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martes, 21 de marzo de 2023

EL ESPERPENTO TAMAMES

 

EL ESPERPENTO TAMAMES

MARIO RÍOS FERNÁNDEZ

Analista político y profesor asociado en la UdG

El candidato de la moción de censura, el profesor y economista Ramón Tamames (i) y el líder de VOX, Santiago Abascal (d), durante un debate de la moción de censura, en el Congreso de los Diputados, a 21 de marzo de 2023, en Madrid (España). Eduardo Parra / Europa Press

Las mociones de censura son mecanismos institucionales con una finalidad claramente política, salga o no salgan adelante. Lo fueron las que llevo a cabo el PSOE en los primeros 80 contra Suárez, la moción de Hernández-Mancha en 1987, la presentada por Podemos en 2017 o incluso la de Abascal en plena pandemia. A pesar de no contar con los apoyos suficientes, son un mecanismo útil para posicionarse como alternativa, tomar impulso político y hacer que la dinámica política cambie. Es con esta finalidad con la que la ponen en marcha los diferentes partidos políticos. En esta moción de censura Vox, por lo tanto, tenía tres grandes objetivos político: recuperar foco, ampliar su espacio político y poner en un aprieto al PP. Analicemos uno por cada uno de estos objetivos y sus resultados.

 

El primer objetivo es como hemos dicho recuperar el foco mediático. Vox propuso esta moción de censura en diciembre en una clara maniobra para recuperar una iniciativa política que había perdido desde verano, justo después de las andaluzas cuando los de Abascal estaban claramente opacados por una disputa bipartidista cada vez más marcada. Si hasta las elecciones andaluzas parecía que Vox podía poner al PP en un aprieto, desde que Moreno Bonilla arrasase y Vox defraudase en sus expectativas electorales andaluzas, la extrema derecha perdió todo foco e incluso fue atacada desde medios de comunicación conservadores. Pese a la imposibilidad de sacar adelante la moción de censura por falta de apoyos, Vox ha pretendido volver a situarse en el candelero en un momento en el que había perdido todo foco mediático y en el que la mayoría de encuestas señalan un retroceso en sus aspiraciones electorales.

 

El segundo objetivo político de la moción de Vox era ampliar su perímetro electoral. Con la presentación de un candidato que no está directamente vinculado con la formación y además es una figura simbólica de la Transición, la extrema derecha pretendía superar su espacio electoral claramente vinculado a las posiciones más extremas de la familia conservadora. Un candidato independiente para una formación que intenta salir de la esquina en la que la propia dinámica política la ha ubicado con el objetivo de intentar transversalizarse, penetrar en electorado más de centroderecha, y salir así de su nicho electoral ubicado en la extrema derecha para poder volver a crecer en las encuestas. La moción como trampolín para presentar a Vox como algo más abierto políticamente de cara a volver a competir contra el PP.

 

 

El último objetivo, el tercero de ellos, era presionar al PP. Con la presentación de una moción de censura contra el gobierno de Sánchez, obliga al PP a moverse y a demostrar que los populares están ligados a ellos si quieren alcanzar el Gobierno. Vox sabe que no puede superar ya electoralmente a un PP renovado alrededor de la figura de Feijóo pero puede evitar ser atrapado por una dinámica de voto útil. Si el electorado conservador ve la alianza entre el PP y Vox, es posible que acaben apoyando a la extrema derecha. Además, con esta maniobra, Vox pretende marcarle la agenda de nuevo a los populares porqué sabe que cuando la derecha clásica se adapta a los marcos que fijan los ultras, se desangra electoralmente.

 

Sin embargo, el resultado de la moción de censura ha acabado siendo un esperpento político. Vox ha obtenido foco mediático, sí. Pero a costa de ser opacado por un candidato que ha renegado del partido que lo ha presentado, no ha aplaudido a Abascal en su intervención inicial, ha hecho un discurso contrario a algunos de los principios del partido, ha venido a demostrar su erudición sobre historia de España y a trufar su discurso de continuas citas a pensadores y filosofas para demostrar su nivel intelectual. Un candidato que no ha hablado para nadie o únicamente para si mismo. Vox ha sido el telonero en el último baile político de Ramón Tamames. Quizás no era este el foco mediático que quería la extrema derecha.

 

Además, los de Abascal tampoco han podido ampliar su espectro político. Tamames ha sido un candidato que no ha querido representarse más que a sí mismo y que no ha permitido a la extrema derecha crecer electoralmente hacía ningún lado. No es un candidato que pueda apelar a los votantes abstencionistas, ni a los votantes de derecha moderada ni siquiera a las nuevas generaciones de votantes conservadores que podrían optar por Vox al ser la opción más extrema en el bloque de la derecha. Tamames tampoco es un candidato de futuro debido a su edad y a las contradicciones que provoca en la propia formación de extrema derecha ya que buena parte de los cuadros ultras no han estado nada de acuerdo con el discurso del candidato alternativo. Tamames ha sido la última bala en la recamara de Vox y ha convertido la moción de censura en un sainete. Y todo esto sucedía mientras Feijóo seguía con su agenda pública disfrutando del autogol de la extrema derecha ante los ojos de toda la ciudadanía. El PP ve como la extrema derecha solo puede representar el pasado y se suicida como alternativa política mientras ellos salen más o menos indemnes del envite. La moción de censura de Ramón Tamames, por lo tanto, ha sido un fracaso total para Vox. Una muestra total de la desconexión de la ultraderecha respecto a la opinión pública española y un ridículo que hubieran podido evitar retirando la moción.

 

No obstante, es interesante analizar el principal efecto de esta moción de censura. Más allá de demostrar la incapacidad de Vox como alternativa política, el gran resultado tangible es el efecto que puede tener un espectáculo de estas características en la opinión pública española. Después de la pandemia, la sociedad española entró en una dinámica de despolitización que empezó a manifestarse en buena parte de los indicadores que las encuestas utilizan para medir el grado de politización de una sociedad. A la pérdida del interés por la política y del descenso en el grado de información política consumida por la ciudadanía, se le ha sumado la consideración de la política y todos los actores que participan de ella como uno de los grandes problemas del país. Además, la mayor parte de instituciones políticas y sociales padece un gran descredito ciudadano. Estamos en un momento de desencanto político similar al que dio lugar del 15M pero está vez no hay ilusión por el cambio sino cinismo ante una política cada vez más desconectada de los problemas reales de los ciudadanos. El resultado de todo ello será un incremento del abstencionismo que crecerá en los próximos comicios finales de mayo derivado de un desinterés creciente por la política

 

Ante esta realidad, la extrema derecha ha montado un espectáculo sin sentido que solo sirve para ocupar titulares en unos medios de comunicación cada vez menos leídos, en una burbuja twittera menguante y para llenar horas en unas tertulias hooliganizadas. Vox ha demostrado su desconexión total respecto al país real que tanto se jacta de defender presentando una moción perdida de antemano y en que nadie entiende en forma, fondo y oportunidad. Un show autorreferencial como el vivido en el Congreso de los Diputados solo aleja a la ciudadanía del verdadero objetivo de la política: cambiar la realidad existente. El crecimiento en el desinterés político y el descredito institucional solo beneficia a aquellos que no quieren cambiar nada a través de ella. Haría bien el Gobierno en aprovechar la oportunidad que le brinda la extrema derecha y hablar de cuestiones concretas que si que preocupen a la sociedad y no recrearse en una farsa que la ciudadanía olvidará la semana que viene. Ser respuesta a los retos y no bochorno político. Esto es lo que debería hacer el Ejecutivo.

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