LULA Y EL ANTÍDOTO CONTRA LA DESESPERANZA
JUAN CARLOS MONEDERO
Quedan apenas unas horas para que se sepa si Lula gana en primera vuelta o habrá que esperar un mes para que, entonces sin duda, gane en la segunda. El aparato mediático de Bolsonaro no ha parado y hoy han logrado, a golpe de talonario, hacer de "22 Bolsonaro" trending topic. Sin embargo, ni el apoyo del 100% de los medios de comunicación van a poder evitar que este mediocre militar, padre de corruptos y corrupto él mismo, misógino, violento, racista y mentiroso se vaya al basurero de la Historia junto con todo aquél perverso "grupo de Lima" que pensó que bastaba ponerse al servicio de la geopolítica norteamericana para que se les perdonara lo poco que hicieron por el bienestar de sus pueblos. Pusieron tanto empeño en tumbar a Nicolás Maduro que se les olvidó que sus pueblos pasan hambre. Cosas del fin de la hegemonía norteamericana. Aunque en Europa aún es peor: nos ponemos en guerra por mandato de Joe Biden.
Anoche, cuando
abracé al presidente Lula, tenía en la cabeza la vez que le abracé en 2019 en
la cárcel de Curitiba. Ahora sabemos que todo aquel proceso fue un montaje de
Bolsonaro, con apoyo de un juez corrupto –a qué nos suena en España- para sacar
a Lula del juego electoral. Y, por supuesto, tolerado y apoyado por los EEUU.
En Europa cuesta entender que la izquierda latinoamericana no tiene otra que
ser antiimperialista. El Tribunal Supremo brasileño tumbó aquél juicio farsa
casi dos años después, pero el lawfare les funciona porque Lula se pasó más de
500 días en la cárcel y ni el corrupto juez Moro –recompensado con el
Ministerio de Justicia e Interior después de su prevaricación-, ni el corrupto
Bolsonaro han pagado precio legal alguno por aquella trampa.
Le dije cuando
abrazaba a Lula: "Me gusta más saludarle aquí que en la cárcel". Él
se reía. Es fascinante la falta de rencor de este antiguo obrero metalúrgico.
Brasil, como América Latina, está otra vez despertando, y es tanta la tarea que
no tienen tiempo para la melancolía. Le comenté que nos pasa lo contrario en
Europa. Me respondió:
-Monedero, en tanto
en cuanto haya mayorías con problemas económicos en Europa, mientras se
mantengan las enormes desigualdades, mientras haya tanta gente con necesidades,
no se va a superar ni el ascenso de la extrema derecha ni la guerra.
Si hoy gana Lula en
la primera vuelta –y parece que las últimas encuestas indican que superará el
50%-, Brasil se ahorrará un mes de violencia –los bolsonaristas están armados y
desesperados en su odio- y también, como hemos visto que ha pasado en Chile, el
PT y sus socios se ahorrarán tener que pactar con fuerzas más conservadoras la
segunda vuelta. Lula ya ha adelantado que si hubiera segunda vuelta se trataría
de otra elección diferente y, por tanto, las alianzas también variarían. Lo que
significa que, como en el tenis, cuando se falla el primer saque, el segundo es
menos arriesgado.
La segunda marea
"roja" en América Latina es muy diferente de la primer que trajeron,
con el cambio de siglo, los Gobiernos de Hugo Chávez, Lula, Néstor Kirchner,
Evo Morales, Rafael Correa, Fernando Lugo, Michelle Bachelet... En esta ocasión
se ha incorporado, por fin, México, con Andrés Manuel López Obrador, Colombia
con Gustavo Petro y ha regresado Honduras con Xiomara de Castro (tras el golpe
contra Mel Zelaya hace una década), pero
hay novedades.
Los Gobiernos de
izquierda se alcanzan con frentes amplios, que no tienen siempre cohesión
ideológica y, por tanto, no tienen cohesión organizativa, los resultados
electorales suelen ser más apretados (a menudo, se gana el Gobierno pero sin
mayoría parlamentaria), la derecha es más extrema (la derecha radical se ha
comido a la derecha democrática con los Kast, Milei, Bolsonaro y demás
especímenes sin escrúpulos hacia los incumplimientos con los derechos humanos).
Además, coincide con la crisis del modelo neoliberal, con las emergencias del
calentamiento global y los zarpazos moribundos del fin de la hegemonía
unilateral norteamericana.
Para terminar de
rematar, la derecha ha "aprendido" y hace de los medios de
comunicación y del lawfare armas desesperadas, lo que dificulta enormemente la
gestión aprovechando su falta de compromiso con la democracia liberal. Como
hemos comentado en otras ocasiones, la izquierda está defendiendo la democracia
liberal mientras la derecha, su principal beneficiaria, no duda en dinamitarla
y regresar a las noches autoritarias.
La victoria de
Lula, especialmente si tiene lugar hoy, inaugura una nueva etapa. Andrés Manuel
López Obrador en México, Gustavo Petro en Colombia, Lula Da Silva en Brasil, Gabriel
Boric en Chile, Alberto Fernández en Argentina, Xiomara de Castro en Honduras,
Pedro Castillo en Perú (con todas las dificultades), Nicolás Maduro en
Venezuela (donde parece que los EEUU están dispuestos a normalizar la situación
y facilitar el diálogo entre el Gobierno y la oposición), y, lo que no es poca
cosa, las especialees relaciones que tienen entre todos ellos, en muchos casos
de amistad, recuerdan esa unidad de hace veinte años que hizo posible la UNASUR
y la CELAG y permitieron regresar a América Latina a la arena internacional.
Sobre todo porque
vuelven a estar juntos, porque creen en América Latina como concepto, porque se
encuentran todos en la defensa de la democracia y los derechos humanos, porque
defienden con uñas y dientes la soberanía de sus países y porque tienen un
compromiso radical contra la pobreza y las desigualdades. Hasta están dando
respuesta a lo que quizá fue el principal problema hace dos décadas, esto es,
la ausencia de partidos políticos con ánimo movimentista que permitan articular
las transformaciones desde las instituciones, las calles y los movimientos
sociales.
En esa carrera,
Morena en México lleva la avanzada, pero también el PT se está reinventando (la
Fundación del PT, Perseu Abramo, dirigida por Aloizio Mercadante, ha sido
esencial en la creación participativa del programa electoral), al igual que la
Colombia Humana de Petro está en un proceso de discusión y otro tanto pasa en
el justicialismo argentino (y un poco más allá). Sin un partido-movimiento
fresco y renovado es imposible pelear contra los aparatos mediáticos de la
derecha. Esa enseñanza también parece en proceso de ser entendida. Por eso en
América Latina pesa más el optimismo que la desesperanza y el pesimismo
paralizante de la inteligencia
Frente a las negras
tormentas europeas, América Latina es un continente otra vez de esperanza.
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