RUSIA Y UCRANIA, ESPAÑA Y CATALUNYA,
ZELENSKI Y GUERNICA
POR DOMINGO SANZ
El mismo presidente al que Borrell, sin ánimo de ofender a ninguno de los de Catalunya según necesitó matizar después, citó como ejemplo de líder que no huye ante la invasión de la enemiga Rusia, ha aprovechado su intervención telemática en las Cortes españolas para abrir la veda de unas comparaciones que, tras ser la suya ovacionada por tan cualificada concurrencia, ya no son odiosas.
Por tanto, no renunciaré al rifirrafe comparativo, y más después de haber leído al historiador Ángel Viñas escribiendo sobre la intervención de Zelenski que “Fue una alocución breve, emotiva. Aprovechó la coincidencia de mes para hacer una breve referencia al bombardeo de Gernika en 1937. Levantó una gran oleada de emoción. A muchos les agradó. A otros, les disgustó. A mí me pareció una alocución milimetrada inteligentemente. La frase destacada con negrita es del autor.
Ha sido escuchar
“Guernica” y responder con “Paracuellos” los españolistas más susceptibles, tal
como hacen siempre que escuchan el nombre de cualquiera de las muchas masacres
que provocaron los militares criminales que protagonizaron el 18 de julio de
1936. “La Desbandá”, aquel bombardeo masivo contra civiles que huían es otro de
los que me vienen a la cabeza.
Es probable que,
sin Picasso, Zelenski no habría dicho “Guernica” ante los parlamentarios
españoles, y no se dan cuenta los neofranquistas que ningún pintor de los de su
bando habría sentido jamás el impulso de crear la obra de arte que más ha
contribuido a imaginar la posibilidad de que España tenga un futuro decente
pues, como bien declaró aquel malagueño universal, “el arte es la mentira que
nos ayuda a conocer la verdad”.
Elija usted cual
puede ser la verdad y cual la mentira en el juego de palabras entre “Guernica”
y “futuro”, tratándose de España.
Se quejan los
neofranquistas contra Zelenski por haber elegido Guernica, pero tampoco ninguno
de los suyos decidió pintar un Paracuellos. Sin duda, preferían dedicar todo su
tiempo y todas sus manos a matar republicanos.
Sostengo que lo que
procede es “Rusia contra Ucrania” y no “Putin contra Ucrania”, que es lo que
repite el mismo Pedro Sánchez que en este momento en el que escribo estará
cenando con Mohamed VI sopa de saharaui traicionado. Lo de decir “Putin” me
parece demagogia fácil mientras los rusos no decidan expulsarlo del poder, y
eso que pueden hacerlo cada 6 años. Esto me recuerda que los españoles tampoco
fuimos capaces de deshacernos de un dictador que, como no aceptaba urnas, un
atentado mortal habría sido lo adecuado. Menos mal que el día 20 de diciembre
de 1973 falleció aquel peligro llamado Carrero Blanco.
Y también he
escrito “España y Catalunya”, pero sería más correcto “España contra Catalunya”
porque, aunque también hay urnas, de la sociedad española tampoco nacen líderes
que se planteen, ante este conflicto, una estrategia que renuncie a la
actuación de las fuerzas represivas y las sentencias judiciales como factor
decisivo para cualquier solución.
Entre Rusia y
Ucrania ese factor es la guerra declarada. Son muy distintos, pero en ambos
casos rige la amenaza del más fuerte en lugar del respeto a la voluntad
popular.
La diferencia más
importante entre ambos conflictos está en la cantidad de sangre derramada. En el
que nos pilla más cerca, salvo los heridos del 1 de octubre de 2017 por votar
en unas urnas que, por muy ilegales que fueran nunca dispararon balas, nada
recuerda a lo que está ocurriendo cerca del Mar Negro. Se cumple así la “ley”
que dice que “dos no se pelean si uno no quiere”, y no cabe la menor duda de
que pacifismo independentista nos recuerda mucho más a Mahatma Gandhi que
cualquier policía español aporreando electores a las órdenes del ministro del
Interior y animados por los forofos del “A por ellos”.
Hay más cosas
comparables, ahora que Zelenski nos ha autorizado. Por ejemplo, con eso de que
“la verdad es la primera víctima de cualquier guerra”. Pero como la verdad es
tantas veces opinable, yo diría que las que sufren son las libertades en general,
y las de expresión, información, manifestación y otras de cariz político en
particular.
Putin prohibiendo
el uso de la palabra “guerra” o deteniendo a manifestantes que exhiben un
cartel en blanco es lo más parecido al Estado español inhabilitando a un
presidente de la Generalitat por colgar una pancarta, a un concejal por unos
lazos amarillos o a una Mesa del Parlament de Catalunya por aceptar que se
debatiera sobre la Monarquía o sobre la autodeterminación. Y dentro de sus
escasas posibilidades represivas, hasta Zelenski pide a Europa que haga algo
contra la Z porque en Rusia simboliza la victoria.
Y, por último, pero
porque se ha hecho tarde, esta el asunto de los corredores, que cada parte en
cada guerra, o conflicto, reclama o impone para salvar a los suyos.
Ahí están los que
pide Ucrania para salvar a millones de personas que huyen con lo puesto, a
expensas de la solidaridad de que pueda ser capaz Europa.
Pero, demostrando
la distancia tan enorme que hay entre una España que se parece mucho más a la
Rusia de Putin que a cualquier Ucrania, ahí está la imposición por la fuerza
del Decreto Ley 15/2017 de 6 de octubre por el que el gobierno de Rajoy,
contando con el apoyo de un PSOE de Sánchez que cinco meses después votó en
contra de que se derogara, creó un “corredor” para el dinero de los millonarios
con cero riesgos para que las grandes empresas pudieran salir huyendo de
Catalunya mediante el truco de facilitar el cambio de domicilio. El objetivo:
conseguir el empobrecimiento de millones de catalanes.
Como todo el mundo,
los independentistas catalanes también saben que “el poder nace de la punta del
fúsil” y solo por su radical renuncia a esa tentación se merecen el derecho a
decidir. Como Ucrania sobre en qué OTAN meterse, aunque estos han sufrido
muertos, heridos, exiliados, y veremos.
Pero España, como
Rusia, pertenecen a ese grupo de países que han abusado de los vicios de ser
monarquías, zarismos, dictablandas y dictaduras, y ese pasado, tan largo, los
impulsa a seguir buscando violencia hasta que la encuentran. Y en ausencia de
enemigos externos, se los inventan dentro.
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