EL AMIGO QUEIPO
El
antes señor marqués ya no está en la basílica de la Macarena. La burguesía
rancia sevillana ha perdido una batalla simbólica, pero sigue y sus medios
siguen desplegando mentiras y apología de la extrema derecha
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Feijóo no valora la exhumación de Queipo de Llanos y prefiere “hablar de los
vivos y dejar a los muertos en paz”
JAVIER AROCA
Alfombra
de la basílica bajo la cual se encuentra la tumba
de Queipo ya exhumada
“VIVA ESPAÑA. EL GENERAL QUEIPO DE LLANO SE ENCARGA DE LA JEFATURA DE LA DIVISIÓN Y DECLARA EL ESTADO DE GUERRA. DIVERSAS MANIFESTACIONES DE RADIO RECTIFICADAS SOBRE INFORMACIÓN DE MADRID. ÓRDENES A LA POBLACIÓN CIVIL. OTRAS NOTAS”. A tres columnas en ABC de Sevilla. Desde entonces hasta nuestros días, nadie ha ocupado más portadas del rotativo de Sevilla que el golpista militar fascista y cualquiera de sus relaciones con el fascismo patrio o europeo, singularmente el italiano y alemán.
Desde aquellas
primeras loas y alegrías del rotativo sevillano en los mediados treinta, nadie
ha cometido más crímenes contra el pueblo andaluz que Gonzalo Queipo de Llano.
Hasta tal punto que el propagandista por excelencia de aquellos tiempos,
Antonio Bahamonde, decidió huir de impotencia horrorizado ante los continuos
crímenes contra el pueblo perpetrados por los golpistas, con cifras que solo
las fosas comunes y las cunetas de Andalucía pueden dar fe, a falta aún de que
la decencia de las instituciones democráticas se atrevan a comprobar y
certificar.
Que la democracia
necesita para ser viable un periodismo y unos medios comprometidos no es
discutible, pero sin alharacas ni pegotes corporativos, porque tampoco es posible una dictadura, un golpe de
estado fascista y una represión de perfiles tan asombrosamente criminales como
los ocurridos en Andalucía, sin una prensa corrompida e ideológicamente
asociadas con los golpistas y su régimen de terror. Es el caso de Sevilla.
Lo supo bien Chaves
Nogales, no precisamente un rojo. No es lo mismo en un momento crítico contra las
libertades hacer periodismo en El Liberal de Sevilla, clausurado en 1936, que
en ABC de Sevilla.
Borró de la memoria
del pueblo el asesinato de muchos macarenos arracimados en su propia sangre en
las calles del barrio
Queipo de Llano no
era de Sevilla, ni siquiera aún sabemos cómo acabó en la capital hispalense.
Pero la burguesía, la iglesia y la carcunda sevillana encontró a su hombre y lo
acogió inmediatamente como uno de los suyos. La burguesía sevillana quería un
rey y éste no podía ser Franco, pero se ponía húmeda con, al menos, tener un
virrey manejable que sirviera sus intereses. Por eso emprendieron un plan.
Tenía que ser de
los suyos y Queipo se dejó. Los militares no es que entonces estuvieran bien
pagados. El modelo era católico, monárquico, terrateniente… todo tenía arreglo,
ya sabían de los cambiazos que Queipo podía dar, antes fue republicano; lo de
católico no importaba mucho. Eso se viste bien, crímenes y asesinatos por la
noche y confesión y misa por la mañana con bendición arzobispal.
Lo hicieron
terrateniente, usurpando, apropiándose de la mejor de las explotaciones y más
modernas de Andalucía: el cortijo de Gambogaz. Y más, lo llevaron a un barrio
bien, lo hicieron marqués, y qué faltaba: usurpar el sentir popular, haciéndolo
hermano mayor de una de las hermandades más populares de Sevilla. El pueblo no
estaba para resistir. Puso mucho dinero, el mismo que no era suyo sino fruto de
la rapiña franquista. Aún está pendiente la justicia para todos aquellos que
vieron cómo sus bienes, títulos y
propiedades fueron requisadas por la represión económica del franquismo.
Mira si era malo,
me dijo, que ni la tierra lo quiso y tembló: en Sevilla hubo un terremoto el
día de su entierro
Era la manera de
entrar en el imaginario popular sevillano. Desde aquel entonces, borró de la
memoria del pueblo el asesinato de muchos macarenos arracimados en su propia
sangre en las calles del barrio San Luís, San Gil o las faldas de la muralla
almohade. Asesino de trabajadores y hermanos comprometidos con la libertad,
cuya hermandad se vio colonizada, poseída por forasteros sedientos de postureo,
de estar cerca del tirano, de la falsa fe reducida solo por el papel de
celofán, luego cuché, en las páginas de la prensa rosa y siempre, como si
Cristo y su Madre los fueran a perdonar por situarse a la sombra de un poder
revestido de pompas populares cofrades.
Un señor mayor,
militar decente de mi barrio macareno, me dijo que Franco se libró por lo
pelos. De hecho, Miguel Campins, general comandante de Granada, murió asesinado
en la muralla por el solo delito de no seguir las órdenes de represión y
crímenes del virrey. Y ello a pesar de
que el mismísimo Franco había pedido clemencia para él, gran militar,
monárquico y católico pero respetuoso con el orden constitucional republicano.
Franco se libró, me dijo, de la avaricia de Queipo. El gallego tuvo suerte
porque Queipo murió en 1951…
Otro vecino arenero
me comentó que nunca había entrado en la
iglesia desde que Bigote estuviera allí enterrado, que veía a la Macarena por
la calle Parra. Mira si era malo, me dijo, que ni la tierra lo quiso y tembló.
En Sevilla hubo un terremoto el día de su entierro. El rotativo citado cuenta
que el día de su entierro hubo terremoto y riadas. Con lo segundo se refería a
la gente, los terremotos no se pueden controlar ni en una dictadura. A la gente
sí y para eso están algunos medios y algunos periodistas.
El antes señor
marqués ya no está en la basílica de la Macarena. La burguesía rancia sevillana
ha perdido una batalla simbólica, pero sigue y sus medios siguen desplegando
mentiras y apología de la extrema derecha. Pero se ha quedado sin uno de los
principales protagonistas de sus portadas, que tanto rédito y posición les dio
en tiempos tan tenebrosos.
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