LA PELUQUERÍA DEL SEXO
MONTSERRAT
GALCERÁN
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Cuentan las crónicas que, durante la primera guerra mundial, en el Imperio austro-húngaro, ya próximo a su final, el Ministerio de la Guerra creó una unidad encargada de “peinar a los héroes”, tarea que consistía en embellecer los informes que los jefes de las unidades militares remitían a sus superiores pidiendo condecoraciones y premios por las gestas heroicas de sus soldados. Tras sustituir el lenguaje prosaico de esos informes por la retórica épica del Ministerio, los remitían a la Prensa con el objetivo de difundir un mensaje belicista embellecido, que levantara los ánimos alicaídos de la población.
Pues bien, el
departamento de propaganda de Vox es una “peluquería del sexo”, encargada de
embellecer sus programas antifeministas con palabras más gratas a los oídos de
una población masculina y femenina llena de inseguridades. ¿Qué significaría en
otro caso decir que el género es una “ideología”, utilizando el término en
sentido despectivo, mientras que el sexo es lo “natural”?
Tras interminables
esfuerzos teóricos las feministas lograron desentrañar la interrelación entre
sexo y género, mostrando como a las características biológicas de los cuerpos
de los humanos, tanto masculinos como femeninos, no les corresponden “por la
gracia de Dios” una serie de roles, papeles, sentimientos, actitudes… sino que
éstos son resultado de prácticas culturales que codifican aquellas
características de un modo u otro.
La dimensión
cultural, que caracteriza a los seres humanos, para Vox es “ideología”, y lo
que ellos defienden no es ideología sino naturaleza
Las mujeres no
somos, ni tenemos por qué ser, pacientes, dóciles, sumisas, cariñosas, dulces,
hacendosas, cuidadosas, prudentes, etcétera, por el hecho de ser las hembras
humanas, sino que toda una estructura sociocultural denominada patriarcado, se
ha ocupado desde hace siglos de intentar, sin lograrlo, que seamos así. La
contraparte es que los varones no son dominantes, agresivos, incontinentes,
violentos, belicistas, irascibles, etcétera, por ser los machos de la especie,
sino que se ven constreñidos a construir una subjetividad con estas
características por la misma razón.
Pero los dirigentes
de Vox que, por supuesto, ignoran todo esto, consideran que los rasgos
biológicos de machos y hembras se traducen sin solución de continuidad en los
rasgos socioculturales de varones y mujeres. Las dos dimensiones son una y la
misma. La dimensión cultural, que caracteriza a los seres humanos, para ellos
es “ideología”, y lo que ellos defienden no es ideología sino naturaleza.
¿Dónde queda entonces la dimensión humana? ¿Dónde la capacidad de los seres
humanos para construir subjetividades más racionales, más cuidadosas con el
entorno, más sensibles a las necesidades y las diferencias? ¿Para moldear
culturalmente las constricciones naturales?
Su lenguaje se
reduce a la fórmula más simple: el hombre a mandar y la mujer a obedecer. La
violencia que se pueda ejercer sobre ella será una exageración, un accidente,
una desgracia
Su lenguaje se
reduce a la fórmula más simple: el hombre a mandar y la mujer a obedecer. La
violencia que se pueda ejercer sobre ella será una exageración, un accidente,
una desgracia que a las mujeres les ocurre no se sabe muy bien por qué. Tal vez
porque le ha provocado, porque no ha sido suficientemente sumisa, porque es
derrochadora o cocina mal o grita demasiado. Y eso, un hombre que llega a su
casa cansado ya no lo puede soportar. No digamos un joven malcriado.
Lo más difícil de
entender es que tantas mujeres voten a favor de tales planteamientos. A veces
las escucho cuando despotrican de otras mujeres por no tolerar todo lo que
ellas aguantan; o porque la asistenta se ha vuelto “feminista” y pide mejoras y
ya no soporta estar de interna y no tener días libres; o porque las jóvenes hay
que ver cómo van provocando por la calle, raro es que no haya más “desgracias”.
Abascal Caballo
No somos feministas
por nacer mujeres. Tiene razón Abascal, es una “ideología”, ahora en sentido
positivo, una cultura que nos permite reconocernos como seres humanos libres y
dignos, al menos todo lo libres y dignos que se pueda ser en esta sociedad, que
no es gran cosa. Esas mujeres que votan en contra de todo lo que ellas mismas
pudieran ser si se atrevieran, aunque fuera mínimamente, a dar ese paso, son
las clientas de esa peluquería en la que al discurso antifeminista se le aplica
un tratamiento para que se recubra con términos líricos, embellecedores,
presuntamente “naturales”. Una especie de tinte para que no se vean las canas,
para que el rizo no se despeine y aparezca la calva despoblada de una vida sin
ilusiones y llena de resentimiento tal vez por el mismo hecho de haber nacido
mujer.
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