SALVEMOS A LAS GASOLINERAS
No cuela. La
patronal llorona engloba a cadenas de suministro de combustible como Petroprix,
Ballenoil o Petronoil. Los dueños están lejos de ser unos pobres autónomos o
pequeños empresarios.
ANTONIO MAESTRE
En esta España nuestra todo el mundo que se forra sangrando a los que menos tienen intentan dar pena cuando tienen que ganar un poco menos. El día que entra en vigor la medida de la reducción de 20 céntimos por litro, de los que cinco céntimos se hacen cargo las estaciones de servicio, viene precedido de una sonora ristra de lloros, lamentos y quejíos por parte de los empresarios que llevan tiempo haciendo dinero a espuertas con las subidas del combustible.
El día del anuncio de la medida fui corriendo a consultar el precio de la gasolinera donde suelo repostar. Me temía que en los días previos a la puesta en marcha de la medida subiera el precio del combustible en la cuantía que las estaciones de servicio tendrían que afrontar. No me equivoqué, en solo dos días el precio subió justamente los cinco céntimos que tienen que asumir. El hecho, además de dejar en evidencia que de nada sirve una medida así sin control efectivo de los precios, dejaba claro que los empresarios de estas gasolineras low-cost tienen los mismos escrúpulos que aditivos sus combustibles.
La patronal de las
gasolineras low-cost no solo no pidió perdón por subir los precios con el
barril Brent más bajo que hace una semana sino que encima siguió llorando. La
Asociación Nacional de Estaciones de Servicio Automáticas (Aesae) se quejó
amargamente en un comunicado: "Los pequeños y medianos empresarios no
podrán hacer frente al adelanto del importe necesario para acometer el
descuento en el precio, a pesar del supuesto adelanto de liquidez que ha anunciado
el Gobierno".
Los que nunca
pierden estaban quejumbrosos porque tenían que dejar de ganar cinco céntimos
por litro durante tres meses en un momento en el que el precio ronda los dos
euros por litro. Pero para que los lloros sean creíble hay que transmitir que
los dueños de las estaciones de servicio son autónomos o pobrecitos empresarios
sin margen para acometer el descuento. Se intentó con los camioneros, haciendo
pasar un paro patronal con una huelga.
Pero no cuela. La
patronal llorona engloba a cadenas de suministro de combustible como Petroprix,
Ballenoil o Petronoil. Los dueños están lejos de ser unos pobres autónomos o
pequeños empresarios. No hay consejo de administración que no tenga
representación en Franquismo S.A, y los de las gasolineras low-cost no son una
excepción.
Los dueños de
Plenoil son Leopoldo Pérez de Villaamil y Alfaro y Álvaro Sainz de Vicuña
Bemberg entre otros grandes empresarios. El último nombre es especialmente
interesante porque es uno de los más ricos del país, incluido en la lista
FORBES en el puesto 50, y perteneciente a una saga de calado durante el
franquismo. La familia tiene un patrimonio neto de 1.130 millones de euros
gestionado a través del holding familiar radicado en Malta y que recibe el
nombre de Arcona. Juan Manuel Sainz de Vicuña y Soriano, tío de los Sainz de
Vicuña Bemberg, fue el encargado de traer Coca-Cola a España gracias a una
concesión de Franco. El familiar de los Vicuña Bemberge, casado con una miembro
de los Primo de Rivera, se encargó de repartir licencias para embotellar entre
familias afines al régimen. Todo quedaba entre falangistas.
Cinco céntimos por
litro. Los Vicuña Bemberg no están regateando cinco céntimos por litro desde
sus holdings empresariales malteses que gestionan empresas aseguradores en
Latinoamérica o farmacéuticas en EEUU. Estos días se está hablando de pacto de
rentas para hacer asumible para todos los ciudadanos el coste del
empobrecimiento que provoca una inflación del 9,8%. Todos sabemos que este
aumento del coste de la vida solo empobrecerá a los que menos tienen mientras
los ricos seguirán haciendo fortuna.
Los salarios no han
subido el 6,5% que la inflación marcó a final de año, así que imaginen el
desgaste que tendrá para las economías más débiles un encarecimiento de la vida
del 10%. Todos sabemos que los pensionistas, asalariados y funcionarios no
verán su salario subido en los niveles que marca el IPC en estos momentos si se
mantiene así a final de año, pero los Vicuña Bemberg lloran porque no pueden
rebajar cinco céntimos por litro el precio del combustible para seguir
engordando su fortuna de más de 1.000 millones de de euros. Con los
privilegiados no sirve negociar ni temporizar, solo expropiar beneficios y
rentas.
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