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miércoles, 26 de octubre de 2022

ALBERTO RODRÍGUEZ SE RESISTE A SER DOMADO

 

ALBERTO RODRÍGUEZ SE RESISTE

 A SER DOMADO

DAVID BOLLERO

 

Alberto Rodríguez desde el atril cuando aún era

diputado en el Congreso.

Alberto Rodríguez vuelve a la primera línea de la política. Lo hace con ese estudiado mensaje de "obediencia canaria" para colarse en todas las crónicas de su presentación. Con su Proyecto Drago, el que fuera diputado de Podemos al que el Congreso hizo una canallada, vuelve a evidenciar el mal que el centralismo inflige a España, cada vez más rota no por los nacionalistas, sino por quienes la abandonan desde Madrid.

La elección del nombre de la formación de Rodríguez no es en absoluto casual. El drago canario es una especie autóctona canaria y aunque parece un árbol, no lo es. En realidad, es una planta arbórea, del mismo modo que Rodríguez no es un político al uso, es un activista en primera línea política. Su afán por cambiar la sociedad, por ir contra este sistema que depreda a las personas, es lo que se encuentra detrás de su cambio de postura de seguir codeándose con quienes han hecho de la política una profesión.

 

Tras la bajeza destilada por Meritxell Batet y los servicios jurídicos del Congreso, capaces de argumentar una cosa y la contraria en cuestión de horas a demanda de sus pagadores, no pareciera que Rodríguez volviera a la política. El estoque definitivo fue el modo en que buena parte de su antigua formación, Podemos, le diera la espalda o, lo que es lo mismo, mostraba un exceso de tibieza en su defensa.

 

Aunque la retirada de su escaño hace un año sigue pendiente de resolución del Tribunal Constitucional desde hace seis meses -lo que evidencia cuán prescindible es este órgano-, Drago concurrirá a las elecciones autonómicas y locales de 2023 con el mantra de que "Canarias no es solo Tenerife y Gran Canaria", y que lo que acontece en el archipiélago no puede terminar decidiéndose a kilómetros de distancia.

 

La llegada del Proyecto Drago es, en realidad, mucho más que su regreso a la política; representa otra nueva carga de profundidad al centralismo que ya vienen denunciando en otras Comunidades Autónomas. Sucedió en Castilla y León con el ascenso de formaciones surgidas en la España vaciada o en Andalucía con una Teresa Rodríguez reclamando un andalucismo de izquierda.

 

Este centralismo termina por perjudicar a determinadas regiones, más aún si se trata de un archipiélago a 1.700 kilómetros de la Península Ibérica. Se puede combatir con iniciativas como las mencionadas o protegerlo con populismo barato, como busca hacer Juan Manuel Moreno en Andalucía envolviéndose en la arbonaida. Son políticas como las suyas las que minan la integridad diversa de España.

 

Por otro lado, Proyecto Drago también es una torpedo en la línea de flotación de Podemos, de la que Rodríguez se despegó y a la que no considera buena casa para acoger este proyecto. Si lo hiciera, se hubiera embarcado con los morados, pero no es el caso. La dimisión de la diputada Meri Pita en marzo, que dejó a Podemos Canarias sin representación en la Cámara Baja, fue otro batacazo para la formación que lidera Ione Belarra. Aviso a navegantes: desde el público, Pita escuchó muy atenta a Rodríguez durante la presentación de Proyecto Drago.

 

El drago canario puede llegar a ser milenario y alcanzar entre los 12 y los 20 metros de altura. Buen símil para el nuevo proyecto político de Rodríguez, que pretende destilar que ha venido para quedarse, que destacará, pero ojo, que si algo caracteriza también a esta planta arbórea es su lento crecimiento, necesitando hasta una década para crecer un metro. Las prisas son malas consejeras en política y la primera causa para terminar domando el activismo que impulsa las iniciativas más justas.

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