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martes, 5 de julio de 2022

ACEITUNEROS ALTIVOS

 

ACEITUNEROS ALTIVOS

Igual que no se puede convencer a los glaciares para que no se derritan, tampoco se puede esperar que los desesperados se lo tomen con calma porque aquí gobiernan los nuestros, los suyos

XANDRU FERNÁNDEZ

Líderes de la OTAN, durante la participación de

Zelenski en la cumbre en Madrid.

El martes pasado, apenas unos días después de que 37 personas fueran asesinadas por funcionarios marroquíes y españoles en la frontera de Melilla, los jefazos de la OTAN fueron agasajados con una cena en el Palacio Real de Madrid que incluía, entre otros manjares, ceviche de corvina con leche de tigre, brioche de atún rojo a la mostaza antigua, aceituna esférica, kikos con guacamole, gazpacho al aceite de albahaca, merluza con salsa menier tapioca y huevas de trucha. La lista es más extensa, pero a mí ya me dieron arcadas al llegar al tigre, y eso sin tener muy claro qué es una corvina y si se come siquiera.

 

Eché en falta el camello relleno que le servían a Haile Selassie en Yo serví al rey de Inglaterra, pero el resto me lo imaginé igual: un festín pantagruélico para los señores de la tierra. Y me quedé pensando en la aceituna esférica, porque los plebeyos somos así, no nos asustan los tigres ni los brioches, y si leemos “kikos con guacamole” nos decimos que cosas peores hemos comido un domingo de resaca, pero la aceituna esférica nos incita a pensar en el declive de la civilización occidental, en imperios moribundos cuyas élites se atiborran a manjares barrocos mientras los bárbaros afilan las lanzas y las hachas al otro lado de la frontera.

 

 

Ya ni siquiera me escandaliza demasiado que los jefazos de la OTAN se hinchen a delicias turcas mientras en Melilla aún cuentan cadáveres

 

La aceituna esférica implica un trabajo artesanal sobre la materia comestible, a saber, la aceituna a secas, la de los aceituneros altivos de Miguel Hernández. Una especie de orfebrería gastronómica imposible de imaginar en ninguno de los escenarios bélicos que la OTAN acostumbra a sembrar por el ancho mundo. Ni alimenta ni es fácil de preparar ni es abundante en estado natural. Es, en todo eso, igual que una frontera. Igual que una frontera, también, en tanto que símbolo de lo que le gustaría ser, de lo que sus creadores querrían que fuera. Pues la esfera, que yo sepa, es una figura de dos dimensiones, y no hay aceituna en el mundo que no tenga tres. Por mucho que “esferifiques” (esto lo he sacado de Google) una aceituna, por mucho que trates de quitarle espesor a un alimento, a un problema, a un ser humano, el resultado final de ese proceso de adelgazamiento no deja de ser insultantemente tridimensional. Muy fino, pero tridimensional. Un cilindro no una esfera. Si a una esfera perfecta, esto es, bidimensional, le dieras la vuelta, la perderías de vista, igual que al disco de aquel cuento de Borges.

 

A las fronteras les pasa algo similar, que parece que solo son visibles desde uno de sus lados, quizá porque desde el nuestro es tal el grosor del aparato policial que las mantiene tiesas e inmarcesibles que, a no ser que presionen mucho desde el otro lado, se diría que no están. Salvo cuando estalla todo y la frontera, de repente, desaparece bajo los pies, las botas y los disparos. La ficción fronteriza se esfuma, no solo para los que ansían cruzarla, sino también para los que tratan de impedírselo. Unidad de destino en lo policial.

 

Que la aceituna ideal de los festines palaciegos sea esférica de vocación, y no oblonga ni triangular, supongo que significará algo, pero ya me da lo mismo. Ni siquiera me escandaliza demasiado que los jefazos de la OTAN se hinchen a delicias turcas mientras en Melilla aún cuentan cadáveres: también lo hacemos los demás, que no somos ni jefazos ni nada. Eso sí, tampoco pienso sorprenderme cuando por fin esa frontera caiga y se nos pase la factura por toda nuestra indiferencia, nuestro cinismo y nuestra realpolitik. Igual que no se puede convencer a los glaciares para que no se derritan, tampoco se puede esperar que los desesperados se lo tomen con calma porque no es el momento, porque aquí gobiernan los nuestros, los suyos, los de los glaciares y los desesperados, y de algo servirá que sean ellos los que inviten a aceituna esférica a los líderes más contaminantes del planeta y cosechen cuerpos humanos en Melilla en lugar de aceitunas en Jaén como la gente honrada.

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