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miércoles, 21 de septiembre de 2022

DEUDOCRACIA

 

DEUDOCRACIA

 CÉSAR MANZANOS BILBAO

Estas deudas nos gobiernan y obligan a estar en manos de los bancos en forma de hipoteca, de los países enriquecidos en forma de intereses de la deuda

La mayor parte del tiempo, salvo cuando disfrutamos del sueño profundo, vivimos digiriendo o, en el mejor de los casos, gestionado las consecuencias de aquello que hemos hecho, o no hemos hecho, resultado de decisiones impropias que, si de antemano hubiéramos adivinado sus efectos, no las hubiéramos tomado. Nuestro breve existir transcurre cargando sobre las espaldas con mochilas repletas de piedras, sin saber si nos corresponde llevarlas. Si tratamos de deshacernos de ellas, nos asalta una mezcla de sentido de la responsabilidad por haberlas adquirido, y de culpabilidad por estar en deuda con los acreedores que nos las facilitaron.

 

 Estas deudas nos gobiernan y obligan a estar en manos de los bancos en forma de hipoteca, de los países enriquecidos en forma de intereses de la deuda, de las relaciones de pareja en forma de matrimonio o de separación, de nuestros patrones en forma de explotación laboral y, cómo no, de la política institucionalizada en forma de cesión de principios en aras de perseguir pequeños cambios dentro de las estrechas coordenadas que nos permiten adversarios mucho más poderosos.

 

Cuando reivindicamos la memoria lo hacemos para lograr, a través del reconocimiento de los errores, la reconciliación, que no es más que aprender del pasado y olvidar. Precisamente, tal y como expresó Nietzsche en la genealogía de la moral, sin esta capacidad de olvido no puede haber ni felicidad, ni alegría, ni orgullo, ni presente. O nos apeamos del tren de las deudas, de los reproches, de las claudicaciones, en definitiva, de la culpa, de la mala conciencia, o seguiremos mutándonos en pérfidos gusanos infectados por el resentimiento, por la insaciable sed de venganza, por la bilis de la impotencia y la frustración. Continuaremos al servicio de nuestros avispados acreedores financieros, emocionales, políticos o laborales que han instaurado a la largo de la historia la deuda como forma de gobierno de nuestras vidas, y el sufrimiento para saldarlas, como condena perpetua a la insatisfacción en la cárcel del eterno deber.

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