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lunes, 28 de noviembre de 2022

EL FALLO..

 

EL FALLO...

DUNIA SANCHEZ

El fallo. Sí, el fallo, correr la cortina y verla ahí postrada en su silla con sus ojos latentes a una pantalla de ordenador. Por ahí circulaban todas las impresiones cargadas en sus espaldas, en su vientre y se desinflaba como mujer valiente a los gritos del silencio. No debí correr la cortina ¡Ah, un fallo ¡Embelesada con su juego de palabras hilaba cada trazo de sus sentidos con la sonoridad de una música que la llevaba al epicentro de sus sentidos! Se dejaba ir…dejaba que cada letra tomara forma hasta constituir su obra…una obra de lamentos y esperanzas. No se daba cuenta, embelesada en su rutinaria persecución de frases travesías de su razón, de que yo estaba detrás de ella, con la cortina

 corrida. Por un momento se quedo estática con su mirada en ascua y comentó algo, algo referente al cancelar de su intimidad. Corrí la cortina de nuevo y la deje sola, sola y sus pensamientos y esas palabras pilares de sus sentidos. Me puse a mirar por la ventana todavía la noche estaba aquí, mantuve la paciencia, hasta que el horizonte engendrara el sol del hoy, de este presente ausente.  Una brisa fresca se enredaba en mi rostro, una nostalgia se apoderaba de mi corazón. Por qué se ha ido, tras esa cortina, un alejamiento que me hacía sembrar la despedida. Sí, el fallo. El fallo de continuar cuando todo es vacío. Ella en su ruta, yo en mis ganas de seguir queriéndola. Había algo extraño en el ambiente. Un otoño donde las nubes dan descanso, donde un sol picón rasguña las sensaciones y te invita a la despedida. Sí , el fallo, correr la cortina de nuevo e inquietarme al no verla ahí, en su silla frente la pantalla. Dónde estaría. Di unos pasos y me enfrenté a lo escrito, nada. No había nada. Y ella donde, dónde se encontraba. Caí en la silla, frente la pantalla en blanco, frente la pantalla callada y la música que sonaba silenció. La soledad son lazos ardientes que nos viene cuando los años agotados responden a nuestra monotonía. Sola, conversando con las alas del alma frente una ventana de donde penetra una brisa fresca y del horizonte el nacimiento de un sol picón. Y me di cuenta… me di cuenta que algo de mi se perdía, se iba diluyendo en la sensación de despertares de sábanas gélidas.

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