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jueves, 21 de abril de 2022

“LOS NEGROS”: AUTOORGANIZACIÓN DE LOS ESCLAVOS Y DEVOCIÓN POPULAR EN SEVILLA

 “LOS NEGROS”: AUTOORGANIZACIÓN DE LOS ESCLAVOS Y DEVOCIÓN POPULAR EN SEVILLA

 POR JOSÉ LUIS CARRETERO MIRAMAR

El 16 de febrero de 1965, cinco días antes de ser asesinado, Malcolm X pronunciaba estas palabras en un multitudinario acto público  “

Creemos que nuestra lucha es justa. Creemos que nuestros reclamos son justos. Creemos que las prácticas malignas realizadas contra los negros en esta sociedad son un crimen y los que se envuelven en dichas prácticas criminales no pueden ser vistos más que como criminales. Y creemos que estaríamos dentro de nuestro derecho de luchar contra esos criminales por todos los medios que sean necesarios.”

                Este sábado pasado, acompañado de mi buen amigo “Paco” Salamanca, un histórico de la autonomía madrileña, y a instancias de otro buen amigo, Abuy Nfubea, periodista ligado al Movimiento Panafricanista, fui a la sala Pequeño Cine Estudio de Madrid, cerca de la glorieta de Quevedo, a ver el documental “Los Negros”.

                “Los Negros” es una historia de lucha contra los criminales, de los que hablaba Malcolm X. Pero de una lucha marcada por la situación específica de los negros y las negras en la sociedad sevillana desde el siglo XIV hasta nuestros días. “Los Negros” es, también, una historia religiosa. Pero de la religión popular y plebeya que crea espacios para la autoorganización de los sujetos sometidos y para la devoción de quienes quieren otro mundo, porque en este son víctimas de una discriminación sin paliativos.

                El documental narra magistralmente la historia de la actual Hermandad de Los Negritos, una cofradía sevillana de Semana Santa que fue originalmente fundada por los esclavos y libertos negros que habitaron en la ciudad hispalense. La trama se basa en la investigación del catedrático en Antropología Social y Cultural, Isidoro Moreno, que fundamenta el libro “La antigua Hermandad de los Negros de Sevilla: Etnicidad, poder y sociedad en 600 años de historia”.

                En una Sevilla que se preparaba para convertirse en el centro del comercio entre España y sus colonias americanas, una multitud de esclavos y libertos negros sobrevivía en situación de hacinamiento más allá de las murallas, sometidos a un sinnúmero de discriminaciones, violencias e indignidades.  Ante la dureza de su situación, el arzobispo Gonzalo de Mena funda un hospital para ellos, una capilla, y les permite formar una hermandad, que se convertirá en la primera congregación religiosa de estas características en el mundo, y expandirá su influencia organizativa en toda América Latina.

                La hermandad es un embrión limitado, pero real, de autoorganización de los negros sevillanos. Los esclavos y libertos nombran a la mayoría de sus cargos y administran sus posesiones. Organizan su espacio permitiendo, también, la autoorganización de las mujeres, que tienen sus propias iniciativas y estructuras. Participan en las procesiones y festividades religiosas pese a la violencia y las discriminaciones que les imponen intermitentemente las jerarquías eclesiásticas de la ciudad y las cofradías más pudientes, que no pueden aceptar, que por ser la de los esclavos la cofradía más antigua de Sevilla, deba marchar primera en determinadas festividades.

                “Por todos los medios que sean necesarios”, decía Malcolm X, pero los medios necesarios a veces son paradójicos o inesperados, como utilizar la religión de quien te captura para organizar la resistencia desde el amor a su Dios, haciéndolo también tuyo. Afirmar, desde la devoción que implica el cristianismo más consecuente, y desde la inherente dignidad que la humanidad confiere al esclavo que busca la liberación, lo que escribe Jacinto Martín en su obra “Los cristianos en el Frente Obrero”:

                “Es Cristo quien padece en cada uno de los obreros la injusta situación. A Cristo, con toda su Majestad, es a quien se le instrumentaliza y mutila; Cristo, con todo su Poder, es el explotado y el oprimido; Cristo padece el expolio, las estrecheces y la humillación obrera; a Cristo se le niega la intervención y la responsabilidad en el uso y defensa de sus personales valores, a Cristo se le impide crecer y elevarse; a Cristo se le lesiona, se le disloca; a Cristo se le “suspende”, como de una nueva cruz, del egoísmo, del privilegio y de la voluntad agresora”.

