SOBRE LA MONARQUÍA ABSOLUTA
GUILLEM
MARTÍNEZ
1- En términos
generales, los programas electorales son, en el mejor de los casos, poéticas.
En el peor, poemas.
2- En el día de hoy, cautivo y desarmado por el calor, los medios hablan del programa de Vox como si fuera una poética, y no un poema. Es un poema. Como una casa. Además, de Leopoldo Panero. El padre, quiero decir, un señor que escribía cosas como, dos puntos, “Porque España es así, y el ruso, ruso. / Preferimos el retraso en Cristo, /que del progreso el reflejo iluso”.
3- El poema de Vox
utiliza el palabro derogar 25 veces en 178 páginas. No es mucho. Pero, en un
poema, es una reiteración importante. Básicamente, se deroga el Estado
Autonómico, se derogan leyes donde aparecen palabros como mujer, trans, gay,
lesbiana, todo eso, siendo “eso” el último tercio del siglo XX y el primero del
XXI. Se deroga también el IRPF. Es decir, se cambia por otro en el que si ganas
70.000 euros anuales, pero tienes más de 4 hijos, no solo no pagas IRPF, sino
que, creo entender, te regalan una pelota de Nivea.
4- Lo dicho, un
poema sobre el hecho de preferir el retraso en Cristo que, del progreso, el
aludido reflejo iluso. Es aparatoso, pero no es un programa, una poética, sino
un poema, algo que debe satisfacer, además de a sí mismo, a otras funciones.
5- Función a)
distanciarse del PP, que quede claro que Vox y PP no son lo mismo. Lo que el
poema consigue de manera certera, artística casi. No sé, pero parece un Panero
auténtico, Nick. Función b) ampliar el concepto constitucionalismo –básico en
nuestras extremas derechas–, de manera que sea cada vez más autosuficiente, y
menos relacionado con la CE78, o con el concepto democracia. Estamos, en ese
sentido, a dos elecciones de que un kilo de patatas, o un pogromo, sean
constitucionalistas. La función b) sería la más importante. Si no existiera,
claro, la función c): crear conflicto incluso con el PP.
6- El PP empieza a
necesitar un conflicto con Vox para distanciarse épicamente de él hasta,
presumiblemente, el 24J a primera hora de la mañana. Si se fijan, desde el 28M
no han habido conflictos importantes en el pack PP-Vox. Pues bien, hace 24
horas los hay. Lo hay porque empiezan a ser necesarios para reducir el miedo a
PP-Vox en campaña. Así, Vox está impidiendo, por ejemplo, la coronación como
presi autonómico del candidato del PP por Murcia. La impedirá el tiempo
necesario para plantear una distancia severa, real, entre PP y Vox, esos dos
partidos que, como Austria y Hungría hasta 1918, tienen el mismo community manager.
7- En términos
generales, y pese a su olor a calcetines a cuadros y anís del mono –MVM
describía, en otro poema, el franquismo a través de sus olores–, no hay que
temer –mucho– a Vox. Y mucho, sin medida, al PP. Por la misma razón que, en
términos generales, no hay que tener miedo a Lady Macbeth, la que propone/hace
poemas, sino al propio Macbeth, que es quien decide, hace la poética y, al
cabo, es el que reparte el matarile en la obra de Shakespeare. Shakespeare,
Panero… hoy lo doy todo.
8- El programa del
PP es una poética. Porque a) así lo es en todos los partidos. Y porque b) los
programas del PP, desde el 96, son estilísticos. Esto es, inconfesables,
meramente aproximativos, como atestigua el número de ministros PP que han
accedido al marrón legal –13 sobre 15 en
el último Gobierno Aznar, el más metafórico, fueron investigados, esa palabra
que, por entonces, empezó a sustituir a la palabra imputado–.
9- En la poética
del PP está presente el concepto derogación, de forma más matizada. Y, diría, efectiva.
Esto es, detallada. Las derogaciones se producen dentro del pack
derogar-el-sanchismo. No obedecen a un proyecto majara de exlegionarios, sino
que se presentan a sí mismas como un aggiornamento democrático. La cosa
consistiría en contra-reformar las reformas del Código Penal, las leyes de
educación, trans, la de eutanasia, la de memoria democrática –hasta aquí, pocas
diferencias con Vox–, así como practicar cambios, glups, en la reforma laboral,
en la reforma de las pensiones, en la Ley de la Vivienda. La excepción ibérica
y el impuesto extraordinario a banca y energéticas serán reajustados también.
10- La carta de la
poética es más poderosa que la carta del poema. Sí, se puede entender que esta
matización les importe un pito. Pero hay aún, y así la guardo en mi manga, una
gran diferencia entre la poética y el poema, entre PP y Vox, entre el programa
de uno y del otro, que demuestra que Vox es una anécdota, una táctica
electoral, mientras que el PP es un peligro para la democracia en verdad certero
y próximo. Se trata de un punto en su programa legislativo.
El PP plantea
regular la “deslealtad constitucional”. De realizarse, sería un giro legal
húngaro. Y precisaría de complicidad
húngara en la judicatura
11- El PP plantea,
en esa altura del programa, regular la, sic, “deslealtad constitucional”, una
calidad compuesta por diversos delitos “dirigidos a socavar el crédito de
España en la Comunidad Internacional”. ¿Qué es la deslealtad constitucional? Es
cualquier cosa. Desde los 90, es el constitucionalismo, la capacidad
propagandística, modulada por la política y por medios acólitos, de señalar, de
marginar, de expulsar de la constitución y la democracia a cualquier persona,
grupo, actitud o idea. Ya está inventado. La novedad es que ahora pasaría a ser
una aplicación del constitucionalismo no propagandística, legislada como ley.
De realizarse, sería un giro legal húngaro. Y precisaría de complicidad húngara
en la judicatura.
12- Se llegue a
legislar, o no, la deslealtad constitucional no es otra cosa que guerra
cultural, la mayor herramienta de la nueva extrema derecha, y la principal
actividad de los gobiernos del PP desde 1996. Es una herramienta tan poderosa
que permite dominar la agenda política, la agenda cotidiana, la realidad,
decidir lo que existe o no. Es la garantía de que, en efecto, como dice el
poema, pero como guía y señala la poética, habrá derogaciones, pues con un
Estado consagrado, otra vez, a la guerra cultural, el gobierno que lo gestione
será, otra vez, absolutamente libre. Podrá volver a hacer lo que quiera, sin
grandes impedimentos, pues todo y todos desaparecen en la crispación absorbente
y paralizante de la guerra cultural.
13- Los monarcas
absolutistas disponían de tres prerrogativas. Decidir lo que ocurría, y decidir
lo que no podía ocurrir eran dos prerrogativas, en efecto, importantes. Pero,
sin duda, la más fabulosa, la más inverosímil, la que había desaparecido en el
siglo XVIII y que ahora, gracias a la guerra cultural, vuelve a ser posible
era, dos puntos, decidir que algo que ha pasado no ha sucedido.
14- Frente al poema
burdo de Panero/Vox, la poética PP de la deslealtad constitucional es algo
grande. Permitirá que no ocurramos, que no podamos ocurrir, y que no hayamos
ocurrido.
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