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domingo, 29 de enero de 2023

DESPUÉS DE LOS TANQUES, CAZAS Y ¿LO SIGUIENTE?


DESPUÉS DE LOS TANQUES, CAZAS Y ¿LO SIGUIENTE?

RUTH FERRERO-TURRIÓN

Vista de las portadas de diversos periódicos rusos que se hacen eco de la noticia de la decisión de varios países occidentales de enviar tanques a Ucrania. REUTERS/Alexey Petrov

La decisión por parte de occidente de enviar carros de combate al frente de batalla en Ucrania marca, sin duda, una nueva fase de la guerra. Una guerra, merece la pena recordar, cuya primera fase comenzó en el año 2014 y que continuó de manera ininterrumpida durante ocho años en el región del Donbass en una suerte de guerra civil monitorizada por la OSCE. La segunda fase es la que se inicia con la invasión rusa del territorio ucraniano ahora hace casi un año. Durante estos últimos meses muchas cosas han cambiado, pero quizás sea la determinación de los socios de la OTAN de dar apoyo financiero, militar y logístico al gobierno de Kyiv la que está marcando la diferencia en relación con otras guerras y que constituye un hito histórico por muchas razones. Pero quizás, la primera y más importante haya sido lo inesperado tanto para Moscú como para la propia alianza occidental del apoyo sin fisuras a Ucrania en esta coyuntura.

 

Pues bien, la decisión adoptada por el gobierno alemán de dar la luz verde a la exportación y re-exportación de los carros de combate Leopard 2 a Ucrania marca probablemente una tercera de las fases de esta guerra a la que, casi con toda certeza, aún le quedan muchas más.  Este momento se adivina extremadamente relevante puesto que quiebra una nueva línea roja, esto es, el envío de armamento que ya no es exclusivamente defensivo, sino ofensivo al frente. Cierto es que todas las armas pueden ser utilizadas en un sentido y en el contrario y, por tanto, parece un tanto naïf establecer una diferenciación al respecto.  Los Leopards se han convertido, más que en la poción mágica que hará ganar la guerra a Ucrania, en un símbolo de la determinación de la OTAN y sus aliados de confrontar a Rusia.  Parece existir bastante unanimidad entre los expertos en cuestiones militares que la presencia de los carros de combate occidentales puede equilibrar las fuerzas y permitir una mayor resistencia al ejército ucraniano, pero, desde luego, no son suficientes como para derrotar sin paliativos a las tropas rusas. Y todo ello a pesar de que durante las últimas semanas se ha insistido, desde el discurso dominante de nuestra esfera pública, en que su envío era determinante para poder hacer frente a una potencial ofensiva rusa de primavera y, eventualmente, alcanzar la victoria. Y sin embargo la planificación de la llegada de los carros de combate dibuja un horizonte a cuatro, cinco o incluso seis meses vista en el caso de los Leopards, y de un año en el de los Abrams norteamericanos.

 

Si esto es así, entonces quiere decir que la decisión estratégica-militar adoptada estos días dibuja un horizonte que nos sitúa en una guerra de larga duración que los servicios de inteligencia estiman de entre tres y cinco años. Y esto responde sin ambages a la pregunta que muchos nos hemos hecho esta semana ¿para qué? ¿con qué objetivo? Porque la cuestión de fondo no es lo que se envía, sino para qué se envía. Y lo que parece que está muy claro es que lo que no se busca es que la guerra acabe, sino una cronificación de la misma.  Y en esto parece que están de acuerdo tanto los rusos como los occidentales.

 

La cesión alemana en relación con el envío de los tanques fue vitoreada por los que, sin tener ningún tipo de duda al respecto, abogaban por el envío inmediato de este armamento. No hace falta ser muy avezado para darse cuenta de que lo que ha estado haciendo occidente desde el minuto uno ha sido enviar armas en función de las necesidades del frente de batalla, de manera escalonada, pero rápida. Si esta secuencia continua, no es difícil deducir que lo siguiente serán los cazas y el apoyo aéreo.  En un contexto en el que todas las líneas rojas están saltando por los aires no es descartable este escenario. Y tampoco facilitan las cosas declaraciones tan poco prudentes como las de la ministra alemana de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, cuando afirmó, en el seno de un debate sobre el envío de los Leopards en el Consejo de Europa, que "estamos librando una guerra con Rusia y no entre nosotros". Y si esto es así, qué es lo siguiente ¿la intervención directa?

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