MONARQUÍA, DEMOCRACIA Y REPÚBLICA
MILAGROS
RUBIO / OLGA RISUEÑO / TXEMA MAULEÓN
Para las y los republicanos, el 14 de abril de cada año tiene un especial significado. Fue en esta fecha de 1931 cuando se proclamó la II República derrocando la monarquía de Alfonso XII. Con ello se inició un ciclo de libertad y democracia. Pese a las contradicciones que se generaron en el seno de la izquierda y la ofensiva frontal de las fuerzas reaccionarias, se consiguieron logros históricos en la redistribución de las tierras, la educación, la cultura…
Después del golpe
militar de 1936, en la larga y cruenta noche del franquismo, la bandera de la
República fue el referente de la lucha contra la dictadura para miles de
militantes de izquierdas que, poniendo en riesgo su libertad y sus propias
vidas, se enfrentaron a los desmanes del régimen. Las múltiples opciones
políticas de izquierda de aquel entonces (PC, PCR, MCE, OIC, PT, ORT, PCE-ML,…)
discrepábamos en las propuestas políticas e ideológicas, pero el horizonte
republicano era conjuntamente compartido. La libertad estaba asociada a la
República.
En la década de los
60 fueron incrementándose las movilizaciones contra el régimen imperante, pero
no lograron ser lo suficientemente importantes como para provocar una ruptura
con el franquismo. El conjunto de las instancias políticas de izquierda más
significativas del momento (PSOE, PCE) no lo consideraron posible. No conviene
olvidar que Franco no fue derrocado por las movilizaciones, cada vez más
numerosas y masivas, sino que ostentó su poder dictatorial hasta su último
aliento, cuando falleció el 20 de noviembre de 1975. A partir de ahí se inició
lo que se ha venido a llamar la Transición, acordada entre las fuerzas del
régimen y los partidos mayoritarios opuestos a la dictadura. Una de las
consecuencias de ese acuerdo fue la instauración de la “monarquía
parlamentaria” que dio lugar a la Constitución de 1978, norma que rige nuestro
actual sistema político.
Más allá de nuestra
valoración sobre lo adecuado o no de las decisiones adoptadas en su momento por
las izquierdas que protagonizaron el escenario político, lo cierto es que la
democracia española se ha abierto camino. Pero ha transitado lastrada por las
limitaciones generadas por la institución que ostenta la jefatura del Estado,
así como por las herencias franquistas que quedaron sin depurar en las
instancias judiciales, aparatos del Estado, ejército, fuerzas de seguridad, las
grandes fortunas que se generaron expoliando a la población… Se trata cada vez
más de un obsoleto obstáculo para avanzar en la consolidación y ensanchamiento
de la democracia.
Hay herencias
medievales que han quedado incrustadas en nuestro sistema político hasta
nuestros días
Al margen de las
particularidades de cada país, en la actualidad, las más elementales exigencias
democráticas demandan que todas las instancias políticas encargadas de
gestionar el poder han de ser elegidas democráticamente, incluida la jefatura
del Estado. Hay herencias medievales que han quedado incrustadas en nuestro sistema
político hasta nuestros días y en algún momento habremos de librarnos de ellas.
Por ejemplo, el hecho de que el cargo sea hereditario y que la Constitución
afirme que “la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a
responsabilidad”
El estatus privilegiado
de los monarcas ha dado cobertura a todo tipo de desmanes a lo largo de su
existencia: corrupción a gran escala, opacidad absoluta, despilfarro,
ostentación y prerrogativas que les permite estar por encima de la ley.
Cambiar este
sistema político reclama un nivel de conciencia y predisposición ciudadanas
lejos de nuestro alcance en estos momentos. La gente mantiene otras
preocupaciones prioritarias que afectan a su vida cotidiana, tales como la
guerra de Ucrania, la inflación desbocada o el deterioro de la sanidad. Al
margen del punto de vista que cada uno tenga al respecto, la gran mayoría no
considera que este asunto sea destacable en el presente.
Por su parte, los
partidos de la derecha, PP y Vox, se erigen en sólido dique de contención de
las críticas, haciendo de la defensa monárquica la columna vertebral de su
planteamiento político y de su armazón institucional y justificando u ocultando
las tropelías de quienes ejercen tal función.
El PSOE mantiene
una ambigüedad calculada, coloreada por un republicanismo etéreo que no es
ajena a lo que expresa su propio electorado. Mientras Sánchez, a propósito de
las fechorías de Juan Carlos I, afirma que: “Las informaciones que hemos
recibido en este tiempo son decepcionantes y debe una explicación a los
españoles”, al mismo tiempo garantiza el sostén y apoyo al actual monarca en
ejercicio. Pese a que la izquierda y los partidos nacionalistas muestran su
profundo rechazo, no podemos olvidar que su representación institucional apenas
alcanza el 30% del apoyo ciudadano.
Con todo, es cierto
que se percibe un desgaste cada vez mayor de la institución monárquica y que su
prestigio va decreciendo entre la población. Esta opinión se acentúa en las
personas jóvenes, que ven cada vez más injustificable y contraproducente su
existencia en el entramado democrático. A ello contribuye de manera especial el
hecho de que, de un tiempo a esta parte, estén saliendo a la luz los escándalos
financieros en los que se encuentran implicados el rey emérito y otras personas
que forman o han formado parte de la Casa Real.
Como cada 14 de
Abril, levantamos nuestra voz para reivindicar una república que nos aleje de
visiones nostálgicas de un supuesto pasado idílico
Es necesario
denunciar una y otra vez el carácter antidemocrático y corrupto de la
institución monárquica, pero no es necesario esperar a la proclamación de la
república para “hacer república”. Tenemos que construirla palmo a palmo desde
nuestros días, difundiendo sus valores de igualdad, solidaridad, de lucha
contra las injusticias, por el feminismo, contra el cambio climático, contra
todo tipo de guerras. Cada paso que damos en esta dirección, más cerca estamos
de nuestras aspiraciones republicanas.
Como cada 14 de
Abril, levantamos nuestra voz y nuestra bandera para reivindicar una república
que nos aleje de visiones nostálgicas de un supuesto pasado idílico que hayamos
de recuperar, que recoja los valores positivos que tuvo la II República y
ofrezca un nuevo horizonte de esperanza adecuado a las necesidades actuales de
la sociedad.
En este recorrido
que hacemos para abrir nuevos caminos, siempre tendremos el recuerdo, el cariño
y el reconocimiento para quienes defendieron la democracia y pagaron con exilio,
cárcel y muerte su defensa de la II República. Una vez más, en Batzarre
queremos rendirles nuestro más sentido homenaje. Trabajaremos cada día por
mantener su memoria viva y su dignidad frente a quienes se empeñan en
someterlos al olvido o se confabulan para tergiversar lo sucedido antes,
durante y después del golpe militar de 1936. Después de 45 años de democracia,
seguimos desenterrando cadáveres de las personas fusiladas que todavía
permanecen en las cunetas. Y ello se viene haciendo por el empeño y el trabajo
ingente, generoso y discreto, de personas organizadas en colectivos como
Txinparta-Fuerte de San Cristóbal o la Asociación de Familiares de Fusilados de
Navarra (AFFNA-36), que llevan décadas trabajando para en que la Memoria de
aquel terrible pasado de masacre y dolor no fenezca en el olvido. Vaya pues por
delante nuestro reconocimiento y gratitud.
Tenemos la
convicción de que, pese a las resistencias y el empeño de algunos en apuntalar
la monarquía, el futuro es la república.
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Milagros Rubio,
Olga Risueño y Txema Mauleón son miembros de Batzarre.
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