LA ESPAÑA DEL “CÍRCULO VICIOSO”
Un
país donde domina el ‘círculo vicioso’ es un país donde campan los privilegios
y la desigualdad, la corrupción endémica y un patriotismo expulsivo
MANUEL RIVAS
Una cloaca de Londres.
En ¿Por qué fracasan los países?, de Daron Acemoglu y James A. Robinson, un clásico sobre la gestación y evolución del poder político y económico, se contraponen dos modelos que determinan un muy diferente estado de cosas, el día y la noche, en países que podrían ser parejos o próximos en libertades y bienestar: el “círculo vicioso” y el “círculo virtuoso”.
Un país donde domina el “círculo vicioso” es un país donde campan los privilegios y la desigualdad, el dominio fósil transmitido por herencia, el corporativismo estamental, la corrupción endémica, la economía tramposa de los cárteles, un patriotismo expulsivo, grandilocuente, que se esfuma a las puertas de la hacienda pública, con una cultura democrática anémica y donde los partidos suelen comportarse como facción.
El “círculo
virtuoso” haría frente a esas taras históricas, desmontando los privilegios,
reforzando el contrato social, la confianza básica entre la gente y las
instituciones, y avanzando en igualdad. Lo que Orwell identificó como una
sociedad de “común decencia”. O a la manera desperezada y esperanzada de Max
Frish: “Democracia significa más democracia”.
Hay días en que
parece que el Ruedo Ibérico está cautivo de lo que Valle-Inclán llamó “la
jácara matona” y Rubén Darío “la canallocracia”. Días de estupor en que la
banda sonora son los audios en los que se oyen los encargos infames de amos a
esbirros, el rumor de los depredadores en el palco del poder, la excitación
destructiva de los viejos y los nuevos mentideros de la Corte, donde se pagan
falsas reputaciones o recompensas por la fabricación y caza del enemigo. Días
en que nos sentimos una gota de sangre de pato bajo las multiplicaciones
obscenas de los cárteles criminosos de grandes constructoras y gigantes
eléctricos. Días de viscoso “círculo vicioso”. Un pegamento histórico del que
parece imposible deshacerse.
--- 0 ---
“Tengo veinte años.
No dejaré que nadie diga nunca que es la edad más bella de la vida”. Es el
comienzo bien célebre de Adén Arabie, una novela, la primera, que Paul Nizan
publicó en 1931. Era un autor muy joven y muy comprometido. De formación
filosófica, decía, en su crítica a los filósofos “puros”, que la mejor manera
de conocer la realidad de París sería hacer un mapa de la tuberculosis. Ese
mismo año publicó su obra más polémica y conocida: Les Chiens de garde (Los
perros de guardia). Abandonó el Partido Comunista Francés en 1939 tras el pacto
germano-soviético y murió en la batalla de Dunkerque.
En Les Chiens de
garde, Paul Nizan critica a los intelectuales y pensadores que anestesian a la
opinión, generan conformismo, pierden el
estilo y muerden a quienes osan cuestionar un injusto y corrupto estado de
cosas. Esos líderes de opinión, que juegan el papel de la intelligentsia, son
hoy periodistas y tertulianos, o, en simpática expresión mexicana, los
comentócratas. Por supuesto que hay calidades y estilos bien diferentes. Hay
gente rigurosa, que explora en la realidad, y hay gente que abruma con ese
saber oceánico de un milímetro de profundidad. Hay personas que desvelan cuando
hablan y las hay que disimulan la ignorancia con cháchara y la brutalidad con
aspavientos.
Pero luego está la
especie de Les Chiens de garde. Pienso que es mejor definirlos así, manteniendo
la denominación francesa. Porque no es lo mismo un chien de garde que un perro
guardián. A un buen chien de garde se le reconoce porque tiene un olor
inequívoco, el de la materia orgánica de la mentira, pero acostumbra a mirar a
los demás con una despectiva superioridad inodora. Les chiens de garde no son, o no son
simplemente, unos ventrílocuos de la España del “círculo vicioso”. Y la
etimología tiene, como siempre, importancia: “quien habla con el vientre”. Pero los chiens de garde son ellos mismos
parte nuclear de aquello que custodian: el “círculo vicioso”.
--- 0 ---
Viendo la cara de
chien que se le puso a algún exmito del periodismo de aspaviento progresista,
no falta quien comenta el asunto con una melancolía exculpatoria, como si el
“tiempo canalla” de la incesante paliza mediática fuese un fenómeno
atmosférico.
– ¡Las cosas ya non
son lo que eran!
Pero la respuesta
está en el famoso western Transición:
– Las cosas, tío,
nunca fueron como eran.
--- 0 ---
Hay dos formas de
no sufrir el infierno, informa el Marco Polo de Italo Calvino en Las ciudades
invisibles. La primera, aceptar el infierno e integrarse en él hasta que ya no
se ve, el infierno, e incluso se niega su existencia. La segunda, buscar y
saber reconocer lo que no es infierno en medio del infierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario