OPERACIÓN ANA ROSA
JONATHAN MARTÍNEZ
La presentadora de televisión Ana Rosa Quintana.
E.P./Alejandro Martínez Vélez
Verano de 2022. La multinacional Media For Europe de Silvio Berlusconi adquiere 85,26 millones de acciones de Mediaset España y se hace con el 82’92% del tinglado. En el horizonte de sus sueños más impúdicos, el magnate italiano vislumbra una fantasía: engullir la filial española para integrarla a un emporio multimedia europeo que ha asentado su domicilio social en Holanda pero que opera desde unas oficinas de Milán. Una vez que Telecinco y Cuatro se hayan convertido en dos obedientes peones de Berlusconi, Media For Europe podrá seguir saciando su hambre de expansión a costa de otros grupos de prensa.
Mientras los
despachos bullen entre chequeras y maletines, Italia se encamina hacia unas
elecciones generales. La última legislatura ha sido tan infeliz y accidentada
que en el aire se respira un cierto hastío y una vaga promesa de cambio. Hubo
un tiempo en que la Lega lideró todas las encuestas y el propio Matteo Salvini
llegó a verse como presidente del Consejo de Ministros. La pandemia, la guerra
de Ucrania y las denuncias de corrupción entorpecieron sus anhelos. De pronto,
empezó a cobrar popularidad una muchacha de inspiración neofascista que ya
había trabajado para Berlusconi como ministra de Juventud. El plan B de la
derecha se llama Giorgia Meloni.
Otoño de 2022. La
coalizione di centrodestra se ha impuesto en los comicios y el triunvirato de
Salvini, Berlusconi y Meloni va a recibir el encargo de formar un nuevo
Ejecutivo. Meloni será presidenta. Salvini, vicepresidente. Durante la noche
electoral, Berlusconi se dirige a sus parroquianos en tono de chanza:
"Matteo no ha trabajado nunca, así que yo haré de director del Gobierno".
Los tentáculos italianos siguen sondeando el mercado español. Resulta que el
grupo Prisa está endeudado hasta las cejas y Berlusconi ha ofertado una
ampliación de capital para hacerse con una tajada de El País y de la SER. Según
El Confidencial, Pedro Sánchez lo ha frenado en seco.
Al tiempo que
pondera la posibilidad de penetrar en Prisa, la familia Berlusconi mueve sus
piezas en el tablero de Mediaset España. Paolo Vasile, capo histórico del
gremio audiovisual, cede el timón a un equipo más joven, más dinámico,
adiestrado para la audaz tarea que le ha sido asignada: dilatar las fronteras
de la empresa a cualquier precio y llevarse por delante a todo aquel que se
atreva a cerrarle el paso por muy presidente de España que sea. Borja Prado,
que tiene diez años de experiencia al frente de Endesa, es uno de los elegidos
para encabezar tamaña faena. Por lo pronto, se aproxima un año de intensas
lides electorales y Mediaset España debe dar la batalla.
Invierno de 2022 y
2023. Vasile ha entregado su báculo a Alessandro Salem y Massimo Musolino.
Prado, por su parte, intervendrá en la línea editorial de los contenidos
informativos que emitan Telecinco y Cuatro. Es cierto que el telediario de
Pedro Piqueras ha caído en los cómputos de audiencia y tal vez necesite una
reanimación cardiopulmonar. Pero la información no es patrimonio exclusivo de
los telediarios. Por detrás, entre bambalinas, van filtrándose jirones de
futuro: Media For Europe de Silvio Berlusconi no se conforma con porcentajes de
Mediaset España. Lo va a tomar todo.
La política
española, entretanto, se sumerge de lleno en el burbujeo electoral. Hay
encuestas que dibujan un paisaje reñidísimo donde el bloque conservador,
encabezado por Feijóo y dopado con la anfetamina ultra de Vox, se queda a un
tris de pisar la alfombra de la Moncloa. En Génova suspiran por un milagro y
cruzan los dedos para que un empujoncito de última hora termine por decantar la
balanza. Ojalá las televisiones, piensan las gaviotas, nos echen un cable con
alguna astucia comunicativa y contribuyan a derrocar al presidente. Bastaría,
quizá, cuartear el espacio electoral de Unidas Podemos para que el Gobierno de
coalición pasara por fin a ser una remota pesadilla.
Primavera de 2023.
Borja Prado, gavilán de linaje empresarial, es consciente de que la política de
verdad, la que pincha y corta, no se hace desde los escaños de los parlamentos
sino desde el ángulo ciego de los despachos privados, bien sea en el edificio
de una compañía eléctrica o en la sede de una cadena de televisión. Tanto
monta, monta tanto. El orden de los factores no altera los beneficios. ¿Por qué
un hombre de negocios como Berlusconi se ha inclinado siempre por apoderarse de
empresas comunicativas? Porque sabe que no es posible sostener el poder
político sin hacerse con el poder mediático. Y viceversa.
Un día los rumores
se consolidan y El Mundo anuncia que Telecinco prescindirá de Sálvame tras
catorce años en antena. "Mediaset pone fin a la telebasura", dice el
diario de Joaquín Manso. Acto seguido, adjunta una desalentadora apostilla:
"Será Ana Rosa Quintana quien ocupe las sobremesas de Telecinco".
Allá por 2020, Jorge Javier Vázquez recogió la ira del espectro reaccionario
después de haber defendido a Pablo Iglesias frente a un invitado. "Este
programa es de rojos y maricones", le espetó entre aspavientos de
indignación. Es difícil definir el sesgo ideológico de un show como Sálvame,
pero cuesta poco ubicar a Ana Rosa como brazo televisivo de la ciénaga
derechista.
Frente al barullo
de Jorge Javier, la nueva tribuna de Ana Rosa se presenta como una combinación
de "información y entretenimiento". Existe un anglicismo,
infotainment, para definir este género híbrido en el que las noticias se
dispensan en forma de ruidoso espectáculo. Es la ideología en su forma más pura
porque aparece desprovista de la seriedad notarial que ofrecen los servicios
informativos. Pero sigue siendo información. Tanto que Borja Prado debería
tener mano directa en la línea editorial del programa. La cuenta atrás
electoral apremia y hay que ponerse manos a la obra. No para informar sobre la
realidad sino para crear una realidad que aún no existe.
La productora de
Ana Rosa, que ya ha recibido 11,5 millones de Ayuso, se frota sus
pluriempleadas manos y se lleva la punta del dedo a la lengua para contar mejor
los billetes. Feijóo y Abascal dan brincos de alegría pues no se ha visto en
los platós de Telecinco una presentadora más servicial con los amos y más
hostil hacia los maléficos enemigos de España. Y en la tesorería de Media For
Europe, el clan Berlusconi espera a las elecciones españolas para hacer el
cierre de caja. Con un poco de suerte, Sánchez y Prisa se desnucarán al unísono
y no habrá mejor ocasión ni más barata para comprar un buen fardo de acciones.
La Operación Ana Rosa es cara pero parece rentable.
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