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sábado, 4 de marzo de 2023

TURULOS Y CONSPIRACIONES

 

TURULOS Y CONSPIRACIONES

ANÍBAL MALVAR

Francisco Martínez, en una imagen de archivo.

Nos quieren convencer nuestros ingeniosos periódicos de derechas de que el caso Tito Berni, glamouroso de coca y de putas, es informativamente parangonable al caso Kitchen. Abro azarosamente las páginas de opinión del ABC y ni rastro de la trama de corrupción y degradación más grave de la historia de nuestra democracia, quizá solo en noble pugna con los GAL.

"El caso del Tito Berni es un ejemplo perfecto de la corrupción ética, política y económica que impregna al socialismo", clama Isabel San Sebastián; "Al final caerán por Putito Berni", augura Juan Carlos Girauta, ex pretor de aquel yogurcito caducable llamado Ciudadanos; Juan Manuel de Prada alimenta la teoría de la tábula rasa con su columna Todos corruptos, el eterno lema con que todos los fascismos de la historia denigraron a la clase política antes de sustituirla; Ignacio Camacho habla de Infierno reputacional y añade que "hay motivo para los nervios en el entorno de Sánchez. Las llamas del escándalo de Tito Berni han alcanzado la calle".

 

En La Razón, Juan Ramón Lucas se pone muy digno: "No se apaga aún el eco de la sentencia por los EREs y tenemos ya el caso de las corrupciones cutres y salchicheras del Tito Berni. Apesta ética y estéticamente". Y, en El Mundo, Emilia Landaluce nos resume, con una entrevista al psicólogo Ramón Nogueras, la idea inspiradora de esta forma de informar: "La verdad le importa un pito a la gente".

 

Supongo que ahora estaréis deseando que os enumere lo que estos periódicos opinan sobre el hecho de que un ex secretario de Estado de Seguridad, estando ya investigado (2021-2022), se intercambie wasaps con el presidente de la Audiencia Nacional para ver cómo se arregla lo suyo. Las conversaciones de este tipo, en tiempos de nuestros más viejos y gloriosos corruptos, terminaban diciendo "le mando a usted un jamón". Ahora se despiden con un emoticono. Cómo se ha degradado la res pública.

 

Me voy por los cerros. ¿Qué opinan nuestros periódicos de este asunto? Esta vez no me he ganado el pan, porque no opinan nada. Los periódicos de la derecha moderna se interesan más por los turulos que por las grandes conspiraciones. Deberían imprimirlos en cartón blando.

 

Yo no sé si al final se descubrirá que hasta Nadia Calviño se iba también de orgía bailonga y cocalera con Tito y sus empresarios, pero por lo que llevamos sabido se trata del caso de un irrelevante diputadillo que le sacaba cinco mil pavos por cabeza a los creadores de riqueza de este país. En resumen: lo que sabemos hasta ahora es que Tito Berni era una suerte de tour-operator de la mordida que paseaba, cobrando, a sus clientes por el Congreso y los prostíbulos, pues para muchos vienen a ser cosas iguales.

 

Darle rango al Tito Berni de caso de corrupción sistémica es falaz. El caso Kitchen, sin embargo, es una subtrama de una gran historia que arranca con la grabación al ministro de Interior Jorge Fernández dándole instrucciones al jefe anti-fraude de Catalunya para que cree pruebas falsas. Ya tenemos a un Gobierno delinquiendo. O mucho se le parece.

 

Por los audios de Antonio García Ferreras, supimos después con evidencias irrefutables que Atresmedia se puso al servicio de la trama prestándose a repetir mentiras compulsivamente aunque fueran muy burdas. El grupo de comunicación más grande de España delinquiendo, al menos en lo referido a la deontología profesional.

 

Vamos a saltarnos unos pasos y llegar a lo que hemos conocido esta semana, y que nuestros viejos periódicos han silenciado. El presidente de la Audiencia Nacional diciéndose unas cositas por el móvil con un imputado, que yo no sé si serán dignas del verbo delinquir, pero muy cerca andan.

 

Creo que la comparación con el putero Tito es hiperbólica de más, compañeros periodistas.

 

Como comparar a Podemos con Vox, ahora que Vox está decayendo en simpatía mediática. Lo hacía el viernes Rafa Latorre en El Mundo: "De Nadia Calviño se decía que era la cancerbera de la sensatez que evitaría que el populismo tomase por asalto la economía. Vuelve a cumplirse la ley implacable del frente popular: la convivencia siempre termina radicalizando a los tecnócratas y jamás educa a los radicales. Bastan un par de años para que las calviños terminen hablando como belarras". Aplicad la frase textual al cambio de discurso del PP desde que apareció Vox y os queda niquelada.

 

Pero no. No todos los partidos son iguales, no todos los delitos son iguales ni todos los calvos se parecen a Bruce Willis.

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