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sábado, 18 de junio de 2022

OBEDECER O NO OBEDECER. ESA ES LA CUESTIÓN

 

OBEDECER O NO OBEDECER. ESA ES LA CUESTIÓN

¿Acatarías una orden que atentara contra tu propia vida o la de la gente que amas?

JUAN BORDERA / FERNANDO VALLADARES

No deberías, claro. A todos nos gusta pensar que, llegado el momento, sabríamos cómo actuar. Pero en el fondo casi todos claudicamos cada día. Todos y cada uno de los días de nuestra vida tenemos que acatar órdenes, aceptar inercias que sabemos que juegan en nuestra contra. Incluso voluntariamente actuamos callando más de la cuenta, o favoreciendo a las estructuras de poder que, por otro lado sabemos que están poniendo en riesgo la vida en la Tierra.

 

La situación climática, ecológica, de biodiversidad y energética es de una gravedad extrema –y a no mucho tardar se sumará la alimentaria. Pero el diluvio de datos no es suficiente y estos parecen apilarse uno encima del otro sin causar apenas efecto. El castillo de naipes cada vez pesa más y más, y la complejidad lleva aparejada un problema: la fragilidad.

 

Las olas de calor llegan cada vez más pronto y más fuertes. Los fenómenos extremos se multiplican y se agravan. Pero, aunque esto va a empeorar rápido, nada parece interrumpir el devenir, la inercia de la megamáquina, que prosigue su rumbo perverso e inconsciente. Una inercia que apesta a cobardía y a muerte.

 

Entonces, un colectivo de científicos y divulgadores de estas crisis que se están solapando –Rebelión Científica– vinimos a intentar parar esa inercia autodestructiva en más de 25 países, este pasado mes de abril, jugándonos todo: carrera, prestigio, privilegios, multas, golpes. Lo hicimos porque tirar del freno de emergencia es imprescindible.

 

No hacemos esto por gusto. No nos pasamos horas delante de la pantalla del ordenador o el móvil por placer. No tenemos discusiones –incluso con compañeros y compañeras que apreciamos– sobre cómo deberíamos proceder para acertar mejor en la diana de la activación de la sociedad porque nos apetezca, o porque no tengamos nada mejor que hacer. Lo hacemos porque comprendemos que no tenemos otra opción mejor. Las sufragistas ganaron su batalla tras miles de mujeres encarceladas, algunas de ellas víctimas incluso del propio proceso. Qué decir de los afroamericanos y la lucha por sus derechos en Estados Unidos. Tenemos los precedentes. Conocemos la historia y sabemos que el tiempo de la desobediencia civil ha llegado. La lucha contra la emergencia climática y energética es tan grave que ese tiempo hace años que debería haber llegado.

 

Los “daños” no tardaron ni 15 minutos en ser limpiados simplemente con agua y hay pruebas gráficas de ello

 

Por eso se manchó el Congreso con agua del color de la remolacha. Hoy, por aquello, parece que somos peligrosos criminales para el Estado. A las personas que la Brigada Antiterrorista ya nos han detenido y acusado –requiriendo que nos presentáramos en comisaría en 24 horas o nos detendrían en cualquier momento– nos imputan dos cargos graves: delito de daños y delito contra las instituciones del Estado. Añadiendo que alteramos “de forma notoria” la sesión que se estaba realizando en el Congreso de los Diputados. Pero ambos cargos son falsos.

 

 

Los “daños” no tardaron ni 15 minutos en ser limpiados simplemente con agua y hay pruebas gráficas de ello. Y, además, el que se indigne por un edificio y por tener que hacer una limpieza breve, más que por lo que va a suponer perder la estabilidad climática, que se lo haga mirar en un diván.

 

Respecto al otro cargo, el de alterar la sesión parlamentaria –el potencialmente más grave– la cosa es aún más increíble. Numerosos diputados y diputadas han reconocido que allí no ocurrió tal cosa. Que se enteraron por los medios y entonces salieron a ver qué pasaba porque incluso querían solidarizarse. Muchos nos han mostrado ya su apoyo incondicional.

 

Todos los años muere muchísima gente por causas directas relacionadas con el caos climático.250.000 por año. Aunque ese número en realidad es un espejismo que no es real, que se queda corto si se contabilizan las muertes indirectas causadas por el cambio climático (podrían llegar a varios millones de muertos al año), y que no va sino a incrementarse. Y no es el único gran problema: las crisis energética y alimentaria están cada vez más cerca de empatar a desastre con el problema climático. En el fondo –o no tan en el fondo para los que tenemos los datos– lo sabemos. Intuimos que esto se está hundiendo. Pero no logramos hacer casi nada porque estamos atrapados como un hámster en una rueda. Los días van pasando y no encontramos un punto de apoyo desde el cual mover el mundo. Por eso usamos aquella frase de Albert Einstein como nuestro lema en Rebelión Científica: aquellos que tienen el privilegio de saber tienen la obligación de actuar. Solo nos falta gente que lo entienda.

 

La próxima vez que toque actuar –no tardará mucho–, tenemos que ser miles. Para que a este Gobierno y a las “Fuerzas de Seguridad” del Estado no se les pueda pasar por la cabeza tratar de amedrentarnos como lo están haciendo ahora con todos nosotros. Necesitamos olas de desobediencia civil no violenta por todo el planeta para frenar a las olas de calor que amenazan nada más y nada menos que a La Vida en general. Si alguien conoce un método mejor y más efectivo, ya está tardando en ponerlo en práctica. Le ayudaremos.

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