                Cristo es la señal de la hermandad que permite la autoorganización de los esclavos sevillanos, la cofradía de los negros y las negras. La jerarquía de la Iglesia se resiste intermitentemente, intenta desactivar el espacio que permite la recuperación de la identidad negra en la ciudad, trama conspiraciones, junto a la élite sevillana, para recuperar el control de una religiosidad que se ha hecho popular, y, por tanto, cuestiona la pirámide de las razas que sustenta el capitalismo naciente.

                El racismo, tal y como hoy lo entendemos, nace con el capitalismo y su necesidad de mano de obra esclava en las colonias. Era necesario deshumanizar a la mano de obra, para poder forzarla al trabajo esclavo que sustentó la acumulación primitiva, que desbordó los cercamientos de las tierras comunales, para inaugurar una brutal era de sufrimiento y despojo en las plantaciones y minas del Nuevo Mundo. El racismo es uno de los primeros motores del Capital, sustentado en una nueva comprensión de la esclavitud y de la especie humana que impugna el derecho a la dignidad de los negros, y los somete al trabajo forzoso. El racismo es el gozne que crea la infraestructura material para la Sevilla cosmopolita del Siglo de Oro y que fundamenta las fortunas de gran parte de las familias que siguen gobernando nuestra tierra hasta el día de hoy. El racismo, brutal, indigno, violento de múltiples formas, como uno de esos versos inquietantes de Audre Lorde:

                “Libros de Hadas

                En los que regían Brujas Blancas

                que jamás lloraban ni ofrecían oro

                ni ningún encanto amable

                para la desaparecida madre

                de una niña negra.”

                Negros devotos, negros bozales (es decir, salvajes, recién llegados y cargando sus cadenas de esclavos), negras que inventan nuevas formas de orar, negros y negras afrancesados, negros que rezan para organizarse o se organizan para rezar. ”Los Negros” es una película necesaria y que todos y todas deberíamos ver, para conocer la historia humana, que hay tras los oropeles y las nebulosas genealogías de nuestras aristocracias y nuestras jerarquías religiosas. Para entender de qué contradictorios materiales está hecha la resistencia a la opresión y la autoorganización de los sujetos sometidos en la realidad de un mundo hecho de violencias. Para comprender que la devoción popular es eso, popular, y por tanto está siempre habitada por la dignidad de los débiles que sólo renuncian a rendirse.

                Además, es una película muy bien hecha. Un guion que nunca permite que el interés decaiga, un presentador que dirige la narración con autoridad, calidad y rigor, un elenco actoral que hace creíbles sus intervenciones con una austeridad expresiva que dota de profundidad a la historia, una dirección virtuosa y una investigación previa exhaustiva.  La película, narrada por Ana Fernández y conducida por Jimmy Roca, ha sido dirigida por Antonio Palacios y debería haber tenido mucha mejor acogida en las salas de cine.

                “Oh, negro, ganado humano desde hace milenios / tus cenizas se dispersan por todos los vientos del cielo”, escribía Patrice Lumumba en uno de sus poemas, en 1959. Los vientos de nuestra patria están llenos de cenizas negras, de ascuas de la esclavitud y de la opresión de África para alimentar el consumo inmisericorde y ostentoso de las clases dirigentes de Occidente. Todos los oprimidos y explotados, todas las mujeres sometidas, pueden reconocerse en la tenaz voluntad de los negros de Sevilla, en su lucha de siglos por mantener viva la hermandad que les dotaba de un espacio propio que podía ser nombrado. Y así, lucha tras lucha, seguiremos hasta que podamos declamar con alegría los versos de Lumumba, dedicados a las luchas de los negros:

                “Las riberas del gran río, llenas de promesas,

                ahora ya son tuyas.

                Esta tierra y todas sus riquezas

                ahora ya son tuyas.”

 


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