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jueves, 7 de abril de 2022

ZELENSKI VIENE A MERENDAR

 

ZELENSKI VIENE A MERENDAR

La ultraderechita cobarde, que no se atrevió a alzar la voz para explicarle al presi ucraniano que Gernika se había bombardeado por la gracia de Dios, sí se lanzó a bombardear Twitter con el tradicional “y Paracuellos qué”

GERARDO TECÉ

Volodímir Zelenski.

Zelenski en el Congreso de los Diputados. En su gira mundial online, el presidente ucraniano ha hecho parada en España. La cita coincide con el brutal descubrimiento del reguero de muerte dejado por las tropas de Putin a su paso por Bucha, localidad vecina de Kiev. Las imágenes estremecen, así que la propaganda rusa lo niega todo. Qué muertos ni muertos: nosotros, cuando invadimos militarmente, siempre damos los buenos días, se queja Rusia y se unen los más listos de cada sofá en la denuncia de un montaje para manchar la exquisita reputación cívica del presidente ruso. Beatriz Talegón, potencia nuclear en sus cosas, le pide el VAR a la Estación Espacial Internacional, a ver si ellos han visto algo. Por su parte, los reporteros de guerra, esos que para contar lo que pasa en un conflicto, por algún motivo lo hacen desde el terreno, verifican que una maldita guerra, sorpresa, genera horror y muerte. Y que Rusia ha dejado mucho de ambas cosas a su paso.

 

En España, a falta de propaganda rusa –diligentemente censurada– tenemos la propia y está en pleno apogeo. Con todas las cadenas de televisión del país portando la bandera ucraniana, en el Congreso se pasaba lista. Hasta el diputado del PP de Cáceres estaba allí, no fuera a ser que un fallo informático le impidiese aplaudir fuerte desde casa. Había expectación por ver qué pollo saldría de aquello. Porque en España, como en esas familias que se ponen de los nervios y sobreactúan cuando alguien se pasa a merendar, el pollo, de uno u otro modo, siempre aparece. La mayoría de quinielas apostaban por que algún diputado de Unidas Podemos, molesto por la moral selectiva que lleva al Congreso a tumbar resoluciones de apoyo al masacrado pueblo palestino un lunes y recibir en pantalla grande al presi de Ucrania un martes, aplaudiría a Zelenski por debajo de los decibelios dictados por el Consejo de la OTAN, generándose así una grave crisis de gobierno. Pero la polémica la trajo el propio Zelenski.

 

El ganador absoluto de esta guerra en el campo del marketing, convertido por Occidente en símbolo de las democracias chachis a pesar de haber ilegalizado recientemente una decena de partidos aprovechando que el Volga pasaba por Kiev, vino a decir a España lo mismo que ha dicho previamente en otros parlamentos, que Occidente mucho lirili, pero poco lerele, entendido el lirili como apoyo de palabra y el lerele como apoyo militar. Eso sí, como toda estrella de rock, Zelenski traía un guiño especial para la localidad donde daba el bolo. Una lista de empresas españolas que seguían haciendo negocios con Rusia. Porcelanosa entre ellas. La asociación mental Preysler-Putin ni cotizaba en las casas de apuestas ni había botón para esto en el pollómetro de Ferreras. Al pobre Vargas Llosa –vaya época de éxitos internacionales lleva– se le atragantaba el Ferrero de las seis de la tarde. Con la opinión pública española convertida en una colchoneta de playa arrastrada por la marea de la geoestrategia norteamericana, los directivos de Porcelanosa se apresuraban a lanzar un comunicado de urgencia desmintiendo a Zelenski y asegurando ser proucranianos de toda la vida, más incluso que madridista era Mbappé de pequeñito. No acabó ahí la cosa.

 

 

Las cámaras, además de buscar al podemita poco entusiasmado con este festival de solidaridad selectiva, estaban pendientes de los diputados de Vox. La filial española de la ideología ultraderechista putiniana lleva mes y medio de invasión rusa capeando el temporal ideológico sin demasiados sobresaltos. Si a Marine Le Pen le pasaba factura su programa electoral en el que aparecía posando junto a Putin, si el italiano Salvini hacía como que la camiseta con la cara del líder ruso se la había encontrado en un contenedor de ropa, en España los tuits de Santiago Abascal alabando al Capitán Rusia le suponían el mismo desgaste que haber votado contra los agricultores y después manifestarse junto a ellos: ninguno. Para sufrir consecuencias políticas por este tipo de desquicie político se requiere que los grandes medios de comunicación hagan su trabajo. Y en España están a otra cosa. A pesar de esto, el día de ayer entrañaba cierto riesgo para la ultraderecha que hasta hace un par de meses alababa a Putin. Cabía la posibilidad de que Zelenski, en su papel de demócrata star desatado, decidiera romper la guitarra en el escenario y señalar a la filial española de su enemigo. No lo hizo. Sin embargo, sí lanzó una analogía para explicar el horror que sufre Ucrania ante esta invasión comparándolo con el bombardeo de Gernika. Por lo que sea, algunos diputados se dieron por aludidos. Hasta desde la Estación Espacial Internacional vieron el cuello de Abascal latiendo con fuerza. La ultraderechita cobarde, que no se atrevió a alzar la voz para explicarle al presi ucraniano que Gernika se había bombardeado por la gracia de Dios y bien bombardeado estaba, sí se lanzó a bombardear Twitter con el tradicional “y Paracuellos qué”. Traducido involuntariamente al ruso putinés “y el Donbás qué”.

 

Como llegó se fue Zelenski de la pantalla del Congreso dejando ese mal sabor de boca habitual al ver al ídolo de cerca. No es tan alto, dicen unos, no sabe de azulejos, dicen otros, y menos de historia de España, decía Espinosa de los Etcéteras, vodka en mano jurando por la memoria de su abuelo en la cafetería del Congreso. En un tiempo Zelenski será héroe o villano. Dependerá de cómo soplen las mareas del Atlántico Norte cuando a Ucrania, cuya soberanía ya no sólo se verá afectada por Rusia, sino también por Estados Unidos, tenga que decidir a qué acuerdo de paz llegar con Rusia. De momento, las mareas que trajeron a Zelenski al Congreso dejan en España más de un mareado.

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