LOS TIEMPOS DE LA IZQUIERDA
QUE SE ESTRECHAN
JUAN CARLOS MONEDERO
"Cambiábamos de país como de zapatos a través de las
guerras de clases, y nos desesperábamos donde sólo había injusticia y nadie se
alzaba contra ella. Y sin embargo, sabíamos que también el odio contra la
bajeza desfigura la cara. También la ira contra la injusticia pone ronca la
voz. Desgraciadamente, nosotros, que queríamos preparar el camino para la
amabilidad no pudimos ser amables. Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos en
que el hombre sea amigo del hombre, pensad en nosotros con indulgencia."
Bertolt Brecht, A los que vengan después
Una máquina de guerra
electoral
En el libro de
relatos El hombre celoso, Joe Nesbø recuerda una posible explicación de por
qué, al parecer, no se matan entre sí los griegos. Cuenta que los desdendientes
de Sócrates, antes de matar a quien odian, prefieren que la víctima siga
viviendo en Grecia. Que sería, en la lectura sarcástica de los griegos, una
forma de castigo en diferido y alargada.
Qué le pasa a la
izquierda hispánica que no termina de encontrarse puede tener que ver con eso.
Quizá por la cercanía mediterránea, cuando alguien de izquierda odia a alguien
de izquierdas, circunstancia que pasa con frecuencia eterna, suele insistir en
más de lo mismo. Es decir, que deciden montar otro partido de izquierdas. Para
ahondar en el asunto, suelen escribir unas memorias -aunque no tengan
acontecimientos acumulados- siempre parciales y por eso poco apreciadas por los
historiadores. Como no hay izquierdista que no le haga una autocrítica a otros
izquierdistas, si pueden buscarán
eliminar a los que culpan de ponerles piedras en el camino de su gloria. Porque
no terminan de entender que lo que era una buena idea en su cabeza en la
realidad opera de otra manera, porque tiene, vaya por dios, que contar con los
demás. No aprendemos. (Me produce ternura que alguien a quien llamé para que se
uniera a nuestras filas escriba un libro sobre Podemos y haga malabares para no
citar mi nombre).
Se quejaba Yolanda Díaz
de "los egos" y aunque llena de razón, no dejaba de sonar esa misma
queja con pautas reflejadas. Es muy
difícil librarse del "yo, yo, yo" en estos tiempos de la política en
directo, donde tu suerte la dictan los medios de comunicación y todos los líderes
terminan sintiéndose los actores principales en una obra donde los demás solo
están ahí como un apunte útiles sólo para darles entrada a su monólogo. Los
egos en política son más traicioneros porque hay muchos espejos y pocos divanes
y los escenarios son como esa escena de La dama de Shanghai donde espejos
reflejan espejos incluso resquebrajados.
Es verdad que los
grandes egos habitan sin mayores problemas tanto en la izquierda como en la
derecha, pero en la izquierda, por las veleidades de superar el sistema,
siempre tienen una parte indemostrable y épica que liga a las masas a la visión
preclara del liderazgo camino de la emancipación: "tú tienes dos ojos,
decía Brecht, pero el partido tiene mil". El partido, claro, era uno y el
jefe, también.
Cuando salí de la
Ejecutiva de Podemos, una de las principales razones -junto a la petición
diaria de alguna gente de esa Ejecutiva de que me fuera y que iba haciendo
mella en Iglesias-, era que la llamada "maquinaria de guerra
electoral" impedía construir un partido diferente. No fundábamos Podemos
para sustituir a unas élites por otras, sino para hacer un partido diferente,
con capacidad de gobernar superando el bipartidismo y el neoliberalismo que le
acompañaba y, para que eso fuera posible, conectado con los movimientos
sociales y la gente. En definitiva, un partido en donde se sustituyera el
verticalismo que, como politólogos, sabíamos que lastraba a los partidos
cartelizados y que formaba parte de la queja del 15M (partidos que funcionaban
como un cártel donde había desaparecido la competencia real. El bipartidismo
era la expresión más clara de lo que expresan Peter Mair y Richard Katz en La
democracia y la cartelización de los partidos, Madrid, Catarata, 2022).
Desde la izquierda
más libertaria ya le habían dicho a Lenin y luego a Stalin que cuidado con que
el partido sustituyera a la sociedad, el comité central al partido y el
secretario general al comité central. Porque desaparecía la democracia. Ahora
añadiríamos que el secretario general puede ser a su vez sustituido por el spin
doctor –el consultor experto en leer la situación- o, en un juego de espejos,
por su propio alter ego, en un remake de El club de la lucha, donde el líder se susurra constantemente a sí
mismo qué tiene que decir, hacer o escribir con el único objetivo de que su
figura pública no sea dañada (daño que implicaría a su vez un enorme perjuicio
a unos partidos ya siempre identificados con su líder).
