NOS FALTA UN REY
ANA PARDO DE VERA
Esta madrugada de jueves a viernes han venido los reyes republicanos (los que nos regalan cosas en vez de robárnoslas) y de Juan Carlos I emérito no hemos sabido nada; y eso que este 5 de enero cumplía 85 años y desde ámbitos juancarlistas (me consta que quedan bastantes aún), se insinuaba -supongo que más por deseo que por convicción- que el Borbón campechano podría pasar esta señalada fecha en España. De hecho, he leído y oído en varios medios que si el rey sénior no visita nuestro país, es porque el malvado Gobierno socialcomunista-bolivariano-etarra-satánico no le deja.
La única constancia
que existe en este sentido, más allá de que deba exigírsele a cualquier
político/a con un mínimo de sentido común, es que Pedro Sánchez ha dicho
públicamente que el emérito debe dar explicaciones sobre todo lo que se ha
publicado y certificado judicialmente sobre sus negocios, mordidas y otras
componendas financieras ilegítimas e ilegales para usted y para mí, no para él.
Esta declaración del presidente, en todo caso, roza la ingenuidad, porque lo de
Juan Carlos de Borbón ya no tiene remedio: no puede explicarnos que durante 40
años, se pasó la ética y las leyes por el forro del trono y utilizó las
herramientas del Estado para cubrirse las vergüenzas, obviamente, con la
complicidad de las sucesivas cúpulas de ese mismo Estado situado bajo su corona
corrupta.
Está todo probado,
no hay nada que hacer y por eso su hijo Felipe VI no quiere que su padre venga
a España -se hizo una prueba de visita a Sanxenxo (Pontevedra) y fue un
desastre de escándalo cutre y soberbia regia-. No se trata de Sánchez ni de
Unidas Podemos, se trata del actual jefe de Estado y creo que las imágenes de
los funerales de Isabel II, donde Juan Carlos se sentó junto a Sofía, su hijo y
la reina Letizia en la abadía de Westminster, ya fueron bastante elocuentes en
septiembre.
"Antes que
padre es rey", decían de Juan Carlos cuando saltó el caso Nóos, que acabó
con su yerno Iñaki Urdangarin en la cárcel y su hija Cristina, infanta, sentada
en el banquillo. Luego supimos que tan rey era que utilizó todas las artimañas
posibles para tratar de evitar la imagen de la infanta ante el juez y, no
digamos, su condena. "Antes que hijo es rey", dicen ahora de Felipe
VI con respecto a su padre cuando se plantea siquiera en voz baja el regreso
del emérito por pura cuestión de humanidad (85 años) y porque admiten que la
muerte de Juan Carlos I en Abu Dabi sería un problema aun mayor para la Casa
Real: es imposible justificar una medida tan medieval como la expulsión del
emérito con la perspectiva democrática del siglo XXI, aunque hablemos de una
institución tan obsoleta como la monarquía.
Juan Carlos I ha
tratado de zanjar el asunto diciendo que se instala en Emiratos Árabes, aunque
pretendía venir a España de vez en cuando. Y que nadie vea un acto de
generosidad de un padre con su hijo o con la institución monárquica en esta
acción, sino la necesidad de proteger en un Estado offshore una fortuna oculta
obtenida, como mínimo, ilícitamente durante su Jefatura de Estado y después.
Con el dinero a buen recaudo bajo el manto de sus amigos los jeques, el aún rey
pretendía darse la vida padre (sic) en España, pero el juicio por acoso a su
examante Corinna Larsen en Londres y las declaraciones de ésta en un podcast,
han vuelto a confirmar que lo del emérito no tiene remedio y que, en este
momento, el único regreso que se contemplaría sería por razones de salud
irremediables. Es lógico, si Felipe VI pretende recuperar algo del mermado
prestigio de una institución imposible salvo para quienes asocian sus propios
privilegios a que la Corona se mantenga en pie.
Decir que Sánchez y
su corte del infierno (el Consejo de Ministros y los socios parlamentarios)
bloquean la visita del rey emérito a España es como asegurar que Juan Carlos I
estaba realmente arrepentido cuando pidió perdón a las y los españoles en la
puerta de su habitación de hospital tas la cacería y caída en Botsuana: un
delirio. Los republicanos, las republicanas, los progresistas y las demócratas
estamos deseando que Juan Carlos I vuelva a España, y no solo por cuestiones
humanitarias: creo que poco haría más por la caída de la monarquía que su
regreso, y no con los pies por delante, sino vivito y coleando (con perdón).
Froilán no puede hacerlo todo solo.
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