FEIJÓO LO INTENTA A LO QUIJOTE
DAVID
TORRES
El presidente del Partido Popular y candidato a la presidencia del
Gobierno, Alberto Núñez Feijóo, durante la reunión de la Junta Directiva
Nacional del Partido Popular tras las elecciones generales del 23J, en la sede
del PP. E.P./Fernando Sánchez
A Feijóo hay que explicarle las cosas despacio, porque se ve que le cuesta pillarlas y aun así no es seguro que las pille. Por ejemplo, todavía no ha entendido que el PP no llegó a revalorizar las pensiones, pese a que una piodista le desgranó las cuentas minuciosamente en su propia cara. Feijóo miraba a todas partes, esperando que de algún rincón del plató salieran Trancas y Barrancas a decirle que todo era una broma. Fue muy triste, sí, pero también muy gracioso, una combinación típica suya. Faltó que Silvia Intxaurrondo llamara a Coco y al Conde Draco para echarle una mano con la clase de matemáticas, porque Feijóo seguía empecinado en esa realidad alternativa donde la verdad se juega a los chinos y lo que él dice va a misa.
Con su capacidad
para la ficción y su inventiva inagotable, Feijóo bien podía haber sido
novelista, pero prefirió transformarse en personaje, que es mucho más
divertido. Escribir, además, es un coñazo, lo digo por experiencia. La novela
de Feijóo empezó en Galicia y, por lo que se ve, va a terminar en Galicia, pese
a que le habían diseñado un borrador donde llegaba a presidente del gobierno.
De haber protagonizado el Quijote en lugar de su propia biografía, Feijóo
habría enloquecido leyendo informes y pronósticos electorales hasta creerse
ganador de los comicios y salir por esos caminos de Dios a recabar apoyos
imaginarios acompañado de Cuca Gamarra. El caballo no, pero el burro lo llevan
puesto. Al igual que Sancho Panza, Gamarra, que es muy Cuca, unas veces le da
la razón y otras veces se la quita, con lo cual no queda claro si lo de allá
enfrente son molinos de viento constitucionales o gigantes filoetarras. En el
mundo de fantasía de Feijóo pueden ser ambas cosas a la vez, lo mismo que se
puede estar a la vez con Vox y sin Vox o perder unas elecciones después de
ganarlas.
Sin embargo, esta
comparación con don Quijote carece de recorrido, ya que a Alonso Quijano se le
secó la sesera de tanto leer libros, un riesgo que Feijóo no corre en modo alguno.
Por no leer, no leía ni los periódicos donde sacaban un día sí y otro también a
su querido amigo Marcial Dorado en los titulares de noticias sobre
narcotráfico. En esto también se ha exagerado mucho. Vale que dormía en su casa
y que la mujer de Dorado le hacía el desayuno, pero si ni siquiera le
felicitaba por lo bien que le iban los negocios, metiendo coca en Europa a
toneladas, tan amigos no serían.
Entre la mucha
literatura que Feijóo no ha leído también destaca, aparte de la tabla de
multiplicar, la Constitución española, especialmente los artículos dedicados al
sistema electoral, al proceso de investidura y a la composición del Congreso de
los Diputados. Cualquier día descubrimos que las gafas las lleva de adorno.
Sigue dando la brasa con lo de que ha ganado los comicios y no le dejan
gobernar, sin caer en la cuenta de que Ayuso, Almeida, Arenas o Moreno Bonilla,
entre muchos otros, alcanzaron el poder sin ser la lista más votada, a base de
pactos de gobierno con otras formaciones políticas. En un mensaje digno de
recibir ayuda psiquiátrica asegura que, como vencedor de las elecciones, su
deber es escuchar al resto de los partidos. El problema, precisamente, es que
no escucha el silencio atronador con que se reciben sus lloriqueos, por no
hablar de la befa y la mofa. En la frase más misteriosa del Quijote, Alonso
Quijano dice al regresar a su pueblo después de una paliza: "Yo sé quién
soy". Feijóo, pobre hombre, no sabe ni eso.
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