Pablo Iglesias desencadenado
Todos los días
sabemos de algo que ha dicho o escrito Pablo Iglesias. Ha vuelto a sus orígenes
-mira que dije que no se iba a marchar
de la política aunque dejara los cargos- y se le ve suelto. Los medios
saben, además, que ahí hay hueso. Escucho y leo a Iglesias liberado de la
pesada carga de la púrpura repartiendo estopa, escudado en el latiguillo de
"ahora que ya no tengo responsabilidades políticas" –lo que no es del
todo verdad pues sus opiniones pesan en Podemos-, y no dejando, es cierto,
títere con cabeza. En esa barraca de tiro de feria pasan desde Enric Juliana a
Pedro Vallín, pasando por Antonio Maestre, Ignacio Escolar, Esther Palomera,
Daniel Bernabé además, claro, de los Ferreras, Vallés, Pedro J, Ana Rosa, Inda,
Marhuenda y compañía que, seguramente, se lo merecen más por que además de
decirse periodistas no siempre con razón son tramposos.
Ha causado revuelo
el reconocimiento por parte de Iglesias de que quizá se equivocó en el método
que escogió para señalar como su sustituta a Yolanda Díaz. Seguramente lo ha
dicho Iglesias porque esa decisión, contada de manera descarnada en Verdades a
la cara, esa suerte de memorias de Iglesias en diálogo con el periodista Aitor
Riveiro, habría podido liberar después a Díaz de casi cualquier responsabilidad
con Unidas Podemos. Como no se le consultó ni se le dejó otra opción, ahora
¿cómo se le exige nada? El viaje de Yolanda Díaz a Valencia no permitió que
todos celebraran ni siquiera con horchata.
Las formas,
podríamos concluir, le habrían permitido
a Yolanda Díaz, por la ausencia de deliberación en su señalamiento, tomar a
partir de ahí sus propias decisiones al margen de todos los partidos
convocantes. Y en esas tenemos que la decisión de asumir o no la dirección de
ese Frente Amplio se ve postergada y en el mientras tanto, además, se oyen
quejas de una actitud no siempre amable con Podemos que, justo es reconocerlo,
tanto ha hecho para cambiar este país. Poco a poco, la postergación y el ruido se
están convirtiendo en uno de los elefantes en la habitación en donde se tiene
que renovar la izquierda y remozar esa nueva política que nació del 15M. Una
espera que tiene a demasiada gente perpleja y que está perdiendo frescura.
Como es común, los
medios y las redes, que cada vez operan más en todos lados como si fueran
partidos políticos, han aprovechado para tergiversar el sentido de lo que ha
afirmado Iglesias. ¿Con qué fin? Pues para poner a pelear a Yolanda Díaz con
Iglesias y, de paso, con Podemos. Los clarines del bipartidismo llaman al ruedo
a ver si pueden darle una estocada definitiva a los morados. El régimen siempre
ha sido muy taurino. Y los espontáneos, que lo que quieren es parar el
espectáculo sangriento, deben ser muy cuidadosos.
El verdadero problema
La verdad es que me
produce más desasosiego el reconocimiento público de esa decisión crucial como
una disposición personal de Iglesias. Al margen, porque es irrelevante, de cuál
sea su relación actual con la Vicepresidenta Díaz, se profesen una amistad a
fuerza de volcanes o les hayan crecido las suspicacias propias de los procesos
de sustitución. Porque fueron los órganos de Podemos y de Unidas Podemos los
que la asumieron como propia y, por tanto, el acierto o el desacierto fue de
los órganos de dirección. Y parece evidente que se trató de un acierto aunque
ni la dirección de Podemos ni Yolanda Díaz estén siendo hasta la fecha capaces
de mandar a la opinión pública esas señales de concordia. Y si el PSOE pierde
votos por acercarse al PP de siempre, lo dirija quien lo dirija, y Unidas
Podemos, Yolanda Díaz y todo lo que sume los pierde porque no es capaz de
generar ilusión, la alternativa sabemos que va a ser el gobierno de Feijóo con
Santiago Abascal. Susto o muerte.
Y si el PSOE pierde
votos por acercarse al PP de siempre, lo dirija quien lo dirija, y Unidas
Podemos, Yolanda Díaz y todo lo que sume los pierde porque no es capaz de
generar ilusión, la alternativa sabemos que va a ser el gobierno de Feijóo con
Santiago Abascal. Susto o muerte.
