LA DERECHA AMENAZA LA DEMOCRACIA
DAVID BOLLERO
La derecha caerá en el error
de comparar torticeramente lo sucedido en Brasil con las protestas del 25-S. -
Reuters
El intento de golpe de Estado que se vivió ayer en Brasil, dos años después del asalto al Capitolio por las huestes de trumpistas, es un clon de éste último y nos recuerda el peligroso modo en que a la derecha se le atraganta la democracia. Sucede también en España, donde en el pasado esta misma derecha nos condujo a una guerra civil vía un golpe de Estado y ahora, una parte de ella (Vox), ni siquiera tiene una mala palabra para las huestes de Bolsonaro.
El propósito de
esta tribuna no es analizar los tristes acontecimientos vividos el pasado
domingo en Brasil, sino mirarnos en el espejo para descubrir cómo también en
España la derecha tiene dificultades para comulgar con la democracia, por lo
que dar lecciones de orden constitucional resulta temerario por su parte. La
manipulación a la que acostumbran tanto PP como Cs o Vox es muy posible que
trate de recordar la protesta pacífica que tuvo lugar el 25 de septiembre de
2012 con Rodea el Congreso, en un burdo intento por comparar ambos hechos.
Sin embargo, ni las
protestas de entonces en España tuvieron como origen la no aceptación de un
resultado electoral ni fueron violentas; de hecho, contaron con la autorización
de la Delegación de Gobierno. En 2012, el movimiento del 25-S se manifestó de
aquel modo a las puertas del Congreso para protestar contra los salvajes
recortes que aplicaba el Gobierno de Mariano Rajoy para atajar la crisis, un
modo de gestionar muy distinto al actual. Además, no era la primera protesta
por este austericidio y, de hecho, precisamente se convocó el 25-S por cómo el
Gobierno del PP ignoraba el malestar mayoritario de la ciudadanía tras
manifestaciones previas.
Otro de los
episodios con los que la derecha puede caer en la tentación de comparar el
intento de golpe en Brasil es la manifestación que tuvo lugar en Sevilla
durante la primera toma de posesión de la presidencia de la Junta de Andalucía
por parte de Juan Manuel Bonilla en 2019. De nuevo, la comparación no aplica,
puesto que aquella concentración tuvo un carácter pacífico y no cuestionaba el
resultado electoral; lo que hacía era visibilizar su indignación y encender las
luces de alarma por el pacto alcanzado con la extrema-derecha de Vox para
hacerse con el poder. El tiempo no tardaría en dar la razón a los y las
manifestantes, que en pocos meses vieron los retrocesos que vivimos en
Andalucía en materia de feminismo y lucha contra la violencia de género, entre
otros.
Queda probado,
pues, que la izquierda no asalta el poder con violencia, como sí nos dice la
Historia que hace la derecha; del mismo modo que el ala progresista sabe
encajar las derrotas electorales con un sentido mucho más democrático que los
conservadores. Llevamos viéndolo toda la legislatura, con un PP, primero con
Casado y ahora con Feijóo, que insiste en calificar de ilegítimo al Ejecutivo y
tirano a Pedro Sánchez. Ese discurso en sí mismo es un amenaza a la democracia,
como lo son las mentiras que no dudan en utilizar los populares -lo de Vox ya
es puro delirio-. Así, la portavoz del grupo parlamentario popular Concepción
Gamarra escribía anoche en Twitter que el asalto en Brasil no pasaría en España
de desorden público tras la reforma del delito de sedición, algo que es
radicalmente mentira.
Haríamos, pues, muy
mal en mirar únicamente a los asaltos al Capitolio y las sedes de los tres
poderes del Estado en Brasil para ver el peligro a la democracia que representa
la derecha. En España, sin llegar tan lejos, los conservadores también dan
sobradas muestras del riesgo que representan. Más allá de la irrelevancia de Cs
en descomposición, Vox lleva el autoritarismo en su ADN sin posibilidad de
enmienda. El PP, por su parte y pese a compartir ADN, sí puede tener margen de
reconducir su actitud para representar a esa derecha moderada y demócrata que, estando en las antípodas de
la izquierda, sí respeta al menos las reglas del juego.
Es tiempo de que
Feijóo tome las riendas del partido y deje de arrugarse ante personajes como la
ultra Isabel Díaz Ayuso, so riesgo de perecer políticamente en el intento, como
Casado. La diferencia entre hacerlo o no puede ser pasar a la Historia como un
borrón vergonzante al que el pueblo español no permitió que nos condujera por
los derroteros que anhela una parte retrógrada de la derecha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario