ÉPICA DEL MARGINADO
Eduardo Sanguinetti,
filósofo, poeta y performer.
(Foto: Vera Sanguinetti)
"Me ha permitido el permanecer en sobrevivencia en esta tierra, conocer a seres que se acuestan sin comer y se levantan sin saber si comerán en el día que deben enfrentar, en un sistema que no da espacio a la sensibilidad del instante, a los perros de la globalización, no pueden impedir el terricidio aún encontrando el "gran amor", el destino nos ha encerrado en una jaula de laboratorio, con perfil mutante 'endless' ". (Fragmento de mi ensayo "Cofradía de la roña", NOVA, 2021)
Escuchando a un
candidato 'recién llegado a la Gran Ciudad', impuesto por extraña dictadura
banalizadora de lo inadmisible, hablar con suma brutalidad acerca de los
excluidos de la vida, los indigentes, quienes viven en las calles de Buenos
Aires, duermen en los "monoambientes de cajeros de bancos", frase
vociferada por este fulano megalómano, en estado de indignación tendencia
campaña electoral... frase que se replicó hasta el hartazgo en corporación de
medios y redes, devino en mi la necesidad de manifestarme en escritura casual y
sin miramientos a todo lo que atenta a la vida y quienes la celebran, con la
generosidad que me otorgan mis emociones y el estremecimiento que me provocan
los eliminadores de la vida en armonía y equidad, construyendo escrituralmente
una "Épica del marginado".
La sociedad
argentina padece de un déficit democrático severo, no dejarlo de tenerlo en
cuenta. Los candidatos, funcionarios entrópicos que imponen sus caprichos, al
margen de toda ley, son seres pseudoanalfabetos, narcisistas al límite, a
quienes no puedes contradecir, porque se ofenden y quizás te envían sicarios...
Estamos vivos, intentemos comprender el mundo que vivimos lo mejor que podamos,
nada nuevo bajo el sol... Hace frío cuando uno está solo ante el peligro.
Y, sin dudas, a
pesar de estos funcionarios entrópicos, hay marginados, hambreados, sin
techo... Viven en cajas de cartón, el cemento es su cama. La miseria la vemos
en cada esquina, pero la vida continúa, amable, entretenida... Vidrieras,
turistas, ropa, hoteles boutique, restaurantes gourmet, algunos espacios
verdes, cercados por rejas, no vaya a ser que a los excluidos de la vida se les
ocurra intentar descansar debajo de árboles y desandar los senderos de los
espacios verdes privatizados.
El gobierno cuenta
con todos los subterfugios destinados a convencer a los habitantes en posición
privilegiada de que, suceda lo que sucediere, no se encuentran en el infortunio
de estos desclasados, sin identidad, parias de la existencia, de ese modo
evitarles cualquier inquietud respecto de tener una vida asegurada, sin
sobresaltos, salvo los que habitualmente obsequian a los aportantes bajo
presión, los protegidos por fuerzas de la violencia y el crimen, los socios del
delito elevado a ley.
Se excusan las
autoridades, ante la prensa cómplice, manifestando que Buenos Aires, como toda
gran ciudad, tiene bolsones de pobreza, sin dar soluciones concretas a las
prisas de la masa de marginales que habitan en esta ciudad... Dejando de lado
el largo y lento martirio destilado por la desgracia, encubriendo el
sufrimiento y la vergüenza que sienten los miles de sentirse "de
más", de ser una molestia, en esta sociedad hipócrita y pudibunda,
mezquina y castrada.
Tremenda angustia
la de los "marginados", o de los que están en trance de serlo, pues
sobrevivir en la Argentina de pocos y para pocos, es tarea ciclópea... El
sentirse parte de la hueste de desclasados, de quienes el mundo nunca
recordará, que se aferran desesperadamente a un nombre, una conciencia, incluso
a veces a un domicilio fijo, inexistente... Cada uno es presa de un cuerpo al
que alimentar, abrigar, cuidar, dar vida y que le pesa dolorosamente... Con su
edad, su sistema nervioso, su sexo, su estómago, su tiempo deteriorado.
¡Cómo el despojado
se queda sin recursos para seguir viviendo!… Todo vacila, se vuelve frágil,
incluso la vivienda, la calle se aproxima… Son pocas las cosas que por derecho
no se pueden ejercer contra el que carece de medios. Sobrevienen las clausuras,
la marginación social, el síndrome del paria se convierte en la única realidad,
acentuada por la flagrante racionalidad de un sistema insensible, castigador y
fraudulento… Así pues el pavimento, ¡menos duro, menos criminal que el gobierno
asimilado al sistema de bienestar!
Cercados por una
discriminación tácita, pero real, sean nativos o extranjeros, estos expulsados
de la vida: ¡Ellos cometen la indecencia y el delito de no integrarse!… Y me
pregunto, ¿Integrarse a qué?, ¿Al desempleo y la miseria?, ¿A la marginación?,
¿A la futilidad del tedio, al sentimiento de ser un inútil o un parásito?, ¿Al
futuro inexistente?… ¡Integrarse!: ¿Pero a qué grupo marginado?, ¿integrarse al
orden que niega de oficio todo derecho al respeto?, ¿A esta ley implícita que
ordena que a los pobres se le asignen vidas de pobres, intereses de pobres (o sea
ningún interés) y trabajos de pobres (si hay trabajos para asignar)?…
El peligro crece
con el anonimato, es la naturalización de la anulación social... Aquí no hay
personas, se establece el olvido. ¿Alguien se identifica con las sombras
despojadas de identidad?... La indiferencia de los habilitados por un sistema
genocida, es pornográfica, que no les impide a algunos/as sentir algunos
minutos de emoción virtual, cuándo la TV difunde las imágenes de los excluidos,
de los abandonados a su suerte, desplazarse y ser golpeados por la siempre
inefable policía, si se atreven a echar sus cuerpos en altas horas de la noche,
en alguna entrada de edificio o en los espacios destinados a ser cajeros de
bancos... Pero siempre subyace la discreta satisfacción de no dejar de ser
siempre espectadores y testigos, gente informada, en vivo y directo. Todo
visible entre tandas de avisos publicitarios…
En este panorama de
'envoltorios vacíos', la masa abigarrada de los marginados puede ser conformada
en el embrión de multitudes que constituirán las sociedades futuras. Si se
siguen aceptando a funcionarios entrópicos y se desarrollan los esquemas de
comportamiento actuales de comunidades que gozan de esa entropía, cual modo de
vida fatua y parasitaria, narcotizados de modo concreto y real, pues nada es
gratis.
El aparato
político, no representa a las masas, las masas no desean ser representadas por
este aparato, solo desean visualizar la representación del espectáculo de la
política, que obliga a la opinión pública a concentrarse en ellas y mantenerse
ocupada en problemas ficticios.... Gobierno dominado por una economía privada,
de la cual dependen en un grado jamás visto... Intereses de los poderosos y su
interés en mantener a la sociedad sometida al sistema perimido, basado en el
trabajo... Interés acrecentado en este tiempo que denominan de
"crisis", indispensable para seguir beneficiándose ante la mirada en
estado de anestesia, de pánico: trabajo y servicios a cambio de casi nada...
¿Cuánto tiempo simularán dormir aquellos que ya han despertado?
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