La verticalización
de la política, en el caso de Podemos, ha tenido que ver con la falta de
cultura democrática interna (la "maquinaria de guerra electoral" y
las divisiones), con la vertiginosidad que impone la espectacularización de la
política –hay que hacer declaraciones constantemente-, por la concentración de
información, así como por las urgencias que reclama la maquinaria del Estado en
algunos momentos. Todos esos asuntos termina por envolver a los liderazgos,
estén en la Moncloa o allá adonde vayan. La soledad lleva al ensimismamiento y
las voces diferentes molestan cada vez más cuanto menos frecuentes nos hablan.
¿Hacer o comunicar?
La discusión acerca
de si Podemos era una persona con coleta que salía mucho en la televisión o se
trata de algo un poco más complejo -más personas, un ánimo y una trayectoria
social, el agotamiento de un régimen- ha formado parte de la discusión interna
de la formación morada. Siempre pesó en la interna mucho la condición
"posmoderna", heredada de las influencias populistas –que luego
Errejón se llevaría a Más País -. De manera que era más importante salir en la
televisión o colocar un titular que hacer partido, porque en la tele toreas de
grana y oro y en el partido rindes cuentas. Cuando los partidos funcionan, a
los líderes populistas les molestan. La maquinaria de guerra electoral, propia
del "momento destituyente",
tenía que dejar paso a un "momento constituyente". Pero cuando
construyes una torre, es complicado que juegues dentro al fútbol.
Por eso Podemos ha
funcionado mejor en las generales, que son unas elecciones muy de las grandes
televisiones, que en las municipales y autonómicas, donde hace falta base
territorial. Por eso Más Madrid aprovechó que Unidas Podemos no se presentó en
el ayuntamiento de Madrid -no quería competir con Manuela Carmena que era un
invento suyo- para expandirse. El caso de Ciudadanos es más extremo:
directamente ha desaparecido porque era mero humo mediático.
Hace justo un año,
Pablo Echenique, con motivo de la presentación por parte de Unidas Podemos de
la única ley de salud mental que se ha presentado en España, dijo que "en
política es importante lo que se dice, pero sobre todo es importante lo que se
hace". Este viernes, Ione Belarra presentaba un balance muy notorio de la
tarea del Ministerio de Derechos Sociales en el último año, donde el escudo
social ha sido esencial para que los rigores de la pandemia no hayan recaído en
las mayorías que pagaron anteriores crisis (Mientras, aristócratas, pijos,
hermanos y primos del PP robaban a manos llenas aprovechando la crisis del
COVID-19).
Un día antes, Pablo
Iglesias escribía en Contexto: "La sociedad española se está derechizando
a marchas forzadas contra los que pensaban que la movilización de recursos
públicos para hacer frente a la pandemia iba a crear una sólida clientela
electoral para la izquierda, agradecida por los ERTES, la subida del salario
mínimo, el IMV y el escudo social. Es un mito que la mejora de las condiciones
sociales opere de manera automática en las conciencias y la estructura
ideológica. Los que afirman que la mejor vacuna contra la ultraderecha es
reforzar el Estado social son incapaces de explicar el auge ultra en los países
nórdicos. Si algo nos faltaba, el delirio belicista empuja aún más la
derechización social".
El diagnóstico de
Iglesias es parcialmente correcto en la medida en que hace hincapié en un
asunto muy relegado por la izquierda: "La lucha política es siempre lucha
cultural e ideológica". Si haces políticas públicas excelentes pero no las
acompañas de pedagogía social, quizá no vayas muy lejos. Pero al tiempo ¿no son
las políticas públicas la razón de ser de una política de izquierda? El auge de
la extrema derecha en lugares donde no hay tantas penurias, como Noruega, es precisamente por el miedo a perder el
estatus. Es una de las consecuencias del neoliberalismo y su desmantelamiento
del Estado social que nos arroja a todos a una lucha sin cuartel por recursos
creados como escasos.
Si no lo comunicas,
no te reconocen el trabajo, te pueden sacar por la fuerza del gobierno sin que
el pueblo proteste o puedes perder las elecciones porque no te votan a los que
sacaste con tus políticas de la pobreza.
Contaba la ex
presidenta brasileña Dilma Rousseff que cuando salió del cargo, una última
encuesta preguntaba por los efectos de la política "Bolsa familia".
En torno al 90% de las mujeres decían que su vida había mejorado. A la hora de
preguntarles por qué, la inmensa mayoría decía que "gracias a Dios",
luego "gracias a mi esfuerzo", luego "gracias a la
familia", después "gracias al empresario" y por último gracias a
la política del gobierno. Es decir, si no lo comunicas, no te reconocen el
trabajo, te pueden sacar por la fuerza del gobierno sin que el pueblo proteste
o puedes perder las elecciones porque no te votan a los que sacaste con tus
políticas de la pobreza.
