QATAR SE VACÍA DE TRABAJADORES
PRECARIZADOS
LAHAINE.ORG
10.000 trabajadores del sudeste asiático ya han sido expulsados de Qatar. La mano de obra barata que levantó estadios vuelve a sus países de origen con la misma pobreza
Qatar se vacía. Parte del trabajo esclavo regresa a casa. La mano de obra barata que levantaban las ciudades de otros vuelven a las suyas como vinieron, con una mano atrás y otra adelante, con esa pobreza de perro flaco esperando que la vida escampe.
El portal 'Pro
Football Reference' reveló que 10.000 trabajadores del sudeste asiático ya han
sido expulsados de Qatar y han regresado a sus países de origen. Muchos de
ellos afectados por despidos improcedentes, arbitrarios, con indemnizaciones
irregulares sujetas a procedimientos judiciales sin resolver. Un comportamiento
habitual en plena construcción del Mundial, denunciado por varias
organizaciones de DDHH, pero que se ha multiplicado por diez con la
finalización del torneo.
El mundo cambia,
cambia la realidad y las palabras que usamos para describirla. Ya no se habla
de proletariado, sino de “precariado”. La prole ha desaparecido, y es el
individuo “creado” que desnuda el reverso de la injusticia. Vivimos en una
nueva intemperie que obliga a los países a ponerse una “camisa de fuerza”
confeccionada por reglas fijas a las que deben someterse todos los gobiernos:
libre comercio, equilibrio presupuestario, mercado de capitales libres, sector
público reducido, mano de obra barata y mercado laboral desregulado.
“Si a tu país
todavía no le han tomado las medidas para su 'camisa de fuerza', ten paciencia,
pronto la tendrá”, ironizaba el analista conservador norteamericano Thomas
Friedman.
A los desarraigados
de la tierra se les acabó el Mundial, y algo más: ya no les quedan lugares en
el mundo donde poder echar el ancla, donde plantar sus raíces.
Vivimos una época
de interpretación de la realidad, con una cierta orfandad por los hechos,
rodeados de un espacio de miseria moral que nos habita y nos desnaturaliza.
Obreros de la construcción, limpiadoras, barrenderos, nanas, chóferes,
basureros, camareros, cocineros, expulsados del mercado a través de corredores
“deshumanitarios” en una guerra silenciosa, invisible, en unas transferencias
infames entre el embrujo insolente de la riqueza ostentosa y extravagante del
Emirato y la miseria más absoluta de sus trabajadores esclavos.
¿Dónde están esos
postulados del humanismo ilustrado, ese que puso al hombre y su razón como
medida de todas las cosas? ¿Dónde acaba nuestra percepción y preocupación por
el otro?
El fútbol debe
estar despolitizado, sugieren. ¿Más? Ha pasado de ser una actividad basada en
la gestión de emociones a una tarea sostenida en la gestión de intereses. Un
fenómeno de masas amparado por una pasión ciega y sorda, incapacitada para
cualquier acto de resistencia.
Qatar se vacía. El
trabajo esclavo regresa a casa. Son pobres hambrientos que se alimentan de
abismos. Esa especie de orfandad ante el porvenir. Esa imagen desoladora de una
humanidad dañada, desatendida, que nos atraviesa y nos degrada.
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