin haber denunciado siquiera,
decide convocar manifestaciones sin permiso y a escasos metros de los
domicilios de familias, que en ese momento pueden ser objeto de ataques, como
finalmente termina ocurriendo. Efectivamente, los asaltantes tienen la sangre
fría para quemar casas, golpear, amedrentar, insultar y hasta hacer volar las
pertenencias de familias enteras, tengan o no relación con los supuestos
hechos. Un modus operandi basado en aquellos del antifaz blanco y las
antorchas.
Y todo esto ocurre
en mayor o menor medida durante los meses de verano. No es que el resto del año
se queden quietos los racistas, para nada; pero sí que los datos están ahí.
Quién sabe, quizá el cambio climático tenga algo que ver y afecte a las mentes
de los racistas recalcitrantes, no lo sé, pero, en cualquier caso, todo parece
cumplir con su ciclo. No hay verano sin que la corona se monte en su yate, los
famosetes se vayan a una isla paradisíaca, los pirómanos y algunos interesados
prendan fuego a nuestros bosques –o a las casas de los gitanos– y, por
supuesto, sin que los racistas negacionistas del antigitanismo hagan de esta
Europa nuestra un territorio donde el odio corta la respiración. A ver si viene
una ciclogénesis antirracista que acabe con esta sequía porque el panorama da
jindama.
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José Vega de los
Reyes es trabajador social en la Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas,
FAKALI. @VegadelosReyes
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