Ahora bien, si Lula
va a ganar las próximas elecciones, igual que si el MAS en Bolivia regresó
después del golpe o no han sido capaces de tumbar a la fuerza a Nicolás Maduro
de Venezuela fue porque las políticas públicas que se realizaron mejoraron la
vida de la gente y porque una parte importante de la ciudadanía no confía en la
derecha porque tienen memoria de las políticas que hicieron.
Por eso el PSOE
tiene una base social firme que bebe de lo que hicieron hace cuarenta años. La
izquierda en España no ha tenido problemas por decir cosas de izquierdas. Los
ha tenido cuando ha empezado a hacerlas. La persecución a Podemos no ha tenido
que ver con el discurso de izquierda, sino por estar en el Gobierno y llevar
ese discurso al Boletín Oficial del Estado en forma de escudo social,
pensiones, salario mínimo, ingreso mínimo vital, lucha contra la violencia
machista, fin de la brecha salarial, ERTES, defensa de los animales o reforma
laboral.
A Dios rogando y
con el mazo dando (o por qué Dios nunca abandona a un buen marxista)
La conclusión es
que hay que compaginar discurso con acción, partido con movimiento, lucha
ideológica –de valores, memoria, denuncia- con políticas concretas. Es muy
importante multiplicar los dispositivos ideológicos de la izquierda para que no
se genera la sensación de que personas individuales prescriben a los partidos.
La derecha puede permitírselo. En la izquierda es más difícil. Pablo Iglesias
destaca, además de por su buen hacer, porque está prácticamente solo en esa
pelea mediática, con todos los riesgos que eso conlleva. Convendría que los que
critican lo que hace también dijeran que están aportando al debate.
Hacen falta muchas
guerrillas, camino de conseguir un ejército, para poder confrontar y superar a
los varios ejércitos imperiales mediáticos neoliberales. Y dejar de estar a la
defensiva, lo que lleva a menudo a lanzar pullas, recaditos, ironías e
insinuaciones a los que no se sienten tan cercados y asediados como tú (y lo
digo por haber sido el primero en Podemos en recibir los ataques). Por
honestidad, convendría recordar que los ataques que ha recibido Podemos -o ayer
Julio Anguita- no han sido por las personas concretas sino por lo que han
representado. Superar la fase defensiva es recuperar espacio. El socialismo
crea desde la esperanza. La extrema derecha desde el miedo.
Es importante
reconciliar a la familia que está abajo y en lo nuevo, frente a los que están
arriba y reivindican lo viejo. Nos equivocamos si en vez de crear nuestro Foro
Social Mundial disparamos contra todo lo que tenemos cercano como en los
tiempos de las Internacionales. El Frente Amplio solo se va a armar desde la
disidencia tolerada. Y amable. Porque la amabilidad, como la bondad, son
señales de inteligencia que no se dejan opacar por el reflejo del espejo. Ahí,
Unidas Podemos es más relevante que ninguna de las personas concretas que
tuvimos responsabilidades hace ocho años. Porque lo que ya se ha gastado debe
dejar de poner obstáculos en la reconstrucción del espacio del cambio. Lo que
no suma, resta. De ahí la esperanza de los liderazgos femeninos y feministas.
Hay un nuevo Podemos. Y tiene que seguir visibilizándose.
La tarea de reconstrucción
de Podemos que ha puesto en marcha Ione Belarra -con una tarea novedosa en
organización dirigida por Lilith Verstringe- va en la buena dirección. Nunca se
reinventa una formación política si no te pones en carretera y te recorres el
país. Pero tiene que saber, igual que lo tiene que saber Pablo Iglesias y todos
los que están en alguna de las trincheras de la alternativa, que ese ejército
mediático esta esperando cualquier señal, aunque solo sea equívoca, para
disparar sus misiles. Ione Belarra representa la nueva etapa de Podemos. Y
tiene que quedar claro el nuevo momento, de manera que todo el mundo vea el
corte y las esperanzas que se abren.
De la misma manera que Yolanda Díaz, que es la
posibilidad evidente de que el espacio amplio pueda recomponerse -y que es la
que tiene que dialogar y reunir a todos los fragmentos que alguna vez
estuvieron juntos e incluso ir más allá-, tiene que saber que hay muchos temas
pendientes en España -derechos y libertades, territorialidad, feminismo,
desigualdad- que los tiene que solventar con ayuda, que tan importante es no
llegar demasiado pronto como no retrasarse en exceso y que las sonrisas tienen
que ser también para los tuyos. Está una parte importante de España esperando.
Precisamente a la que le da pánico lo de Feijóo con Abascal y se emocionó un
día con la nueva política.
No hay comentarios:
Publicar un comentario