LA DANZA DE LA OSCURIDAD (NARRATIVA)19
DUNIA SANCHEZ
Quiero que la madrugada se haga eterna. Sí, saborear de su plenitud con toda la mía. Los años pasan, nos hacemos más lentos, más visionarios de lo que viene y me tranquiliza. El murmurar de la noche con esa luna cerrada me hace respirar cada ráfaga de aire que se detiene en mi cara. Soy mujer, soy imagen abisal de un ayer. Soy escrupulosa con mis pisadas. Soy mujer, soy remanso de unos ojos que atentamente escuchan, pero callan. Y es que callar es el modo perfecto de las olas. Soy mujer, atracones de insoportables vivencias me han merodeado. Soy mujer, vivo sola. Soy mujer designando mis formas de andar, de ser ancla donde lo hondo de la oscuridad me haga un guiño. Son mujeres. Sí, son mujeres lo que la vida rencorosa, celosa, hirviente, injusta, inalada han dado a ese castigo.
Muertes, expolio del placer de sonreír, arrebatando todos sus sentidos como ser humano en muchos lugares de este mundo, en la mayoría. Estoy de duelo, con lágrimas negras, con unas rosas secas negras encima de mi sillón por aquellos que las han asesinado en el canto pulcro de su caminar a la libertad, a la expresión reflejada en cada par de ojos lapidados por la inconciencia, por una sociedad donde las considera nada, un pozo vacío donde se mueven sus vicios más tórridos. Soy mujer y me quejo. Soy mujer y grito, aunque mi voz solo sea un reventar de estómago, de mi garganta. Cuello rajado y sangre y más sangre. Ser objeto una desquiciante verdad que aun rompe todo nuestro ser. Un largo sendero nos queda aún. Un sendero donde muchas rosas negras llenaran de mugre sus rostros, sus pisadas. Soy mujer. Mujer del viento. Mujer de las nubes. Mujer de los mares. Mujer de las estrellas. Mujer de las montañas. Mujer del mundo. La pesadez replica en una tristeza infinita, conducente en que no más que somos fardos de piedras. Y las piedras hablan, hablan de de lo anterior a este siglo. En cada una de ellas está retratado cada mujer, cada niña que ha sido hija de la devastación plena. Las tres, son las tres. Las tres de la mañana. Aboco a la tempestad. Llamo a las tormentas. Anhelo un chubasco de piedras donde cada una de ellas resurjan de las espesas nieblas del exterminio. Aclamo a la fuerza. Realzo la fuerza y me sostengo en un hilo largo…muy largo donde el resonar del dolor me consterna. Soy mujer y son las tres. Como loba de mi gruta lamo cada herida, cada horror y lo siento mío. Por instantes me desprendo de este cuerpo, mío, solo mío y agarro cada alma lanzada a melodías fúnebres. Un pájaro atraviesa esa luna llena, esa luna cuyo espejo es el océano y observo como nos arrugamos, como decaemos, como se para todo para un nuevo nacimiento…Porque siempre nacemos, siempre hay una soga que nos ata a un mástil de esta tierra para continuar en la mirada de un faro que viene, que va. Soy mujer y son las tres… CONTINUARÁ
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