LAS PRIMARIAS DE DAMOCLES
FRANCISCO JURADO GILABERT
La espada de Damocles
(Richard Westall, 1812).
Las primarias se popularizaron en España a partir de 2014, a través de partidos nuevos como Podemos o Ciudadanos, y de las candidaturas municipalistas que concurrieron a las elecciones de 2015. Hasta ese momento, los partidos clásicos habían tirado de otros métodos de elaboración de listas, como la elección por delegados o, directamente, las designaciones a dedo.
Las primarias se presentan como un mecanismo democrático que permite, a las bases de un partido, participar en la conformación de sus órganos y sus candidaturas. Además, se les atribuyen otras propiedades, como la posibilidad de seleccionar a los mejores perfiles o, simplemente, a personas independientes de los aparatos que, de otra forma, no tendrían opción de alcanzar esos puestos. Sin embargo, no existe un único modelo de primarias y, en función de cómo se configuren algunos parámetros, los objetivos anteriormente descritos pueden someterse a otros intereses no tan relacionados con la democracia o la meritocracia.
El primer parámetro
al que hay que atender es al censo, que puede ser desde abierto del todo
(cualquier persona puede inscribirse y participar) hasta limitado (a las
personas afiliadas, al pago de una cuota…). La segunda variable tiene que ver
con el formato de las candidaturas, que pueden presentarse en listas o
individualmente. Además, si se opta por la presentación de listas, éstas pueden
estar desbloqueadas (lo que permite elegir candidatos de listas diferentes) o
bloqueadas (sólo se puede elegir una de ellas). Otro factor que influye, sobre
todo en el formato de listas, más aún si están bloqueadas, es la presencia de
liderazgos fuertes, cuya influencia favorecerá la elección del resto de
personas candidatas asociadas a su lista. Por último, un parámetro determinante
es la fórmula que se utiliza para el escrutinio de los votos, a la hora de
asignar los puestos en liza, que puede ser de corte proporcional o, por el
contrario, favorecer a las opciones mayoritarias.
Como se puede
comprobar, cuando se habla de “primarias abiertas”, en abstracto, no se está
concretando ningún modelo. Apenas se está deslizando uno de los muchos
parámetros que configuran este tipo de procedimientos. Pero es que, además,
existen otros factores coyunturales que hay que tener en cuenta para analizar
un proceso de primarias concreto. Por ejemplo, no es lo mismo la celebración de
unas primarias dentro de un partido que dentro de un espacio político
conformado por varias organizaciones. En este segundo caso, las organizaciones
minoritarias, con bases más pequeñas, tendrán mucha dificultad para salir
representadas, a menos que se implementen criterios correctores que favorezcan
una lista plural.
Por otra parte, el
contexto político también importa. En 2014-2015, por ejemplo, vivíamos en un
boom de movilización, que favorecía una amplia participación de la sociedad en
los procesos internos de los partidos, sin duda, debido a la activación social
que produjo el 15M. Por contra, hoy día nos encontramos en un momento de
“reflujo”, con unos niveles de participación política mucho más bajos, donde la
desafección hacia los partidos políticos ocasiona que sólo la militancia más
activa se movilice para participar.
Hoy nos encontramos
con unos niveles de participación política mucho más bajos, donde la
desafección hacia los partidos ocasiona que sólo la militancia más activa se
movilice
Finalmente, no hay
que pasar por alto otro detalle. La militancia de un partido es, a fin de
cuentas, una pequeña parte de su electorado potencial, caracterizada por ser
más activa, por estar más politizada e ideologizada o por sentirse más apegada
a los símbolos y lenguajes propios del marco ideológico donde se encuadra el
partido. El electorado medio, sin embargo, se suele situar en una posición más
centrada, si lo representamos en el eje clásico izquierda-derecha. En otras
palabras, la militancia es un cuerpo más homogéneo e identitario, mientras que
el electorado es más flexible y ecléctico.
A estos factores
habría que añadir uno más, de corte conductual y de base neuropsicológica.
Según los parámetros explicados, de aquellos que se escojan para la
configuración de unas primarias dependerá el grado de competitividad en el que
se desarrolle el proceso. Y esto es importante, no sólo para el resultado
aritmético de la elección, sino para la construcción y el devenir del propio
partido/espacio. Me explico.
La militancia es un
cuerpo más homogéneo e identitario, mientras que el electorado es más flexible
y ecléctico
No es lo mismo un
partido de reciente creación, sin corrientes internas enfrentadas, donde se
hacen unas primarias con candidaturas individuales y censo abierto, que un
espacio político con partidos que compiten entre sí, con tensiones y
enfrentamientos arrastrados, con liderazgos fuertes, donde se realizan unas
primarias en formato de listas. En el primer supuesto, se aventura un grado de
competitividad reducido, donde la elección pivotará, presumiblemente, sobre las
cualidades y características de las personas candidatas. En este caso, retomar
una senda cooperativa, camino a las elecciones, no se antoja complicado. El
segundo supuesto es más peliagudo. No hace falta ser un genio de la política
para aventurar que el grado de competición será extremo, lo que puede llegar a
tensar mucho las relaciones entre las diferentes organizaciones que compiten,
incluyendo sus militancias. Es muy plausible que la línea discursiva, para
imponerse en las primarias, no se limite a una exposición propositiva y que
contenga, además, una buena dosis de crítica hacia los adversarios. Además, la
retórica preprimarias tenderá a adecuarse a las características de la
militancia más activa que, como ya hemos advertido, es más identitaria,
homogénea y compacta que el electorado. Esto, hacia afuera, puede suponer una
exposición pública de mensajes y perfiles tan escorados que corran el riesgo de
perder la sintonía con ese electorado medio potencial.
Durante procesos
competitivos, ya sean primarias, elecciones, oposiciones o eventos deportivos,
los cerebros de las personas que compiten experimentan un aumento significativo
de los niveles de cortisol (la hormona del estrés) y de testosterona (una hormona
muy asociada a la competición). Según el resultado de la competición, la parte
vencedora recibirá una descarga de dopamina, como sistema de recompensa
neuronal. Por el contrario, la parte perdedora aumentará, aún más, sus niveles
de cortisol, experimentando sentimientos de tristeza, frustración y rabia.
Una gestión
inadecuada de las emociones derivadas de esos procesos competitivos puede
contribuir a empeorar el clima de cohabitación y cooperación dentro del espacio
Estos procesos
neuroquímicos no son inocuos para las organizaciones políticas. Se supone que,
tras un proceso de primarias, una vez conformadas las listas electorales, todos
los actores partícipes tienen que volver a remar conjuntamente, para encarar
una cita electoral o, simplemente, para mantener la actividad ordinaria de la
organización. Una gestión inadecuada de las emociones derivadas de esos
procesos competitivos puede contribuir a empeorar el clima de cohabitación y
cooperación dentro del espacio. Si, además, esas relaciones internas ya venían
deterioradas por la competición previa o por confrontaciones pasadas, será
tremendamente complicado suturar esas brechas afectivas y emocionales.
Tampoco hay que
olvidar que todo ese proceso, aunque sea interno, se proyectará hacia afuera,
hacia el electorado. La imagen de enfrentamiento y división, así como la
ilusión (o falta de esta) que se perciba en los actores implicados, generarán
un efecto en la opinión pública y se amplificará a través de los medios de
comunicación.
Por todo lo
expuesto, la decisión de celebrar primarias y, sobre todo, qué tipo de
primarias se van a celebrar, se debe meditar con tiempo, paciencia y mucho
diálogo. Con unas primarias en el horizonte, las dirigencias de las
organizaciones implicadas deben calibrar hasta qué punto de confrontación se
puede llevar esa competición, siendo conscientes y responsables a la hora de
valorar las grietas internas que estos procesos pueden abrir.
Las primarias
pueden ser una gran herramienta de legitimación de una candidatura. Es más, si
el proceso de primarias está bien construido, la movilización que produce puede
servir de lanzadera para las elecciones a las que precede. Pero, cuidado si las
primarias se utilizan como un arma táctica, dirigida sólo a obtener cuotas de
poder. Cuidado si se realizan como un fetiche, sin adecuar sus parámetros al
escenario en el que se implementan. Entonces, las primarias pueden resultar más
una amenaza que una potencialidad, destrozando y condenando la interna del
espacio político que se pretende impulsar.
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Francisco Jurado
Gilabert es jurista y doctor en Ciencia Política. Es el responsable de
organización de Más País Andalucía.
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