PABLO CASADO, AL BANQUILLO
ANÍBAL MALVAR
Pablo
Casado, en su intervención en el Congreso extraordinario del PP que encumbro a
Alberto Núñez Feijóo como nuevo líder del partido. E.P./Joaquin Corchero
El descenso a los infiernos de Pablo Casado me está despertando incluso ternurita. Ahora, un juzgado de instrucción de Barcelona lo ha imputado por injurias, a causa de una querella elevada por la Generalitat. El presidente descabezado del PP se había preguntado en un acto en Galicia: "¿Se puede tolerar que haya profesores [en Catalunya] con instrucciones para no dejar ir al baño a niños porque hablan en castellano? ¿Se puede tolerar que haya niños que por hablar castellano en el recreo les metieran piedras en la mochila?". Esta actuación judicial contra Casado me parece ensañamiento, pues todos estamos ya cansados de escuchar este tipo de bulos, e incluso algunos más lisérgicos, a los más egregios oradores de nuestras derechas. Y la justicia nunca actúa contra ellos.
¿Por qué contra
Casado sí? Pues porque no habrá paz para los malvados. Casado cometió la
traición más grave e imperdonable para un miembro del PP: denunciar la
corrupción interna. ¿Cómo denunciar el propio modus vivendi de la organización?
Cuando Pablo Casado
denunció que el hermano de Isabel Díaz Ayuso se había beneficiado de una
comisión del gobierno madrileño por la venta medio sospechosa de mascarillas,
yo, ingenuo de mí, vaticiné en lo íntimo el fin de IDA. La acusación, en lo más
funeral de la pandemia, era además verdadera. Hete aquí que todos los
compañeros de partido de Casado y todos los grandes medios de comunicación de
la derecha, en lugar de escandalizarse por las comisiones de Ayuso, se
escandalizaron por la denuncia de Casado. La opinión pública española no me
deja de asombrar.
Ahora parece
incluso que los jueces, salvaguarda de las desimputaciones y archivos de las
causas contra el PP, someten a nuestro ex joven ex príncipe a la pena del
telediario por fantasear con las condiciones esclavistas y humillantes en que
viven los niños castellano-hablantes en Catalunya.
En la parte
positiva, decir que la persecución judicial del bulo político es tan urgente
como peligrosa, sobre todo teniendo en cuenta el perfil más bien siniestro (en
el sentido ultradiestro) de algunos de nuestros jueces. Desde un cargo político
al que se presuponen criterio y sinceridad, asegurar ante el público que hay
niños españoles a los que los catalanes no dejan mear si no cantan L´Estaca, es
más denigrante para la imagen del país que quemar ninguna bandera o foto del
rey.
Pablo Casado era un
líder con labia tóxica, a veces inicua y a veces inocua, nunca en el término
medio. Y para un día que dice la verdad, lo crucifican. Sospecho que en el PP
toman esta denuncia por injurias contra la educación catalana como de justicia
poética, porque ni Ayuso ni el Partido Popular se querellaron por injurias
contra él cuando desveló el escándalo de las mascarillas. Qué prudentes.
Hace apenas tres
meses, Anticorrupción archivó el asunto de los ayusitos, concluyendo que es muy
normal que el hermano de una presidenta autonómica se embolse 234.000 euros en
comisiones procedentes del dinero público que su hermana gestiona. En Europa lo
siguen investigando. Allí no lo ven tan normal, los muy remilgados.
Lo raro es que
Casado no meta un poco de miedo por lo que pueda saber de la interna del PP, de
las cloacas y de otros trapis. A uno le da por pensar que fue un líder tan
vacío que se marchó de allí sin enterarse de nada. Que no atesora ni una
mini-villarejada para intimidar a nadie del partido. Para vengarse. Ahora a ver
cómo explica ante los jueces catalanes de dónde sacó las pruebas para afirmar
que se cargan de piedras las mochilas de menores de edad en los colegios,
pudiendo provocarles daños medulares irreversibles y bla, bla, bla. El discurso
lisérgico de Casado trae ahora una resaca judicial que puede ser muy divertida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario