TOM Y JERRY, O LA DESESPERACIÓN DEL PP
JUAN TORTOSA
Tom &
Jerry
No saben ya qué hacer para que los torpedos inmisericordes que a diario lanzan contra el Gobierno de coalición acaben surtiendo efecto. Están desesperados. Me recuerdan a Tom, el gato que salía trasquilado cada vez que intentaba atrapar a Jerry, el ratón: no había sabotaje que le saliera nunca bien al felino porque Jerry siempre se escurría y al final era a Tom a quien acababa explotándole el petardo en la cara. Tom y Jerry: un viejo guión que no pierde actualidad.
Me imagino a la
plana mayor del Partido Popular gritando ¡malditos roedores! en la sala de
máquinas de Génova, 13 cada vez que intentan una maniobra para desgastar al
Gobierno de coalición y al final acaba saliéndoles el tiro por la culata. No
paran de pegar escobazos sin conseguir atizarle nunca a unos adversarios que
siempre se las arreglan para salir relativamente indemnes de la agresión de
turno.
Pero ¿cómo es
posible?, se preguntan desconcertados. Nosotros que tenemos de nuestro lado a
todos los primos de Zumosol posibles, nosotros que contamos con el apoyo de
bancos y grandes empresarios, es decir, con todo el dinero del mundo, nosotros
que disponemos de los mejores instrumentos de presión existentes, nosotros que
somos los putos amos... ¿cómo es posible que no haya manera de endiñarle al Gobierno
de coalición un buen escobazo que los deje temblando?
Les hemos llamado
de todo, hemos mentido sobre todo, le hemos la dado la vuelta a cualquier buena
noticia que pudiera favorecerles, hemos acojonado de lo lindo al personal,
hemos logrado que muchos infelices piensen que los vamos a sacar de la miseria,
hasta hemos hecho creer a los pensionistas que la subida de la jubilación era
mala, pan para hoy y hambre para mañana; en fin, que nunca le hemos hecho
asquitos a la más mínima oportunidad que se nos haya brindado para retorcer la
realidad cuanto más mejor...
Hemos copiado las
peores artes de Trump, plagiado a Berlusconi y perfeccionado el arte de
divulgación de noticias falsas hasta tal extremo que ríase usted de la Fox
estadounidense. Tenemos a Vox en horas bajas tras el sonoro ridículo brindado
por ese bluff llamado Tamames, las radios no paran de arrearles, las teles son
nuestras, los periódicos comen en nuestras manos... y aún así los muy cabrones
del gobierno logran salir a flote.
Conseguimos hasta
quitarles la televisión pública y ni por esas, cinco años con el Poder Judicial
sin renovar y nada, en los juzgados ya no saben cómo retrasar más tiempo los
juicios de corrupción que aún quedan pendientes contra nosotros y nos instan a
espabilar, es decir, a llegar al gobierno cuanto antes y como sea, porque ya no
saben qué más hacer para favorecernos; las cloacas han practicado sin pudor
alguno el mayor juego sucio posible intentando sobre todo buscar la ruina a los
socios minoritarios del Gobierno de coalición... Y aun así, no hay manera de
despegar con claridad en las encuestas. Ni siquiera en las que cocinan los
nuestros. Pero ¿qué está pasando aquí?
Una pandemia del
carajo de la vela, un volcán, una guerra en Ucrania que nos empobrece a
todos... Pues nada, ni por esas hemos conseguido que la legislatura se
acortara. Hacen pactos, llegan a acuerdos, sellan consensos, y ahora que nos
las prometíamos tan felices soñando con un revés en el asunto de la reforma de
las pensiones, va Europa y bendice los acuerdos entre Gobierno de coalición y
sindicatos ¡Con lo bonito que hubiera sido un buen pollo en otoño por las
calles de toda España llenas de contenedores ardiendo a pocos meses vista de
las elecciones generales!
En resumen,
desocupado lector, que los guionistas del negocio pepero andan desesperados. No
dan con la tecla para que despeguen las expectativas del llamado principal
partido de la oposición. Y algunos de los muñidores de las eternas
conspiraciones internas hace ya un tiempo que se preguntan cómo fueron capaces
de apostar por el inútil de Núñez Feijoó. Menudo chasco. Los periodistas y
predicadores en nómina cada vez lo tienen más difícil para remendar o tapar sus
antológicas meteduras de pata, los pobres.
Cada vez que viajan
a Bruselas hacen el ridículo, visitan al Papa y este les ningunea en su cara. Y
claro, se agobian y desesperan tanto viendo correr el reloj y las hojas del
almanaque, que al final no se les ocurre nada mejor que recurrir a la distopía
de los telepredicadores latinos de tinte bolsonarista, a sus bendiciones y sus
aleluyas: ¡Almeida, aleluya; Ayuso, aleluya; Señor Feijoó, ruega por nosotros,
aleluya! ¿Puede existir mayor reconocimiento de impotencia?
¡Malditos roedores,
los miembros de este Gobierno de coalición. Pensábamos que con los insultos, la
crispación en el Congreso de los Diputados, la tele pública a nuestro favor y
esa manipulación mediática en la que nuestros turiferarios son verdaderos
maestros, nos los íbamos a comer en pepitoria a las primeras de cambio y ahí andan
todavía, vivitos y coleando tres años largos después. Corriendo y zafándose
divertidos de nuestros escobazos, como el ratón Jerry mientras nosotros, como
el gato Tom, acabamos estrellándonos contra la pared cada vez que intentamos
acabar con ellos.
¡Malditos roedores!
J.T.
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