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jueves, 29 de septiembre de 2022

¿DEBE UN MONTAJE RESULTAR VEROSÍMIL?

 

¿DEBE UN MONTAJE RESULTAR VEROSÍMIL?

A Isa Serra la condenaron a prisión y la privaron de presentarse a las elecciones por ser dirigente de Podemos. El caso normaliza el montaje policial y judicial sin necesidad de la más mínima apariencia de verosimilitud

PABLO IGLESIAS

Isa Serra, en una concentración por la recuperación

de las viviendas públicas del IVIMA.

Uno de los elementos más escandalosos del montaje contra Isa Serra es que todo el mundo sabe que se trata de un montaje. Lo sabe el tribunal que la condenó, lo saben los policías que testificaron contra ella y lo saben los periodistas que volvieron a honrar a su profesión mintiendo sin pudor alguno sobre Isa Serra. Serra fue condenada a un año y siete meses de prisión por los delitos de atentado a la autoridad, lesiones leves y daños, pero nadie cree que Isa Serra agrediera a la policía. No solo resulta objetivamente inverosímil sino que, durante el juicio, quedó todavía más claro.

 

A Isa Serra la machacaron en los medios, la condenaron a prisión y la privaron de presentarte a las elecciones durante cinco años, pero ni siquiera fue por haber participado en una concentración para defender a un vecino de Madrid que iba a ser desahuciado por ser pobre. A Isa la condenó un tribunal especial por ser dirigente de Podemos. La particularidad del caso, al igual que ocurrió con Alberto Rodríguez, es que ha venido a normalizar el uso del montaje policial y judicial sin necesidad de que tenga la más mínima apariencia de verosimilitud.

 

Permítanme ponerles un ejemplo. Imaginen que estoy en una fiesta en la residencia del embajador chileno en Madrid. Hay pisco, se baila cumbia y hasta cueca. Mientras, despreocupado, muevo el pañuelo al tiempo que miro a Ricardo Alfonsín que baila conmigo, un agente del equipo del comisario Villarejo ha logrado infiltrarse en la fiesta. El superagente secreto se acerca disimuladamente hasta mí y logra introducir una bolsa de MDMA en el bolsillo de mi pantalón vaquero, mientras bailo cueca con Alfonsín. Salgo de la fiesta y cojo mi coche para volver a casa. En la A6 me para la Guardia Civil en lo que parece un control de alcoholemia; no he bebido más que agua así, que no debería haber ningún problema pero, de pronto, empiezan a cachearme, al tiempo que aparecen un cámara y un fotógrafo de OkDiario. Los agentes sacan la bolsa de MDMA de mi bolsillo mientras el cámara lo graba todo y el fotógrafo hace lo propio.

 

Si esto hubiera llegado a ocurrir estarán de acuerdo conmigo en que me iba a costar mucho demostrar que todo era un montaje. Pocos creerían mi versión y los medios chilenos y españoles se encargarían de hablar de las bacanales que monta el embajador en su residencia oficial (solo comparables a las fiestas de Arralde). Por eso el embajador de Chile, a diferencia de buena parte de sus homólogos, jamás ha dado una fiesta y por eso yo jamás voy a fiestas. ¿No les sorprende que, en todos estos años, no haya ni una sola foto mía tomando una copa? La abstemia y el más estricto pudor y recato no lo practican en España las derechas; que se lo pregunten a Miguel Ángel Rodríguez, que encarna como pocos el don de la ebriedad del que hablara el poeta Claudio Rodríguez; o al magistrado Enrique López, actual superconsejero de Presidencia, Justicia e Interior de Ayuso que, siendo magistrado del Tribunal Constitucional, fue sorprendido en moto sin casco y borracho. El recato en España, amigos, solo lo practicamos los de Podemos (y últimamente también el embajador de Chile). Tenemos demasiados enemigos poderosos como para permitirnos salir de juerga.

 

En el juicio a Isa Serra que todos ustedes pueden conocer en los vídeos y audios que hay disponibles, quedó claro que la identificación fue un fraude

 

Pero imaginen ahora que aparece una de las famosas grabaciones de Villarejo en la que el comisario comparte mesa y mantel con Inda y con Pérez de los Cobos y que allí hablan de la “Operación coleta MDMA” que me están preparando. Si esa grabación saliera a la luz, el montaje se les vendría abajo. Que se lo digan a Ferreras. Pues esto es exactamente lo que no pasó con Isa Serra.

 

En el juicio a Isa Serra que todos ustedes pueden conocer en los vídeos y audios que hay disponibles, quedó claro que la identificación fue un fraude. Serra no fue identificada el día de los “hechos”, sino veinte días después, cuando la Brigada Provincial de Investigación llamó a los policías municipales que estaban en el desahucio para identificar a los responsables de los altercados. La BPI les mostró unas fotos de Isa Serra que ni siquiera eran del día del desahucio.

 

Durante el juicio, los agentes de la BPI no supieron responder ante las preguntas de la defensa de Serra, pero indicaron que la habían identificado en vídeos de ese día cometiendo delitos. Aunque no presentaron esos vídeos como prueba. Si tales vídeos existieran, ¿por qué no los aportaron como prueba? Simplemente porque no existen. Tampoco ningún agente de los que acusaron a Serra de arrojar objetos fue capaz de identificar qué objetos supuestamente les habría arrojado, ni tampoco en qué momento o desde qué lugar lo hizo. Y claro, tampoco hay vídeo alguno en el que pueda verse a Serra lanzar nada. Básicamente porque es mentira que lo hiciera.

 

La defensa aportó 115 vídeos y 92 fotografías en los que se muestra a Serra en actitud pacífica. El tribunal decidió no tenerlos en cuenta. La policía no presentó ninguna prueba, salvo sus propias declaraciones, y ningún testigo vio a Serra realizar ningún acto violento.

 

Los hechos fueron inicialmente investigados por el Juzgado de Instrucción 23 de Madrid. Este tribunal, tras leer el atestado policial que abría la puerta a atribuirle a Serra los delitos de atentado contra la autoridad y lesiones, decidió que únicamente correspondía juzgarla por un posible delito de desórdenes públicos y desestimó el resto de cargos. Pero como Serra fue elegida diputada, finalmente la juzgó el TSJM.

 

El cambio de paradigma con el montaje a Isa Serra no es menor. Ya ni siquiera hace falta que un montaje sea verosímil. Como decía Antonio García Ferreras: vamos con ello por burdo que sea. Lo que quizá no han entendido las sobreexcitadas derechas policial, judicial, política y mediática es que el caso Serra, como el caso Rodríguez, ha socavado la credibilidad del sistema judicial y de la policía hasta extremos muy peligrosos; también para ellos.

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