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viernes, 13 de enero de 2023

PERÚ ROTO

 

PERÚ ROTO

Dos versiones contradictorias de una realidad compleja

DAVID GUZMÁN JÁTIVA

 

Manifestante protesta frente a la policía, en una de

las calles principales de Lima.

Pedro Castillo disolvió el Congreso, y al poco fue destituido por el mismo Congreso y apresado por orden de la Fiscalía. A partir de ese día, 7 de diciembre, Perú se convirtió en un país en el que parecen instalarse dos versiones contradictorias de la realidad.

La versión de Dina Boluarte, sucesora de Castillo, así como de la mayoría de los medios de comunicación, consiste en señalar la ilegalidad en la que incurrió Castillo. Aunque uno de sus antecesores, Martín Vizcarra, también disolvió el Congreso, lo habría hecho con apego a la ley. Además de la disolución del

 Congreso, Castillo estaba siendo acusado de actos de corrupción, realizados por su entorno más próximo y bajo su conocimiento. El Congreso había intentado la destitución de Castillo en dos ocasiones y la Fiscalía había conseguido la colaboración de unos cuantos delatores eficaces para iniciar un proceso contra el presidente. A los pocos días de la destitución del que fuera maestro rural de Cajamarca –una de las regiones más pobres del país–, uno de los canales de la televisión abierta de Perú lo acusaba de ser el líder de una organización criminal. Algo, al parecer, inconcebible hace apenas unos pocos días. La prensa, como por ejemplo el diario La República, no logra explicarse lo que ha hecho Castillo. ¿Por qué disolvió el Congreso sin que existiera una real amenaza de destitución? “Ha sido una locura”, es lo que llega a afirmar Mirko Lauer, principal editorialista de La República, poeta y director de la revista literaria Hueso Húmero.

 

 

La Deutsche Welle entrevista una noche a uno de los hombres más cercanos a Castillo. Guido Bellido se irrita y termina por irritar a la periodista, a la que acusa de tergiversar la realidad. Es difícil aceptar la acusación de Bellido, pues la Deutsche Welle difícilmente tiene un interés directo en lo que sucede estos días en Perú. “Creemos que Castillo fue drogado, por eso dio ese mensaje”, declara Bellido, quien fuera primer ministro de Castillo al inicio de su mandato. La explicación o justificación de que Castillo ha sido víctima de algún tipo de droga resulta increíble. Cómica, en realidad, pero tampoco imposible, en la medida en que Castillo, en los dieciséis meses de gobierno tuvo setenta ministros, uno nuevo cada seis días. Además, en lugar de ampliar su círculo, fue cerrándose cada vez más en torno al grupo partidista que lo llevó al poder, Perú Libre, sobre el que pesan serias acusaciones de representar el ala política de Sendero Luminoso.

 

Esta ambigua vinculación de Castillo con el senderismo explica la violencia con la que han sido reprimidas las protestas, y que han dejado ya al menos 46 muertos

 

¿Quién es Pedro Castillo?, le pregunto a Nicanor Alvarado, profesor de la Universidad de Jaén y activista social. “Es un maestro rural y rondero. Se presentó como candidato a alcalde de Anguía en 2002 por Perú Posible, sin éxito. Luego escaló posiciones en un sindicato de maestros que desafiaba al sindicato oficial, dominado por el partido comunista Patria Libre. Fue entonces cuando se convirtió en un personaje de alcance nacional, al dirigir una huelga de maestros en el año 2017”.

 

Ser rondero significa pertenecer a una organización campesina, de importancia nacional, que desde hace treinta años defiende las tierras y los intereses de los campesinos. Durante los años del terrorismo de Sendero Luminoso, los ronderos enfrentaron a los “terrucos”, a veces en colaboración con el ejército. Castillo, además, nació y se convirtió en rondero en la región de Cajamarca, provincia del Chota, donde esta organización tiene su lugar de origen.

 

Romeo Grompone escribe en El profe sobre el sindicato que llegó a encabezar Castillo: “El Comité Nacional de Reorientación y Reconstitución del SUTEP (Conare) es identificado como un brazo político de Sendero Luminoso. Sin embargo, la mayoría de maestros que integran el Conare se deslindan de esta última organización y sostienen reivindicar una agenda particular de demandas relativas a su labor como docentes promoviendo mecanismos participativos y democráticos”. Esta ambigua vinculación de Castillo con el senderismo explica, de alguna forma, sin justificarla, la violencia con la que han sido reprimidas las protestas en contra de la destitución de Castillo y que han dejado ya al menos 46 muertos en un mes.

