CHAVELA VARGAS. SALIÓ DE LOS
INFIERNOS CANTANDO
HERNANDO CALVO OSPINA
Chavela Vargas se extinguió el domingo 5 de agosto 2012. Antes confesó que le gustaría morir un domingo, para que su funeral fuera un lunes o un martes, “y así no echarle a perder el fin de semana a nadie”.
Pero tuvo su gran amor. Inmenso. Fue la mexicana y pintora Frida Kahlo, esposa del pintor Diego Rivera. Por un tiempo vivieron a tres, pero solo Frida podía disfrutar de su cuerpo.
Ya había llegado a la juventud sin tener novio. Los hombres no le interesaban. Algo muy grave en San Joaquín de Flores, un pueblito de Costa Rica.
Nunca jugó con muñecas. Desde niña prefería escaparse en las noches a bañarse desnuda al río y hacer galopar a los caballos que no le pertenecían. Muy feliz era cuando podía escuchar serenatas, sin importarle que la recriminaran los vecinos porque no era la hora para estar fuera de casa. Había nacido un 17 de abril de 1919, siendo bautizada como María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano.
Un día dejó de ver
y sus padres le iban a secar los ojos con nitrato de plata. Ya casi lo hacían,
cuando un curandero indígena intervino y la sanó. Sus padres no se querían ni
la querían. “Que Dios los tenga en el infierno”, declaró un día. Unos tíos la
terminaron de criar.
Chavela Vargas
A los 17 años se
marchó para México. Como la pobreza seguía siendo eterna acompañante, debió
hacer cualquier trabajo para sobrevivir. Se cansó de que los patrones
intentaran manosearla y se fue a cantar a las calles. Luego a los bares. Como
tampoco soportó que en ellos los hombres pretendieran ponerle las manos encima,
entonces se consiguió un revolver. Cuando fue necesario, demostró que sabía
usarlo.
Llamándose Chavela
Vargas, cantaba rancheras, género musical mexicano dramático, apasionado, donde
las mujeres son las únicas culpables de los desamores y la traición. Su ronca y
seductora voz la hacía acompañar de una guitarra. Llevaba pantalones, cuando
las mujeres no se atrevían. Fumaba tabaco y empezó a tomar tequila por litros.
No le faltaba un poncho, ojalá rojo.
En una de esas
noches de farra y trabajo la encontró José Alfredo Jiménez, la estrella más
grande de la ranchera. Ella tenía como 30 años. Además de volverse compadres de
parrandas, él la ayudó a salir de los bares populares. La contrataron para
actuar en el hotel más lujoso de Acapulco, y ante sus ojos empezaron a desfilar
las principales figuras de Hollywood que ahí pasaban vacaciones. En febrero de
1957 debió cantar en la boda de la actriz Elizabeth Taylor con Mike Todd. La
llamaron para que actuara en series de televisión y películas. A ella se fueron
acercando Picasso, Pablo Neruda, Federico García Lorca y Gabriel García
Márquez.
Comenzaba a beber
al mediodía, al despertar, y paraba cuando ya casi volvía a salir el sol.
Durante 20 años bebió, fumó y cantó.
El alcohol la hizo
irresponsable en el trabajo hasta que fue cayendo al abismo, sin que nadie le
diera la mano. La de José Alfredo no estaba, pues había muerto en 1973. La
vieron beber cualquier alcohol sentada en un andén, hasta quedar dormida.
Desapareció. Se creyó que había muerto.
Pero no. En 1991
reapareció cantando en un bar de mujeres intelectuales. Su voz seguía casi
igualita. Un día el cineasta español Pedro Almodóvar la encontró y la invitó a
cantar “Luz de luna”, en su película “Kika”, vestida con su poncho rojo y
negro. Chavela volvió a la vida.
Dijo que se había
“escapado de una prisión de amor y de un delirio de alcohol”. Almodóvar la
llamó “la voz áspera de la ternura”. Gracias a la mano de Almodóvar, en 1994
cantó en el Teatro Olympia de París. Con 85 años estuvo en el Carnegie Hall de
Nueva York.
Fue pasando por los
escenarios más cotizados del mundo. En abril de 2012, con 93 años de edad,
lanzó Luna grande, donde revivió poemas del escritor español Federico García
Lorca.
El 10 de julio
viajó a Madrid para presentar ese disco. Se le había pedido que no lo hiciera.
Dos días después tuvo que ser internada por problemas de salud. Se recuperó y
emprendió viaje de regreso a México, aunque se le insistió en que se quedara.
Se extinguió el
domingo 5 de agosto 2012. Desde 2009, en varias entrevistas, confesó que le
gustaría morir un domingo, para que su funeral fuera un lunes o un martes: “y
así no echarle a perder el fin de semana a nadie”.
En ese momento se
amplificaron las declaraciones que había hecho desde su reaparición: “Me tomé
todo el tequila que pude, fui una borracha. Fumé mucho. Salí de los infiernos,
pero lo hice cantando. Tengo la cabeza llena de recuerdos que van pasando como
una película. Reí y lloré, pero he sido feliz con mis amores y mis desamores”.
La prensa, morbosa,
recalcaba aquellas palabras que dijera a sus 81 años en la televisión
colombiana: “Soy lesbiana. Yo nunca me he acostado con un señor. Nunca. Fíjate
qué pureza. Yo no tengo de qué avergonzarme. Mis dioses me hicieron así”. Eso
se sabía, que era lesbiana, porque ella nunca ocultó la pasión que sentía por
las mujeres.
