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martes, 2 de agosto de 2022

PEDRO SÁNCHEZ, Y LOS HUEVOS POR CORBATA ANTE EL OLIGOPOLIO

 

PEDRO SÁNCHEZ, Y LOS HUEVOS POR

 CORBATA ANTE EL OLIGOPOLIO

Con su negativa a usar corbata, quizá Sánchez pretendía recordar el debate que Miguel Sebastián abanderó ya en 2011. Pero es que estamos en 2022. Toca ser más valientes y exigentes, y realizar cambios profundos

JUAN BORDERA

Nadie puede negar la percha de Pedro Sánchez, esa planta de jugador de baloncesto, de actor de peli de tarde. Pero después de su reciente actuación en la presentación del informe de rendición de cuentas Cumpliendo 2022 –en la que, como colofón al acto en el que repasaba los “logros del Gobierno”, ha propuesto la valiente y decidida medida de no usar corbata para ayudar al ahorro energético– nadie podrá negar tampoco que es un experto en pegarse tiros al pie. Menudo final de acto.

Un experto en medidas que no satisfacen a la izquierda y que son motivo de burla a la derecha. Un experto en ser fuerte con los débiles, débil con los fuertes, y bastante servil con el oligopolio energético y con los lobbies.

 

La expresión “tener los huevos por corbata” es un poco tosca, pido disculpas por anticipado. Pero que ante una crisis energética como no se ha vislumbrado otra en 50 años, ante una inflación de dos dígitos y ante unos beneficios obscenos del oligopolio energético, al presidente Sánchez se le ocurra que con un gesto así va a contentar a alguien con materia gris en la sesera, me parece una falta de respeto a la inteligencia del personal mucho mayor que mi pequeña zafiedad literaria.

 

En el fondo, la expresión no puede ser más apropiada. Significa sentir mucho miedo y acobardarse por una situación. Y eso es lo que está pasando, ni más ni menos. Períodos extraordinarios requieren actos extraordinarios, y es evidente que este ejecutivo no es capaz de llevarlos a cabo.

 

El Gobierno ha propuesto un impuesto a las energéticas y a la banca –por fin– pero de manera temporal –dos años– y claramente insuficiente. Porque, además, ante una medida así lo que ha encontrado es la respuesta esperable de los poderosos. La patronal de las eléctricas y la de las energéticas se han unido en sendas y coincidentes declaraciones/amenazas al ejecutivo: la primera, alertando del impacto que va a tener el impuesto, amenazando con un parón en las inversiones en energía renovable. La segunda, más de lo mismo: avisando de la necesidad de esos recursos para “alcanzar la neutralidad climática”. Extorsión y chantaje con nuestro futuro. Por mucho menos que eso se han organizado revoluciones. Aunque esa tarea, es justo reconocerlo, nos corresponde al resto.

 

La crisis energética que ya está aquí, va a ser peor que las de los setenta. Palabras vintage como estanflación y racionamiento van a volver a ponerse de moda. Y ante esta situación de emergencia, entrelazada con un problema climático que está dando golpes cada vez más potentes en forma de olas de calor que se eternizan, incendios y fenómenos extremos –el mar Mediterráneo está ardiendo muy por encima de la temperatura habitual y habrá que estar muy atentos a las posibles inundaciones en otoño– tenemos a un actor que cree que con medidas cosméticas y gestitos cara a la galería vamos a salir del atolladero, o siquiera a frenar a una derecha que viene dopada y espoleada por un poder mediático y judicial con olor a cloaca que está ansioso por tener a los suyos a los mandos. Ante esta situación no nos valen ni chuletones al punto imbatibles, ni matanzas bien resueltas, otros gestos o discursos que pretendían calmar a aquellos a quienes nada calmará.

 

 

Con las declaraciones de hoy quizá pretende Pedro Sánchez recordar el debate que Miguel Sebastián abanderó ya en 2011 sobre dejar de usar corbatas para ahorrar energía en el hemiciclo. Pero es que ya no estamos en 2011, señor presidente. Estamos en 2022. El año que marca el comienzo de la Era del Descenso Energético, con un carácter especialmente marcado en Europa. El año en el que en España nos estamos encaminando a ser cada vez más un territorio energéticamente vasallo. Porque ahora sí toca ser solidarios con aquellos frugales que nos llamaban cerdos mientras exigían sacrificios y mandaban a hombres vestidos de negro a subyugar la voluntad del pueblo soberano. Ante semejante contexto ahora hay que ser más valientes y exigentes, señor presidente.

 

De lo contrario nos tocará ver como la península arde, se seca y se desertifica cada vez más por un cambio climático que no hay manera de frenar o atenuar si se pretende seguir con el mismo sistema basado en el –imposible– crecimiento perpetuo. Ese mismo deseo –irrealizable– de sostener el crecimiento es el que está haciendo que se agoten con rapidez algunos recursos energéticos clave, que aumente el precio de los bienes de primera necesidad y, por tanto, el coste de la vida. Y esto es lo que provoca que ocurran más conflictos como el de Ucrania, no al revés, como le gusta decir para escurrir el bulto, señor presidente.

 

Estamos adentrándonos en un periodo que necesita más que nunca a una población exigente con sus responsables, pero parece que nos han domado bien. Manipulación tras manipulación, bulo tras bulo, demanda archivada tras demanda archivada, derrota tras derrota nos han tratado de hacer creer que ya casi nada es posible. Que no tenemos en nuestras manos nuestro destino y el poder de redistribuir la riqueza para hacer frente a un trance que, de cualquier otra forma, será una escabechina.

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