FILOSOFÍA PARA INCAUTOS
HIGINIO POLO
Los que critican a Putin no se preguntan cómo más de un siglo de imperialismo europeo y ocho décadas de dominio de EEUU han desembocado en guerras y matanzas sanguinarias
Un estimable filósofo catalán, Manuel Cruz, se preguntaba no hace mucho: ¿cómo siete décadas construyendo socialismo han desembocado en el régimen de Putin?, ¿dónde se encuentra el origen de que aquellos esfuerzos para construir una sociedad nueva hayan terminado así?
Las preguntas
contenían una trampa evidente (aunque no deliberada, Cruz es un hombre
honesto), porque no fue el socialismo soviético quien trajo a Putin sino la
revancha capitalista: EEUU y sus aliados, ese Occidente colectivo, apoyaron al
sanguinario régimen de Yeltsin que incluso bombardeó el parlamento ruso
causando una matanza, patrocinaron el robo de la propiedad pública y el
desmantelamiento y la destrucción de la sociedad soviética.
Solo hay que
recordar los años noventa en todas las repúblicas soviéticas, llenos de
mafiosos y delincuentes, con asesinatos en las calles, con robos y estafas a la
luz del día, con los hombres de Yeltsin repartiéndose la riqueza del país, con
oligarcas trabajando con los ministros que mandaban en las instituciones y con
los gobiernos occidentales colaborando en la rapiña, con hombres de la CIA
estadounidense trabajando en las oficinas del gobierno ruso e incluso en las
instalaciones nucleares, sin que Occidente se conmoviera ni criticase esa
deriva criminal.
Para entender de
dónde viene el actual régimen es imprescindible saber que millones de personas
murieron en el caos engendrado por Yeltsin con el entusiasta apoyo occidental:
dejaron de pagar los salarios y las pensiones, destruyeron sistemáticamente la
industria soviética, arrasaron la economía, abandonaron los gigantescos
combinados fabriles soviéticos, porque solo pensaban en enriquecerse con
rápidas operaciones delictivas: engendraron así esa nueva burguesía de
oligarcas que estaba dispuesta a convertir en escombros la Unión Soviética para
acumular su fortuna.
La partición de la
Unión Soviética, apoyada también por EEUU y sus aliados, no se detuvo ahí: hoy
trabajan incluso por la partición de la actual Rusia, por su desaparición.
Putin, heredero de Yeltsin, quiso integrarse en condiciones de igualdad en ese
«Occidente colectivo» que son solo EEUU y sus aliados de la OTAN, pero
Washington solo acepta la sumisión.
Putin tenía un
objetivo: evitar el hundimiento y la desaparición de Rusia, y eso llevó a la
seria advertencia de Múnich en 2007. Putin puso orden en las calles tras años
de bandidos y mafiosos, pero no se convirtió de nuevo en comunista, porque
siguió manteniendo buenas relaciones con muchos oligarcas y preservó sus
negocios: por eso es duramente criticado por el Partido Comunista ruso.
Al mismo tiempo,
sabiendo que la mayoría de la población añora los años soviéticos, hizo algunos
gestos. El rostro de Yeltsin cuando le comunicaron que Putin había repuesto el
himno soviético (cambiando la letra, claro, sin referencias al Partido Comunista)
fue revelador. El alcohólico que traicionó a su propio país, hizo un solo
comentario, refiriéndose a Putin: «Es rojizo», dijo, decepcionado, porque él
prefería arrasar cualquier recuerdo del socialismo soviético, como demostró en
la matanza de 1993, disparando cañonazos contra el Parlamento, con el apoyo de
Washington, Londres, Berlín y París, sin la menor crítica de Occidente.
En cambio, es
significativo que el filósofo catalán, y otros como él, no se pregunten: ¿cómo
es posible que EEUU, un país que siempre hizo gala de la libertad y la
democracia, se haya convertido en una violenta maquinaria que ha ensangrentado
el mundo, causando millones de muertos, incendiando países, engendrando miseria
y destrucción?
No se preguntan
cómo más de un siglo de imperialismo europeo, y ocho décadas de dominio
estadounidense de la mano de esa democracia que dicen defender, han desembocado
en guerras y matanzas sanguinarias: solamente en Oriente Medio, en los últimos
veinte años, esos EEUU civilizados y liberales han causado más de un millón de
muertos en Iraq, acumula seiscientos mil cadáveres en Siria, cien mil en
Afganistán, por no hablar de Libia, Yemen, Somalia. No se interrogan tampoco
ante la evidencia de que Bush, Obama, Trump, Biden, son criminales de guerra.
Para el filósofo,
Marx había servido para «empedrar el infierno» del socialismo real. Pero el
socialismo soviético no era un infierno, y no ha desembocado en Putin: fue
aplastado por quienes arrasaron el país ayudados y asesorados por Occidente,
destruyendo las bases de su vida y su industria, implantando el caos y la
pobreza, el desempleo y la desesperación, y que hicieron posible la aparición
de hampones, delincuentes, ladrones y empresarios miserables que resolvieron a
tiro limpio en las ciudades del país las disputas por apoderarse de las
propiedades soviéticas.
Esa filosofía para
incautos no explica que el infierno llegó en esos años del Yeltsin protegido
por el Occidente capitalista, con un régimen impuesto que ya estaba exhausto al
final del siglo XX y que dejó el país convertido en un solar. Putin fue el
recurso para terminar con los años de caos y asesinatos en las calles de Moscú
y Leningrado, manteniendo el poder de los beneficiarios del mayor robo de la
historia de la humanidad que propició el desmantelamiento del socialismo.
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Texto completo en:
https://www.lahaine.org/mundo.php/filosofia-para-incautos
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