En sus años de
Acapulco no solo fue aclamada sino también deseada. Ella correspondió y gozó.
No sabía en qué lecho amanecería ni con cuál estrella. Una de ellas fue Ava
Gardner. Chavela contó que estuvo enamorada platónicamente de Grace Kelly antes
de que se casara con el Príncipe de Mónaco. Aunque dijo que logró “arrebatarle”
algún beso. También reconoció haberse enamorado de la princesa Soraya, durante
una cena en el Palacio del Sha de Irán.
Gozó con las
mujeres desenfrenadamente, sin importarle si eran famosas o no. Declaró no
haberse sentido mal correspondida.
Pero tuvo su gran
amor. Inmenso. Fue la mexicana y pintora Frida Kahlo, esposa del pintor Diego
Rivera. Por un tiempo vivieron a tres, pero solo Frida podía disfrutar de su
cuerpo. Chavela admiró a Frida por artista y por política, pues Frida era
militante del Partido Comunista.
Los sentimientos
que construyeron hicieron un escudo infranqueable, por donde los comentarios
moralistas no pasaban. Diego las defendió a capa y espada.
Desde un primer
momento existió una fuerte atracción entre ellas. Algunas cartas lo confirman.
El poeta Carlos Pellicer dijo que en una Frida le confesó: “Carlos hoy conocí a
Chavela Vargas. Extraordinaria, lesbiana, es más... se me antojó eróticamente.
No sé si ella sintió lo que yo pero creo que es una mujer lo bastante liberal.
Que si me lo pide no dudaría un segundo en desnudarme ante ella. Cuántas veces
no se te antoja un acostón y ya. Ella repito es erótica. ¿Acaso es un regalo
que el cielo me envía?”.
En otra le reconoce
a Chavela: “Vivo para Diego y para ti. Nada más”. Chavela confesó en una
entrevista: “(Frida) Me enseñó muchas cosas y aprendí mucho, y sin presumir de
nada ¡agarré el cielo con las manos, con cada palabra, cada mañana!”. Proseguía
precisando: “Pensábamos las mismas cosas y queríamos que el mundo fuera como
nosotras lo soñábamos. Ella era fuerte, yo era fuerte. Parecía un potranca
también, como yo, una yegua, de las que cuesta domar, de las que nunca se
doman”.
Chavela Vargas y
Frida Kahlo
Tenía como
cincuenta años cuando cantó “Macorina”, cuya letra había sido dedicada a una
cubana. Chavela le hizo los arreglos. El éxito fue enorme: “Ponme la mano aquí
Macorina, ponme la mano”. Después de verla cantar, los comentarios eran casi
unánimes: solo quien hubiera sentido a Macorina, la mujer, podía interpretar la
canción con tanta sensualidad. Casi erotismo. Franco, el dictador español, la
mandó a prohibir. Chavela contó que Macorina había sido hija de chino y negra.
“Bellísima mujer, una estatua, a la que los pintores pintaban y los poetas
cantaban”. La noche que se la presentaron, “yo le dije: “Señora, algún día yo
la llevo de la mano por el monte”. Emulaba la canción.
“Lo que duele no es
ser homosexual, sino que se lo echen en cara como si fuera una peste”, dijo
durante la entrevista en Colombia. “Yo he tenido que luchar para ser yo y que
se me respete. Para mí es un orgullo llevar el nombre de lesbiana. No voy
presumiendo, no lo voy pregonando, pero no lo niego. He tenido que enfrentarme
con la sociedad, con la Iglesia, que dice qué malditos los homosexuales. Es
absurdo”.
Confesó que su
último amor platónico había sido Salma Hayek, la actriz mexicana. La conoció
durante el rodaje de “Frida”, que Salma protagonizaba. ¿Quién más que Chavela
para aconsejar sobre Frida? A pesar del tiempo que pasaron juntas, “siempre
respeté a Salmita”, aunque “le robé un par de tiernos besitos”. Para decir, a
manera de excusa: “Al buey viejo, pasto viche”. Chavela ya había pasado de los
80 años y la exuberante Salma tenía unos 35.
Chavela Vargas
En octubre 2010,
con 91 años, ofreció un concierto en el Zócalo, de la ciudad de México.
Llegaron decenas de miles de personas a esta plaza, una de las más grandes del
mundo. “Mientras cantaba, oía en los silencios de la música el llanto de la
gente, pero el llanto dulce, ese llanto sereno”. La mayoría eran jóvenes. A
ellos se dirigió para decirles: “Me voy. Les dejo de herencia mi libertad, que
es lo más preciado del ser humano”.
Chavela pregonó
cariño y admiración por las prostitutas y los amantes exagerados del alcohol.
Unas y otros habían sido los únicos en darle albergue, protección y cariño
durante los años que estuvo en los “infiernos”. Ni en los momentos más
grandiosos de su retorno lo olvidó. Por eso había hecho una petición para su
funeral: “Quiero que en mi entierro vayan adelante las putas y los borrachos.
Los demás pueden ir atrás”.
Nota: Este texto
hace parte del libro de Hernando Calvo Ospina, "Latinas de Falda y
Pantalón". Editorial El Viejo Topo, Barcelona, 2015.
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