 

En un semanario como Hildebrant en sus Trece, dirigido por el periodista del mismo apellido, se cita el testimonio de un fotógrafo que es testigo presencial de la represión que tiene lugar en la ciudad del Cuzco. “El ejército permitió que la multitud entrara al aeropuerto, y cuando estuvo adentro, comenzó a disparar. No hubo enfrentamiento, fue una emboscada”. La sangre fría con la que han actuado Dina Boluarte –quien fuera vicepresidenta de Castillo– y las Fuerzas Armadas se puede explicar en la medida en que este gobierno cívico-militar, como lo denomina Hildebrant, no se está enfrentando al castillismo, o a los maestros rurales, o a los pueblos indígenas, sino a lo que posiblemente consideran un rebrote de Sendero Luminoso. ¿Podría explicarse de otra manera la violencia inaudita que se ha desatado contra la gente indefensa? ¿Es auténtica la amenaza de un retorno de Sendero Luminoso? Para contestar una pregunta tabú como esta quizá debamos hacernos otras preguntas.

 

Todos los expresidentes de Perú han sido acusados de corrupción, sobre todo por sus relaciones con el caso ‘Lava Jato’, de Brasil

 

¿Cómo llegó Castillo al poder?

 

Perú es un país emblemático de América Latina: una democracia precaria, como señalan Romeo Grompone e Isabel Remi. No obstante, durante los últimos veinte años ha vivido una continuidad democrática sin rupturas. Tras la destitución de Fujimori en 2000, han gobernado Alejandro Toledo (2001-2006), Allan García (2006-2011), Ollanta Humala (2011-2016) y Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018). Todos los expresidentes de Perú han sido acusados de corrupción, sobre todo por sus relaciones con el caso ‘Lava Jato’, de Brasil, que tenía como principal protagonista a la constructora Odebrecht. Kuczynski renunció al convertirse en objeto de acusaciones; le sucedió Martín Vizcarra, quien disolvió el Congreso después de que éste no diera el voto de confianza a su gabinete en dos ocasiones, lo cual permitiría al presidente convocar nuevas elecciones parlamentarias. El nuevo Congreso destituyó a Vizcarra: durante apenas cinco días gobernó Manuel Merino, quien fue reemplazado por Rafael Sagasti en noviembre de 2020. En marzo de 2021 Pedro Castillo pasaba a segunda vuelta con el 18% de los votos y debía enfrentar a Keiko Fujimori, que había llegado con el 13% de votos. Sin embargo, apenas unas semanas antes de la elección, poca gente identificaba a Castillo entre las 18 candidaturas que se disputaban llegar al palacio de Pizarro.

 

Al parecer, Castillo contó con dos cosas a su favor: su ola de popularidad llegó justo en la semana en que se realizaban las elecciones de primera vuelta. De haberse realizado una semana después, a lo mejor ganaba otro candidato. Además, había llevado a cabo una campaña cara a cara en medio de las restricciones por la pandemia; es decir, se reunió con maestros, campesinos, ronderos, indígenas, en mítines por la costa, la sierra y la selva. Esta cercanía puede explicar en cierta forma su voto duro, además de que las protestas hoy tengan su base en las zonas campesinas e indígenas, sobre todo del sur del Perú. También cabe señalar que mucha gente se identificó con Castillo por considerarlo un semejante, un igual: “Es uno como nosotros, sabe por lo que pasamos”, llega a decir una maestra rural entrevistada por Graciela Camacho y Paola Sosa-Villagarcía.

 

 

 

Esta cercanía con el peruano común y corriente, esta familiaridad con la mayoría de peruanos, explica el rechazo que ha sufrido Castillo por parte de la élite económica y política que gobierna el Perú. Castillo era un extraño en Lima. Dice Chillico, cronista y caricaturista de Cuzco: “Hay una expresión de hartazgo del pueblo peruano frente a la derecha bruta y achorada que no quiere soltar la mamadera del poder”. El Facebook de Chillico acababa de ser cerrado, y al buscarlo encuentro en su nueva cuenta de Facebook apenas tres publicaciones: en una de ellas está Dina Boluarte con las manos manchadas de sangre y vestida con pantalones y botas militares.

 

El gobierno de Castillo y su caída

 

La elección que llevó a Castillo al poder ha sido comparada con la que enfrentó a Mario Vargas Llosa y a Alberto Fujimori. Es decir, una elección muy polarizada, en la que Castillo ganó por apenas 44.058 votos, una diferencia de apenas un 0,15% respecto a Fujimori. “En realidad –explica Aldo Hermenegildo, periodista de Global TV, de Lima–, Castillo no llegó a topar ningún interés, no hizo ninguna ley, no hizo nada… Los revolucionarios de salón lo abandonaron cuando él no les quiso dar lo que querían… y la derecha terminó por arrinconarlo”.

 

Pedro Castillo llega al poder en una situación política y social muy conflictiva: la pandemia de coronavirus significó un retroceso económico de treinta años para la mayoría de peruanos. Es decir, volvieron a un estado de cosas similar al de los años 90. Cabe señalar que Perú es uno de los países que se benefició con la globalización.

 

La globalización significó para Perú la presencia de multinacionales mineras y el desarrollo de la explotación agrícola orientada a la exportación

 

Escriben Travelli y Gil: “La reducción de la pobreza en el Perú ha sido imponente. Se pasó de más de 55% de pobreza monetaria en 2004 a 20% en 2018. Básicamente, se transitó de un país donde la mayoría de peruanos vivía en situación de pobreza a uno donde la mayoría vive en una situación de no-pobreza”. Y añaden a continuación: “Entre 2001 y 2017 la economía peruana más que duplicó su tamaño, y, según datos del BCRP (Banco Central de la República del Perú), lo mismo sucedió con el producto per cápita, con una desigualdad decreciente (al menos entre la clase media y los hogares más pobres)”.

 

La globalización significó para el Perú la presencia de multinacionales mineras –chinas, canadienses, mexicanas– y el desarrollo de la explotación agrícola orientada a la exportación. Estos sectores crecieron fabulosamente, de manera paralela al aparato estatal y a la mediana y pequeña empresa que en Perú tiene sobre todo un carácter informal. Cabe apuntar que es en los sectores medios y bajos donde la pandemia del coronavirus impactó con mayor agresividad justamente por el carácter informal de su economía, que debe llevarse a cabo casi siempre en la calle y que exige el contacto personal: la pandemia provocó más de 200.000 muertos, una de las cifras más altas por cada cien mil habitantes, tomando en cuenta que Perú tiene una población de 33 millones.

 

Podría señalarse que Castillo no pudo gobernar para esa clase golpeada por el coronavirus y tampoco pudo enfrentar la oposición de derecha, encarnada en gran medida en los medios de comunicación. “Castillo les quitó la publicidad estatal –dice Aldo Hermenegildo–. Además… el Congreso iba a utilizar otra figura para destituirlo, la de suspensión… sólo necesitaba 65 votos de los 110”. Eso explicaría, en gran medida, la aparición de Castillo en televisión, diciendo que iba a disolver el Congreso y que iba a intervenir en la justicia y a convocar a una Asamblea Constituyente…

 

La confusión política y la crisis social parecen alentar la resurrección de un fantasma y la aparición de un actor influyente en la vida política peruana: las Fuerzas Armadas

 

¿Y ahora?

 

Castillo llegó a la presidencia en uno de los momentos más difíciles y complejos de la historia reciente del Perú. Similar, como han señalado algunos comentaristas, a fines de los años ochenta, cuando el país estaba quebrado económicamente por una terrible hiperinflación y Sendero Luminoso ganaba territorio. El “terruqueo”, del que fue objeto Castillo, es decir, las acusaciones de simpatía por el senderismo, y el rechazo social y cultural que provoca en las élites políticas y económicas hicieron imposible su gobierno. Asimismo, su incapacidad probada para rodearse de gente capaz y limpia de toda sospecha empeoró la situación. Para rematarla, las acusaciones de corrupción parecen estar bien fundadas, aunque responden a montos irrisorios, ridículos: “40.000 soles recibió Castillo por entregar la dirección de PetroPerú”, apunta un número de Hildebrant de noviembre pasado. ¡40.000 soles! Unos diez mil euros…

 

La confusión política y la crisis social y económica parecen alentar la resurrección de un fantasma bastante real, el senderismo, y la aparición de un actor que ha sido gravitante en la vida política peruana: las Fuerzas Armadas. Escriben Romeo Grompone e Isabel Remi en relación con la democracia peruana del siglo XX: “El otro actor en disputa eran las Fuerzas Armadas. Se trataba de una especie de democracia bajo tutela, en la cual todos los actores reconocían que los militares podían intervenir si consideraban que las medidas resultaban muy reformistas o que se estaba siendo muy permisivo con la agitación social”.

 

El poder ha retornado a las manos de siempre, pero al costo de lo que parece una fractura social

 

Dice Aldo Hermenegildo sobre los actos criminales de Sendero Luminoso: “No han reconocido sus crímenes. No los han pagado”. Aunque Alberto Fujimori está preso por corrupción –por el caso de los Vladivideos, la compra de congresistas y periodistas–, los años de guerra contra Sendero Luminoso dieron lugar a excesos brutales de la fuerza pública, a la creación de grupos paramilitares que actuaron con total impunidad. Los años de la violencia dejaron 70.000 muertos. La memoria obstinada todavía exige justicia. ¿Podrá encontrar justicia en un gobierno que se ha manchado de sangre a los pocos días de comenzar?

 

La crisis social y económica en Perú entregó el poder a un personaje inédito. Hoy mismo, el poder ha retornado a las manos de siempre, pero al costo de lo que parece una fractura social. Un momento en que se rompen los acuerdos de convivencia.

 

En La ciudad y los perros, Mario Vargas Llosa recrea la vida de unos cadetes en el colegio militar Leoncio Prado. El antihéroe del libro, el Esclavo, es un personaje perseguido y odiado por los cadetes fuertes y cínicos, como el Jaguar. Al final, el Esclavo muere –lo mata el Jaguar– y nadie se ocupa más de él…

 

Los militares siguen siendo el poder tras el poder: los únicos capaces de recomponer la convivencia mediante el autoritarismo y el miedo. Que lo diga Varguitas, si no.

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